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Segunda vuelta

Sólo Casado responderá por Vox

Pilar Velasco

Una semana después ya sabemos dónde nos ha arrojado la sacudida murciana. Estamos en 2023. Todo estaba ahí a la espera de ocurrir dentro de dos años. O al menos no en plena pandemia, en un inocuo mes de marzo. Alguien calculó mal y hemos hecho un Regreso al futuro en toda reglaRegreso al futuro. Iglesias fuera del Gobierno –sin provocar una crisis, sin ‘colocar’ a Irene Montero–; Ciudadanos con menos diputados que el Grupo Mixto y la extrema derecha con el PP atado a su tubo de escape dando tumbos por Madrid.

En una semana se ha pulverizado parte de la estabilidad de unos Presupuestos recién aprobados y la victoria catalana. Y como la tectónica de placas no responde a una jugada maestra, saltamos a otro punto de partida.

En el corto plazo, el Gobierno de Pedro Sánchez no sale reforzado de la triple jugada –Murcia, Madrid, Iglesias– Es más, queda más expuesto. La aprobación de la operación de Murcia, por traicionera que sea esa federación, denota falta de control estratégico. Arrimadas es menos útil. Y con la salida de Iglesias pierden una suerte de saco de golpes que recibía los propios y algunos ajenos. Probablemente alivie la tensión y deje respirar una legislatura que también lo necesita: Yolanda Díaz es una política que responde a lo real y no al relato, que no entrará al titular fácil de las refriegas entre rojos y morados.

Pero sale el Vicepresidente Segundo y se abre el telón del Gobierno. Sin la tensión de la coalición, quedan las políticas. Hasta ahora, Ábalos, Montero o Calviño podían hacer el gesto de recoger la cuerda que ‘sobraba’ de las medidas progresistas del programa. Podemos lo pedía todo y ellos encontraban el equilibrio económico. La cocción liberal al punto de solvencia. Desde hoy, el discurso de Ábalos sobre el mercado de alquiler inmobiliario corre el riesgo de sonar a Luis de Guindos; que no llegue el Ingreso Mínimo Vital será culpa de Escrivá; las ayudas directas a las empresas y hosteleros, más de lo mismo.

Y falta el tercer acto. Fundación, Gobierno, Oposición. En la Moncloa respiraron con la salida y después vino el ‘What?’ a lo Oprah Winfrey. Hay quien piensa que Iglesias es más poderoso ahora que antes. Puede romper la coalición, hacer oposición desde fuera e imponer una suerte de ‘Cumbres Sánchez-Iglesias’ para desbloquear conflictos. Misma guerra, distinto sitio.

¿Todo esto por Madrid? Todo por Madrid. No es solo el 5% de Unidas Podemos, es la Voxización de España con la capital como centro neurálgico. Si suena exagerado fijémonos en qué ha hecho Abascal desde la moción murciana. Dar mítines encubiertos de ruedas de prensa en Murcia o en Sevilla. Una campaña ininterrumpida por lo que pueda pasar. Unos mítines donde su público grita a la prensa “Fuera”,“Putas” y VOX, tercera fuerza política, ni se inmuta. Es decir, lo permite.

En Madrid se juega la Voxización del país porque, tras el batacazo catalán, el PP llega con la peor versión de sí mismo. Ha normalizado la corrupción, el todo vale y la compra de voluntades sin despeinarse. Ha permitido que Ayuso orqueste la campaña más populista, reaccionaria y espúrea desde aquellas de Esperanza Aguirre. Una inauguraba paradas de metro con Isabel Pantoja, Ayuso repartirá ayudas directas como si fueran sobres. Sumirá al partido en la campaña del elefante: “Feministas contagiadoras”, el “caribeño con chándal, mansiones y séquitos de mujeres”, ser “fascista” mola… fuegos artificiales para tapar una gestión fallida.

Iglesias ha activado la reconquista de Madrid, el mítico asalto a los cielos de Atocha que nunca llega. 25 años de políticas liberales abonadas con dinero fácil: menos impuestos, menos servicios públicos, barrios abandonados, turismo de botellón y AirBnb. Con la diferencia de que ahora todos los votantes progresistas tienen donde ir sin pisarse votos.

Más Madrid ha dibujado con trabajo y buen tino un hilo conductor que la izquierda madrileña reconoce: Esa misma bata blanca de las mareas ha vuelto a ondear durante la pandemia con Mónica García como máximo exponente de la oposición. La campaña, dicen desde dentro, será previsible: servicios públicos, agenda feminista, verde, europeísta, joven y un frente moral al ayusismo. Ojalá lo previsible fuera lo habitual. Solo le queda mover ficha a Gabilondo e intentar rematar a la tercera.

Pase lo que pase, Casado ha saltado del barco de los conservadores a la extrema derecha del ‘Comunismo o libertad’, de cabeza al trumpismo de medio pelo. Si Ayuso gana y no tiene mayoría absoluta tendrá que dar explicaciones en Europa por imponer la far-right en Madridfar-right . Ella disfrutará del triunfo, él será el responsable de no poner freno al partido de extrema derecha que, junto a sus socios europeos, amenazan la existencia de la propia Unión.

Recuerdo una frase lapidaria del profesor Jason Stanley, autor de Facha, paseando por su facultad en Yale. “Rivera desaparecerá porque ha traicionado su principal ADN: Un liberal es en esencia un antifascista”. Pudo haberse equivocado, pero acertó. La extrema derecha es así, lo destruye todo. Por eso en Madrid se juega parte de la Voxización nacional. Y el futuro de Casado. Que, a este paso, igual le va mejor perder. Una fórmula muy gallega que hasta puede empujarle al modelo Feijóo.

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