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Muy fan de... Munilla, obispo de San Sebastián

Monseñor Munilla, qué alegría cuando me dijeron que, coincidiendo con la efervescencia primaveral, había publicado usted un nuevo libro: Sexo con alma y cuerpo. ¡No veo el momento de comprarlo y ponerme como loca a subrayar, a subrayar, que el mundo se va a acabar! Muy fan.

Excelentísimo y reverendísimo doctor don Ignacio, solo con el avance de lo que encierran esas 168 páginas escritas al alimón con la seglar Begoña Ruiz Pereda, especialista en educación afectiva sexual, me he quedado con la boca más abierta que cuando me pongo el rímel frente al espejo. Si su libro fuera el código de la circulación, yo sacaría un cero patatero en el teórico. Del práctico ni hablamos…

Por ejemplo, que las mujeres somos diferentes a los hombres, lo sospechaba, pero le confieso que eso de que los procesos hormonales femeninos están directamente relacionados con la limpieza del hogar, lo ignoraba por completo. Me ha iluminado con su manual: “Una persona, por el hecho de ser mujer, va a ser cíclica, y tendrá unos procesos hormonales concretos en relación a su fertilidad. Hay mujeres que se enteran poco de estos cambios, pero otras los sienten mucho, de tal manera que afectan incluso a sus estados de humor: pueden estar más sensibles o susceptibles, a algunas les da por la actividad o por la limpieza”. ¡Vamos, Don Limpio, que estoy en esos días!

Yo, tan ilusa, creía que lo de coger el plumero y liarnos a menearlo como si no hubiera un mañana era cuestión de supervivencia, una lucha encarnizada contra esos ácaros okupas del polvo. Y resulta que no, ¡que si no existiera la ovulación las casas estarían más llenas de mierda que un parque el día de después de un botellón! ¡Alabado sea Dios!

También toca el asunto de la masturbación. Y he de confesarle que ese acto solitario, o en compañía, que los sexólogos denominan “estimulación genital”, los románticos “amor propio” y el portero de mi tía “un Juan Palomo”, tal y como lo describe en su libro, da pelín de miedo: "Una especie de violencia sobre el cuerpo, porque pretende arrancarle el placer sin vivir a cambio la verdad del amor que le da sentido". ¡Vade retro!

Acojonada total con lo de la “violencia sobre el cuerpo". Y, para más inri, la mente me juega una mala pasada y me lleva inmediatamente de su “arrancarle el placer al cuerpo” al calentón más memorable de todos los tiempos: “¡Trata de arrancarlo, Carlos, trata de arrancarlo! ¡Trata de arrancarlo, por dios!".

Me ha sorprendido menos lo que escribe sobre los homosexuales. Hace tiempo le oí decir en un programa de tele que tres jóvenes homosexuales habían acudido a usted para que curara las heridas de su infancia y que ya había conseguido, en plan exorcista, quitarle la tontería de encima a uno de ellos, que se había enmendado y había empezado a salir con una chica… Resumiendo, según su teoría, la atracción entre personas del mismo sexo es como un sarampión, vamos, que la homosexualidad tiene cura. Ajá.

En este nuevo libro se reafirma. Citando su fuente, “la Sagrada Escritura”, define las relaciones homosexuales como “depravaciones graves, ya que la tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”. Aquí me da que se ha liado un poco, lo de “desordenados” creo que tiene más que ver con las orgías. Según me han contao, en estos eventos falta, a veces, organización…

También le da cera a “la cultura del rollo” de los jóvenes, eso que usted define como “cada fin de semana me enrollo con uno o con otro” porque “genera heridas y nos acostumbra a utilizar y ser utilizados por los demás…". O sea, si lo he entendido bien, dos personas que deciden tener una relación sexual, sin más y de mutuo acuerdo, se utilizan sí o sí. En cambio, si hay compromiso formal, con sello y firma de por medio, ya no hay utilización que valga. Pues yo juraría que se han dado casos…

Lo que me ha encantado es su dominio del lenguaje juvenil, se cachondea de la expresión salir a “pillar cacho” y se pregunta: “¿Cacho de qué? ¿De chorizo? ¿De morcilla? ¿De butifarra?”. Su manual es más completo que un hipermercado, tiene hasta sección de charcutería…

Y sin moverse de la industria cárnica, añade: “El placer que se obtiene de una relación sexual sin amor es muy distinto del que se obtiene de otra en la que amor es lo que se quiere comunicar. Es como el jamón de jabugo o el jamón de paleta cocida. Se llama jamón pero no es lo mismo”. ¡Qué seguridad al establecer la diferencia entre un placer y el otro, ni que fuera usted maestro jamonero!

Otros asuntos que podemos aprender en su libro:

–Los anticonceptivos: MAL, porque han convertido la idea de “¡a que tenemos un nene!” en “relájate y disfruta”.

–La educación afectivo-sexual en la red de enseñanza pública: MAL, porque asumen la “ideología de género”.

Muy fan de... Trillo

–La castidad: BIEN, porque es una especie de brújula que nos señala el norte, más frío por cierto que Invernalia, cuando el grajo vuela bajo…

Pues nada, a vender libros, la ficción tiene muchos adeptos. Y enhorabuena por el derroche de imaginación. Tiene mérito que, quien ha contraído el voto de castidad, se mueva con tal desparpajo en el territorio del sexo con alma y cuerpo.

He flipado mucho. Nunca te acostarás sin saber una cosa más. Bueno, según su libro, nunca te acostarás y punto. AJO y AGUA.

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