El vídeo de la semana

Lo de Hacienda no es un chiste

Cuando conocí a Cristóbal Montoro su partido y él estaban en la oposición. Era un antiguo profesor que se iba adaptando a la vida política con la curiosidad del estudioso y la aplicación del docente. Me llamaba la atención el modo en que parecía disfrutar de la política, y cuando en alguna ocasión se lo hice notar me confesó que le gustaba mucho desde hace tiempo y que se sentía muy bien en este viaje.

No he vuelto a verle desde que su partido decidió cambiar las reglas del juego en la Radiotelevisión Pública olvidándose del consenso para poder controlarla y unos cuantos tuvimos que hacer las maletas.

Hoy vuelvo a fijarme en este antiguo rockero –fue músico en sus tiempos universitarios– por otra de esas gracietas suyas que ha trascendido el corrillo chistoso para convertirse en titular. Ciertamente, no es la imagen de la semana en sentido estricto, pero el tiempo y la oportunidad elevan su presencia ante la cámara a esta categoría de producto selecto.

Supongo que en la semana en que un hombre público está presente como nunca por su ausencia irremediable, por su legado universal, por su ejemplar e incuestionable talla política; la semana en que este hombre que paso tres décadas en la cárcel y además de media vida se dejó dentro el rencor, y encaró el futuro con esa cualidad inusual que con tanto tino destaca John Carlin, la coherencia entre su vida pública y privada; la semana en que el mundo ha llorado, en no pocos casos con lágrimas de cocodrilo, la muerte de Mandela, debería escribir sobre él. Porque sin ningún género de duda, Mandela, su sonrisa, sus bailes, su mirada inteligente y despierta, es la imagen de la semana. Pero estoy seguro que poco añadiría a lo mucho que se está diciendo y escribiendo sobre él en todo el planeta.

Por eso, y alguna cosa más, escribo sobre Montoro.

Y no con la intención de hacer comparaciones, porque tratar de medir con la misma regla a Madiba y a estos que aquí gobiernan es como asemejar Buda a sor Citroën, sino porque salvado el torrente de tinta y emociones por Mandela, uno de los hitos que nos ha dejado la semana en España como poso informativo es el lío en la Hacienda que se supone "somos todos".

Ceses, dimisiones, caídas y un profundo malestar en la Agencia Tributaria están en lo más destacado del haber informativo de los últimos días y creo que así va a seguir siendo.

Ahora se explica el poco éxito en la persecución del fraude

Los técnicos de Hacienda reprochan a Montoro que los divida con “etiquetas políticas”

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La forma en que se ha gestionado los casos de Cemex y la infanta Cristina que dejan en la opinión pública la sensación de que no todos somos iguales ante Hacienda, o las quejas dentro de la propia institución sobre el creciente control político a los inspectores, contribuyen al descrédito de un organismo como la Agencia Tributaria cuyo escaso éxito en perseguir el fraude podría empezar a explicarse a la luz precisamente de acontecimientos como éstos.

Ahora, una indiscreción vestida de chiste del señor Montoro avanza un paso más en esa sospecha de sectarismo. El ministro que se jactó en sede parlamentaria de conocer las declaraciones de artistas y famosos, el que confunde entretenimiento con cultura y cobra más al teatro que al fútbol, deja entrever que cuando alguien no se pliega a su criterio es un socialista de rabo y cuernos.

Felicito al señor Montoro en tanto vuelve a demostrar que su transición de la cátedra a la política ya terminó. Eso si, quizá va un poco sobrado a la luz de sus comentarios que nos van dando pistas del talante y los criterios que parecen imperar en su Gobierno. O acaso deba afinar su humor. Porque como broma o chiste malo lo de Hacienda ya esta durando demasiado.

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