Antipolítica fiscal

La guerra de los populares por bajar los impuestos como estrategia política no es nueva. Pero en esta ocasión, orquestada desde Andalucía con el beneplácito de Alberto Núñez Feijóo, es otro enésimo desmarque de los modelos conservadores del resto de Europa. No es un asunto sobre las competencias del impuesto a los ricos que afecta al 0,2% de andaluces, va más allá. Esos 120 millones encierran numerosos mensajes falaces. El PP deja las arcas del Estado en los bolsillos de quienes más tienen despreciando el reparto colectivo. Enfrenta a las comunidades autónomas haciendo una llamada a la extracción de impuestos. Roza lo irregular al invitar a los empresarios catalanes a llevarse el dinero de una comunidad a otra donde no viven. Como el falso empadronamiento de Macarena Olona, empresas y fortunas deben cotizar donde están radicadas. Una máxima superada por toda escuela liberal por más que se erijan en el último mohicano de esa escuela. 

Los que alientan el supuesto patriotismo rompen la solidaridad interterritorial que debe defender cualquier partido de gobierno. Es precisamente lo que se condenaba del Brexit británico y el independentismo catalán durante el Procés. Unos porque vendían el falso mantra de que pagaban las facturas de la Unión Europea, incluidos los Pigs, como nos llamaban desde el norte; otros por el falso ‘España nos roba’. Ahora, la llamada del presidente andaluz invitando a los catalanes a su nuevo refugio fiscal, a ese "paraíso" proclamado por Ayuso, es una invitación a defender que las fortunas españolas, en pro de su europeidad, puedan trasladarse a Malta, Suiza o Luxemburgo. 

Los que alientan el supuesto patriotismo rompen la solidaridad interterritorial que debe defender cualquier partido de gobierno

En Andalucía el gravamen de patrimonio supone 120 millones, en Cataluña 800 millones. En la “subasta populista”, como lo ha calificado la portavoz del Govern, Patricia Plaja, se traduce en millones de euros que financian la salud, la sanidad, la educación. Los socialistas han hecho un cálculo y ese dinero da para 20 centros de educación infantil y primaria; 25 centros de salud; contratar durante un año a 500 médicos de familia y 2.000 enfermeros y celadores; se podrían pagar 400.000 ayudas a la dependencia pendientes de recibirlas de la Junta andaluza. Y es más dinero que el presupuesto de todo el año de Utrera, Écija, Morón, Sierra Norte, Lebrija y La Janda. España necesita un debate fiscal, pero no es el del impuesto de patrimonio. Y mucho menos se puede abrir desde el “Pedro Sánchez se forra” o el “cheques por votos” cuando se despliegan paquetes anticrisis financiados por esos impuestos y esa recaudación.

El desprecio del PP al reparto fiscal y la condonación a las grandes fortunas es una declaración de intenciones y deja sin responder a la pregunta obligada para un partido que pretende ser de gobierno: ¿cómo pretende Feijóo financiar el Estado de bienestar? Sin una respuesta económica seria a lo fundamental para la estabilidad de un país, para la seguridad de todos sus ciudadanos, no hay encaje posible en la Europa post-guerra de Ucrania. Y despreciar la recaudación es otra forma de antipolítica. Con la inflación disparada por el coste energético de la presión rusa, lanzar un mensaje antipatriota, querer despertar los nacionalismos y dedicarse a abrir el debate de los paraísos fiscales en tiempos de guerra, solo conecta con la pulsión ultra. Salvo el PP, ningún partido conservador está jugando esas cartas. Critican el lema del "Gobierno de la gente", pero siempre es mejor que el de los ricos y las banderas. No hay efecto Feijóo, hay efecto antifiscal. Prender la idea libertaria de no pagar y que se apañen los que no tienen cómo, en este momento global, es –de nuevo– antipolítico. 

Escuchar a Vladímir Putin el mismo día que a Juanma Moreno Bonilla en modo rebajas de otoño para millonarios es frustrante políticamente. Lo más positivo del debate es que ha impulsado la necesaria reforma fiscal del Gobierno de coalición. La necesidad de idear fórmulas, en consonancia con el PP europeo de Ursula Von Der Leyen ya que no puede ser con el PP nacional, de repartir la recaudación y los impuestos de arriba a abajo. Si Feijóo golpea con la bajada indiscriminada de impuestos, a Sánchez le toca golpear con lo contrario. El ejecutivo viene de un choque frontal con el PP por los beneficios extraordinarios de las grandes financieras y corporaciones energéticas. Si había tentación de dejar la fiscalidad de la riqueza para una futura legislatura, ya no es posible. Y si nunca se ha demostrado que la bajada de impuestos recaude más, igual toca demostrar que el reparto de los beneficios de grandes fortunas y corporaciones sí lo hace.

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