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Dudas sobre datos oficiales, recelo hacia los rescatadores y timos: los riesgos de los bulos de la dana

Si contra Sánchez vale hasta Netanyahu, es que vale cualquier cosa

A vueltas con la historia y sus extremos de comedia y tragedia, vivimos tiempos feroces, que en algunos lugares de este maravilloso y desdichado planeta son tan malos como los peores que se puedan recordar: si no eres de esas personas que prefieren mirar para otra parte, ves lo que ocurre en Ucrania y en Gaza y te das cuenta de que, en la era de internet y de la IA, en lo sustancial no ha cambiado nada: las guerras y sus motivos son los de siempre, lo único diferente son las armas. Cómo iba a ser posible otra cosa, si dos potencias militares como Rusia e Israel están presididas por un antiguo espía de la KGB y un agente del Sayeret Matkal, la unidad de élite de las fuerzas de defensa hebreas dedicada a operaciones de contraterrorismo, sabotaje en retaguardia e inteligencia militar.

Que el ministro de Exteriores y la diplomacia de Israel llamen a consultas a nuestra embajadora por considerar que el presidente Pedro Sánchez ha ofendido a su país durante su visita a Oriente Próximo y que al pedir que cese la matanza indiscriminada de palestinos se ha situado “del lado del terrorismo”, casi tendría un ángulo cómico, si no fuera porque estamos hablando de una catástrofe de proporciones terribles, que está haciendo correr ríos de sangre. Mejor ni pensar qué habría pasado si en lugar de expresarse con la cautela y las medias tintas a las que le obliga su cargo hubiera dicho lo que piensa tres cuartas partes de la humanidad: que el primer ministro Netanyahu es un criminal de guerra, que asesina a niños, que es igual de terrorista que Hamás, que está violando el derecho internacional y que si el mundo fuera justo él acabaría en el Tribunal de La Haya

Netanyahu, un verdadero apóstol de la destrucción cuyo empeño central, a lo largo de su dilatada carrera política, es el aniquilamiento de Palestina

Pero más allá del personaje y la situación en sí, que sin duda se presenta desoladora y que además no parece tener salida, porque la única posible sería, como también ha recordado Sánchez, el reconocimiento de Palestina y resulta que Hamás fue creado contra los acuerdos a los que se llegó en ese sentido en Oslo y contra Arafat, resulta preocupante la lectura que aquí en España han hecho tanto la oposición como sus medios cercanos de lo dicho por Sánchez tras su paso por Jerusalén, Ramala, El Cairo y la zona de Rafah, que no se ha centrado en la verdad sino en quien la decía, un rival al que sólo se puede criticar, desprestigiar y atacar por tierra, mar y aire, haga lo que haga: al enemigo, ni agua. Porque, de lo contrario, es imposible que exista quien no ve que Israel tiene que defenderse de Hamás, sin duda, pero de forma proporcionada y sin cometer para ello un genocidio. “Me horrorizan por igual los atentados de Hamás y la respuesta que ha dado Netanyahu”, ha declarado el narrador Salman Rushdie, que de persecuciones sabe algo; y las cifras que hasta ahora arroja la guerra son clarificadoras: hay mil doscientos muertos en Israel y en Palestina quince mil.

Netanyahu, un verdadero apóstol de la destrucción cuyo empeño central, a lo largo de su dilatada carrera política, es el aniquilamiento de Palestina, es el jefe en Israel pero no es Israel y lo que se cuestionan son sus actos, no la existencia de su país. Como todos los caudillos, sabe presentarse como la encarnación del pueblo judío y su abanderado, pero todo eso va mucho más allá de él y hay que recordar la fuerte contestación interna que tiene en casa. El escritor David Grossman lo dijo muy claro: “El primer ministro no ha convencido a nadie de que pretende luchar por la paz. De hecho es un asesino de la paz.” No es el único: el académico y escritor Yuval Noah Harari lo ha calificado de “rival de los Derechos Humanos”, y el novelista Amos Oz lo consideraba “inmoral y cobarde.”

En pleno conflicto, el alcalde de Madrid, pensando que así barre para casa y sin duda por querencia hacia un partido hermano de la derecha como es el Likud, le ha otorgado a Israel la medalla de honor de Madrid, con el argumento de que “es la única democracia de la zona.” Pero no es el qué, sino el cuándo y el a quién. Almeida, tan preocupado por la amnistía y el lawfare, la manipulación de la Justicia por parte del poder, ¿sabrá que hace unos meses salieron a las calles de todas las ciudades de Israel más de seiscientos mil manifestantes —ojo a la cifra, que en todo el Estado hay poco más de nueve millones de habitantes— para protestar contra la reforma impulsada por el propio Benjamín Netanyahu que supone una invasión en toda regla del poder judicial por parte del poder ejecutivo? Va a ser que no.

El número de palestinos fallecidos desde que comenzó el ataque de Hamás y se produjo la invasión a sangre y fuego de Gaza es “insoportable”, así lo describió el presidente Sánchez. A algunos, por lo que se ve y se lee, no les parece para tanto. Qué horror.

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