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Muros sin Fronteras

Pactar con nerones

El día que John Benjamin Toshack se presentó a entrenar por primera vez en el campo del Swansea tenía 25 amigos. Tras la primera alineación, 14 pasaron a ser enemigos que, unidos a padres, abuelos, novias, hermanos y demás, sumaban un centenar. En periodo de elecciones los líderes prometen alineaciones de 25 jugadores —o más— con la esperanza de no perder un solo voto. Elegir equivale a defraudar.

Pedro Sánchez tendrá que escoger entre un menú de opciones, lo que ya es un avance. Su situación ha mejorado tanto que no necesita a Bildu ni a los partidos independentistas catalanes, cada uno con sus agendas e interpretaciones de la realidad.

Un eventual pacto con Ciudadanos gustaría mucho al poder económico, que presiona sin disimulo en esta dirección, pero dinamitaría los puentes de este PSOE con gran parte de sus militantes y votantes. Escribo “este PSOE” porque el otro, el de Susana Díaz, cultiva malvas en la oposición en Andalucía. Una constante en la política actual es que los muertos nunca terminan de irse a casa, llámense José María Aznar, Díaz, Alfonso Guerra o Pablo Casado. Al parecer, verse de cuerpo presente es una capacidad que no está al alcance de cualquiera.

El poder económico —lo llamamos Ibex35 por abreviar— favorece un acuerdo PSOE-Ciudadanos porque le encanta el statu quo: pagar pocos impuestosstatu quo y no dar demasiadas explicaciones. Al Ibex35 le da confianza gente como Marcos de Quinto que habla su idioma, y miedo Pablo Iglesias por mucho que se haya moderado en las formas y en el fondo.

Para entender de quiénes hablamos les recomiendo un libro imprescindible de Juan Pedro Velázquez: Capitalismo a la española. No sé cómo está el asunto de los derechos de autor pero pide a gritos una reedición. Trata del origen de las fortunas, de la endogamia y de un club cerrado que no admite más socios. A diferencia del resto de Europa, gran parte de esa riqueza familiar no procede del esfuerzo de una o varias generaciones, o de un genio en los negocios, sino de las prebendas obtenidas bajo el franquismo.

El statu quo incluye no tocar las narices con los paraísos fiscales, ni con los precios de la electricidad y el gas, y no cuestionar el sistema de contratos públicos, incluidas sus gratificaciones. Un ejemplo de ese tipo de barra libre que se quiere mantener son las obras del complejo de Canalejas –un negocio privado que no ha respetado alturas ni interiores protegidos— que tiene cerrada la línea 2 de Metro que une el este con el oeste de Madrid. El empresario es Villar Mir.

EL PSOE podría pactar con Ciudadanos, algo que descarta el partido de Albert Rivera, pero los analistas siguen jugando con la idea, “por el bien de España”. Deberían presentarse a las elecciones. Los popes del Ibex35 y los analistas. Esto se resuelve en las urnas, no en el peso de las cuentas bancarias.

La segunda opción sería buscar un acuerdo de legislatura con Unidas Podemos, dentro o no del Gobierno. La tercera, decantarse por un gobierno en solitario de geometría variable, es decir, que iría pactado con unos y otros según los asuntos a aprobar. Eso puede funcionar en un país maduro políticamente, pero en ese terreno hemos retrocedido unos cuantos años.

Rivera necesita ser y estar en la oposición. Huele la sangre en un PP herido. Va a intentar rematarlo para erigirse en el partido hegemónico de la derecha. Es lógico: prefiere aspirar a la presidencia como jefe del bloque conservador que conformarse como partido bisagra con el techo de una vicepresidencia.

Unidas Podemos tiene que escoger su alineación y su estilo, emplearse al ataque como los equipos de Pep Guardiola o ser defensivo como los de Mourinho. Realismo-pragmatismo o asaltar los cielos. Los diez meses de colaboración con el Gobierno Sánchez han dejado la sensación de que pueden influir en la acción de Gobierno. En el horizonte esperan los Presupuestos sociales, y alguna corrección a la baja desde Bruselas. El campo de juego lo marca la Comisión Europea. Además del objetivo del déficit están los nubarrones que anuncian una desaceleración económica mundial.

Entramos en una legislatura con el cinturón de seguridad puesto. Pese a la escasez de alternativas queda a salvo la capacidad de cada gobierno de priorizar unas inversiones sobre otras. Gobernar es tener un punto de vista sobre el mundo que nos rodea, y aplicarlo.

El sector progresista del PSOE necesita a Unidas Podemos para no dejar de serlo. A Sánchez lo eligió la militancia contra el aparato. Se debe a ella. Estamos en una fase teatral, cada uno imposta sus máximos: gobierno de coalición, gobierno en solitario. Solo queda sentarse a negociar un pacto que mejore la vida de los españoles, que desdramatice la crisis catalana abriendo vías de diálogo y que reduzca el ruido del odio que ha salido a pasear estos meses con la cooperación necesaria del PP y Ciudadanos.

Casado está más muerto que Bruce Willis en El sexto sentido. Lo más decente hubiera sido hacer un Almunia, es decir: dimitir. Al todavía líder del PP le ha salvado la proximidad de las municipales, autonómicas y europeas. El partido no podía permitirse concurrir bajo una gestora. Son elecciones diferentes, pero la tendencia no es buena y apenas tiene tiempo de corregir el rumbo. Un cambio de lema y calificar de extrema derecha a Vox es poco bagaje.

El problema del PP arranca en la levedad del aznarismo, en la guerra de Irak y en el 11M. El hombrecillo insufrible es el padre de una cultura política y económica en B que ha terminado en los tribunales y con sentencias rotundas como la de la Gürtel, que tumbó a Rajoy, y el caso Bankia que persigue a Rodrigo Rato. Aznar habla mucho de España y muy poco de sus mentiras tras el atentado del 11M, de su falta de respeto hacia las víctimas. Tampoco habla del Yak42, un escándalo que salpica al PSOE, por su pasividad posterior, igual que el caso Couso. Perro sí muerde a perro porque en democracia no deben existir espacios de impunidad.

Nadie salió al balcón de Génova. Casado dice que lleva poco, que aún no ha podido desarrollar su proyecto, se compara con Rajoy y Aznar que perdieron elecciones antes de ganarlas. El siguiente vídeo demuestra que el problema es de talento. Con estas insólitas declaraciones, Casado reconoce los chanchullos de Esperanza Aguirre, madre de todas las ranas y una de sus principales valedoras.

Haría mal Rivera en dar por muerto al PP, en el que han convivido varias almas, una de ellas democrática y honesta. Puede volver como ha vuelto el PSOE. El problema de Casado ha sido su radicalización, su lenguaje tabernario, sus mentiras de estudiante que no está acostumbrado a estudiar. Su alarmante y lastimosa falta de preparación. Y sus nombramientos, porque para mantener la Comunidad de Madrid cuenta con Díaz Ayuso, la mujer que echa de menos los atascos a las tres de la mañana.

Tiene que llover a cántaros

Necesitamos una derecha moderna, que baje del monte, un trabajo en el que Rivera podría hacer algo más que ir provocando incendios en los matojos. Debería aprender de Manuel Valls, capaz de reconocer un mérito en su rival Ada Colau.

¿Y Vox? Lo mejor son los motes –derechita cobarde, veleta naranja–; lo peor, todo lo demás. Entran en el Parlamento con 24 escaños, menos de los que esperaban y más de los que deberían. Pueden hacer mucho ruido y enturbiar un ambiente ya turbio. Veremos qué camino escogen PP y Ciudadanos, el de marcar la distancia, o el de la bulla.

Vox se diferencia de sus homólogos xenófobos en Europa en varios puntos. Lluís Orriols mencionó uno esencial en laSexta durante la noche electoral: no son populistas como Marine Le Pen y otros, son de extrema derecha pura y dura, nostálgicos del franquismo. No son ni siquiera nacionalistas como Viktor Orbán o Matteo Salvini. Su nacionalismo es primario, en blanco y negro, de una España de pandereta que es marginal. Desde esa posición casposa, se desinflarán. Si aprenden y copian a sus mayores en Francia y Alemania podrían crecer y ser peligrosos. Nadie habla al norte de los Pirineos de recuperar la figura de Pétain ni niega el Holocausto, ni defiende a Hitler y Mussolini, ni se declaran no democráticos. Son más inteligentes. Pero Vox no es solo Abascal y el agresivo Ortega-Smith, es un síntoma de todo lo que no hemos hecho bien. Atacar los efectos no tiene sentido sin identificar las causas.

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