Muros sin Fronteras

Del 'Brexit' al 'Breshit'

El Brexit (British Exit) de la Unión Europea, que será efectivo el 20 de marzo de 2019, se ha convertido en un Breshit (un Brexit de mierda), por ser británicamente preciso. Si no fuera por lo mucho que está en juego –además de puestos de trabajo y millones de libras y euros, está en peligro el sueño de la UE–, podríamos decir que estamos ante un espectáculo tragicómico, un esperpento. Oscar Wilde habría disfrutado mucho con los personajes, y no digamos el irlandés Bernard Shaw.

También se puede afirmar que el Breshit es la radiografía precisa de lo que se ha convertido la política británicaBreshit e. Quizá siempre fue así, pero el sentido teatral de la representación, tan arraigado en las Islas, impidió que viéramos la tramoya con sus trampas y miserias. Ya no hay actores del nivel de Churchill.

Boris Johnson, el dimitido ministro de Exteriores, es un vulgar charlatán –como le define Ian Birrell en su artículo en The Guardian–, que ha hecho carrera por ser un deslenguado simpático que engatusó a los medios de comunicación cuando era alcalde de Londres. Representaba, en apariencia, aire fresco en una derecha clasista y prisionera de su transcendencia.

Johnson es la encarnación del Breshit, un concurso de oportunistas irresponsables que no han dudado en mentir y agitar un patriotismo rancio y racista con la esperanza de tomar el poder. Ese sentimiento de grandeur sigue incrustado debajo de la piel de muchos británicos que añoran los tiempos imperiales de cuando eran una superpotencia. Una variante inofensiva de ese sentimiento se exhibe en la noche final de los conciertos veraniegos, los célebres Proms londinenses. Menos mal que nos queda Daniel Barenboim.

Si Johnson decidió apoyar la opción de salir de la UE es porque calculó que esta era la más ventajosa para llegar a ser primer ministro, que es su obsesión. Si ha dejado la cartera de Exteriores ha sido para provocar una rebelión de los diputados tories contra la primera ministra Theresa May. Su objetivo es Downing Street.

En el referéndum, celebrado el 23 de junio de 2016, solo había dos opciones: leave o remainleaveremain (irse o quedarse) a una pregunta clara: Should the United Kingdom remain a member of the European Union? (¿Debe seguir el Reino Unido como miembro de la Unión Europea?). No había una tercera casilla para irse quedándose en una unión aduanera o en cualquiera otro aspecto esencial.

Desde que May fue la elegida por los tories para lidiar con el inesperado resultado del referéndum, ha tratado de navegar en unas aguas muy agitadas. Apoyó a David Cameron en la campaña del remain. Ha buscado una solución que respetara la voluntad de los británicos (51,9% a favor de dejar la UE frente al 48,1% que quería permanecer en la Unión) sin causar daños a los intereses británicos. Es lo que se ha llamado soft Brexit frente al hard Brexit que defienden los más furibundos eurofóbicos que prefieren una ruptura sin acuerdo a un mal acuerdo.

Las mismas mentiras que llevaron a millones de británicos a votar la independencia de su país (sic) son las que sirven ahora para mantener la retórica del British only. Son mentiras multiuso. Lord Alan Sugar cree que Johnson y Michael Gove (otro de los halcones del Brexit) deberían estar en la cárcel.

El Brexit fue, y es, consecuencia de la misma ola retrógrada y racista que ha colocado a Donald Trump en la Casa Blanca y que ha impulsado el crecimiento de partidos neofascistas en Europa. Les enumero los más importantes con enlaces que les ayudarán a informarse sobre ellos:

Francia: Frente Nacional de Marine Le Pen.

Alemania: Alternativa para Alemania de Alexander Gauland.

Holanda: Partido de la Libertad de Geert Wilders.

Grecia: Amanecer Dorado de Nikolaos Michaloliakos.

Italia: Liga Norte de Matteo Salvini.

Austria: Partido de la Libertad de Austria de Heinz-Christian Strache.

Polonia: Ley Justicia de Jaroslaw Kaczynski.

HungríaUnión Cívica Húngara de Viktor Orban.

y….

Reino Unido: Partido de la Independencia del Reino Unido de Nigel Farage.

El problema, algo que vemos claramente en el caso británico, es que el discurso de la extrema derecha ha contaminado a la derecha democrática. Los tories (de Margaret Thatcher) están divididos en dos o más bandos. Los más euroescépticos ya no se diferencian demasiado del discurso populista y racista de Farage. Y están los pragmáticos que no se atreven a expresar sus dudas por temor a quedar señalados de antipatriotas. Sucede lo mismo en los laboristas, en los que prima el cálculo electoral a las ideas. En las circunscripciones en las que son más fuertes ganó el voto de salir.

Se ha instalado un clima emocional en el que nadie se atreve a llevar la contraria a la supuesta corriente mayoritaria, pero esa corriente se niega a la posibilidad de un nuevo referéndum por temor a que salga un sí a la UE. Y aunque lo hubiera y el resultado fuera otro, la división sería la misma. Vivimos tiempos en los que las sociedades democráticas se dividen y antagonizan sobre asuntos como la identidad.

Hay todo tipo de operaciones en marcha en el Reino Unido –de momento todas fallidas– para provocar ese segundo referendo. Los lores quieren que el Parlamento tenga la última palabra antes de la ruptura, tanto si hay acuerdo como si no lo hay. Numerosos líderes del remain, como Tony Blair, quieren que el acuerdo se someta a referéndum. Algo que es impensable en estos momentos.

Otra opción es la crisis constitucional, y más después de que el Parlamento de Escocia votara contra la legislación británica para el Brexit. Tiene dos argumentos, el impacto negativo que tendría para su economía y que ellos votaron seguir en la UE.

El Reino Unido ha elegido salir a navegar en solitario en medio de una guerra comercial de Trump contra todos. No deben esperar ayudas milagrosas de su aliado. Trump desprecia a May como desprecia a Angela Merkel. Solo un líder fuerte le podría generar simpatía. Y Johnson no es ese líder. Dos payasos en la misma pista sería un problema.

La UE ha tratado de protegerse para que el Brexit no perjudique a su economía. Hay problemas en el Este con Polonia y Hungría, que merecerían ser expulsados de la UE (algo no previsto en los Tratados). Lo mismo que Eslovaquia y República Checa. Los cuatro forman el grupo euroescéptico de Visegrado.

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La ampliación masiva al Este fue un error, un gol por la escuadra de EEUU. La digestión es complicada y más larga de lo previsto. No solo es la economía, es la estructura mental: el Este llega de experiencias políticas muy diferentes. En la vieja UE también hay problemas. Uno de sus fundadores, Italia, juega en el equipo de los euroescépticos.

El Brexit, la crisis y el auge de las xenofobiasBrexit ha conseguido dañar el sueño europeo, limitar sus valores, como sucede en el Mediterráneo cada día. Nos emociona el rescate de los niños de Tailandia porque es solo un espectáculo televisivo y están lejos, no son una amenaza.

No son buenos tiempos: triunfan los relatos tóxicos en una sociedad paradójicamente desinformada en la época de la hiperinformación, y que ha perdido lo esencial: la necesidad de saber qué es la verdad.

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