¡La banca siempre gana! Helena Resano
La comparecencia de Leire Díez ha sido esperpéntica en fondo y forma. Por sus incomprensibles explicaciones –ha sido más elocuente en su ruta mediática aunque también ilegible en sus intenciones– y por la irrupción de Víctor de Aldama. Aun con toda su brutalidad, la escena ha servido para dibujar algo mejor el paisaje completo. Hay piezas del puzzle que se van poniendo boca arriba. El “nexo corruptor” Aldama se ha metido en la escena voluntariamente clarificando una semana de filtraciones inconexas que van tomando cuerpo.
Sabemos que la polémica reunión que destapó a la exmilitante Leire Díez esconde un entramado todavía por desenredar donde se están construyendo algunas informaciones de parte a falta de la foto completa. Sabemos también que hay algo en el tándem opaco Leire Díez-Javier Pérez Dolset que perjudica, y mucho, los intereses corruptos de Aldama. El “nexo corruptor” quiere tapar –también desde los bajos fondos– su actividades ilícitas intentando elevar la trama a la cúpula de Ferraz y del Gobierno sin conseguirlo de manera directa. De ahí parte de su desesperación, el grito de “sinvergüenza” y el “se van a enterar ella, Cerdán y el presidente”. Sabemos que de la reunión grabada en un despacho que se ha llevado por delante a Leire Díez, el vínculo del empresario investigado y Aldama es compartir el mismo abogado. Dos frentes enemigos que van a colisionar de aquí en adelante en un ambiente tóxico y donde no se escapa ninguno.
La actividad de Leire Díez es absolutamente incompatible con la militancia socialista, el periodismo y el Gobierno. No puede ser militante-informante de casos que afectan al PSOE o causas judicializadas que a su vez dependen del ministerio del Interior
La actividad de Leire Díez es absolutamente incompatible con la militancia socialista, el periodismo y el Gobierno. No puede ser militante-informante de casos que afectan al PSOE o causas judicializadas que a su vez dependen del ministerio del Interior. Llevar al partido información sensible pone en jaque al secretario de organización, Santos Cerdán, y al Ejecutivo.
Una militante operando por detrás en causas que le afectan, amenazando al teniente coronel Antonio Balas y cuestionando sin pruebas un nervio tan sensible del Estado de derecho como la protección de las investigaciones anticorrupción es algo que enturbia e implica al PSOE con su sola presencia y sus andanzas. Y mancha por supuesto el periodismo, una profesión donde no tiene precedentes de haberlo ejercido y en la que cualquiera con mínimos conocimientos sabe que no se trabaja así. Ningún periodista ofrece beneficios a jueces y fiscales a cambio de información. Ningún periodista busca “cargarse” a nadie en esos términos. Su militancia y cargos públicos en el pasado son incompatibles con su acopio de información de supuestas irregularidades que ha hecho circular por partidos antes que por una fiscalía. Si Leire Díez pretendía denunciar las cloacas, ha acabado en una.
Su baja de la militancia no puede ser temporal. Ha dañado la imagen del partido socialista y ha abierto una crisis al Gobierno. La expulsión de Ábalos fue rápida y en parte eficaz. El cortafuegos de Leire Díez no ha evitado que sus socios de investidura pidan la comparecencia de Pedro Sánchez para que aclare un embrollo difícil de explicar. La persona a comparecer es Santos Cerdán, no el presidente, por su conocimiento de los hechos. Pero la maquinaria ya está en marcha para que sea Sánchez el que termine respondiendo por la causa.
No sabemos dónde va a acabar la guerra abierta entre la exmilitante y el propio Aldama. Por fin, tras ocho días de silencio desde que explotó la causa, el PSOE ha puesto tierra de por medio y no ha caído en la tentación de seguir el juego a denuncias de supuestas irregularidades policiales con las que Díez se ha obsesionado con malas prácticas y peores canales. El pendrive entregado a Santos Cerdán acabará en la fiscalía, buenos reflejos que esta vez llegan a tiempo.
El PP se equivoca en su reacción y puede no salir indemne de la inflamación permanente que le lleva a llamar “capo de la mafia” al presidente y a difundir bulos sobre el sistema del voto por correo. No es una buena noticia para Feijóo que Aldama, uno de los empresarios corruptos más peligrosos de los últimos años, pida el voto para el líder de los populares y estos no hagan ni media mención para desmarcarse. Un personaje siniestro que ha regado con mordidas y fraudes los espacios por donde ha pasado –como apuntan las causas que le investigan– haciendo campaña electoral para el PP acaba manchando tanto como una militante obsesionada todavía no sabemos con qué fin. En esta línea, es lógico sospechar también de la obsesión de Aldama por pedir un adelanto electoral. Y está a un paso de llevar la pancarta en las manifestaciones convocadas por el PP sin que se lo impidan.
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