Trump, el mundo a la espera de la revancha Pilar Velasco
El debate decisivo
Esta campaña electoral, en términos de comunicación política, pasará a la historia por dos factores primordiales. Por un lado, la trascendental presencia mediática y, por otro, por la importancia que pueda tener el uso de la mentira como estrategia política. Respecto al peso de los medios, muy centrado en la televisión y en las redes sociales, la derecha ha exhibido una amplia cobertura y un apoyo extremo con el PP. Con relación al uso de la mentira, la figura de Núñez Feijóo llega al final de la campaña tocada, tras la constatación de que ha estado presente en el eje principal de su discurso. Este miércoles noche va a tener lugar el último debate electoral de estas elecciones. El PP busca que pase inadvertido y no tenga influencia alguna. Para PSOE, Sumar y Vox puede significar una extraordinaria oportunidad de puntuar.
Como todo en esta peculiar campaña, el debate tiene la originalidad de que Núñez Feijóo ya anunció que no iba a estar presente. Este año el debate decisivo, último de la campaña, va a tener lugar en TVE y ha ido adquiriendo en los últimos días una expectación creciente. Estamos apenas a cuatro días de las votaciones y cualquier detalle que pueda surgir puede tener una importancia inimaginable. Con total seguridad, el Partido Popular habrá evaluado con profundidad su posición. Evidentemente, puede que lleven razón y que sea lo mejor para sus intereses. Sin embargo, el sentido común lleva a pensar que puede ser una decisión demasiado arriesgada. La huida de Feijóo puede verse desde varias perspectivas, pero casi todas parecen negativas para él.
Feijóo se esconde
La primera aproximación lleva a pensar que el líder del PP no quiere volver a verse las caras con Pedro Sánchez. Tiene toda la lógica. El festival de mentiras y deformaciones de la verdad que pudo soltar sin freno alguno en el debate del día 10 podría aclararse ahora, una vez que los servicios de fact-check han hecho su tarea estos días y han confirmado la larga serie de falsedades de las que Feijóo hizo uso en aquella ocasión. Por cierto, como era previsible, los medios conservadores no han dedicado prácticamente espacio alguno a la cuestión estos días.
Todo hace pensar que la planificación de la campaña del PP tuvo en cuenta su decisión de ausentarse de este último debate a la hora de planificar la táctica a seguir en el primero. Si no había partido de vuelta, podían mentir cuanto quisieran. Se contaba con que su dominio mediático iba a tapar el asunto y, sin posibilidad alguna de réplica, el efecto destructor de su ataque daría resultado. En buena medida, así ha sido.
La mentira en primer plano
Sin embargo, el accidente sufrido este lunes en la entrevista de TVE con Silvia Intxaurrondo ha hecho aparecer un escenario imprevisto. La categoría de la mentira unida a la figura de Feijóo se ha extendido con una fuerza extraordinaria. De alguna manera, esta incidencia ha terminado por hacer visible un estado de opinión latente, pero que no había terminado de aflorar hasta ahora. El uso de la mentira en la política actual por parte de la derecha ha pasado a convertirse en un potente tema de campaña.
Este hecho sucede a dos fenómenos que han dominado el debate público en los últimos tiempos. A lo largo de estos años, las derechas política y mediática han urdido un organizado plan de desprestigio de la figura política de Pedro Sánchez, basado en acusarle de mentiroso compulsivo. La avalancha de ataques contra el llamado sanchismo se ha cimentado en argumentos que uno a uno se han ido desmontando con el paso del tiempo.
La categoría de la mentira unida a la figura de Feijóo se ha extendido con una fuerza extraordinaria. De alguna manera, esta incidencia ha terminado por hacer visible un estado de opinión latente, pero que no había terminado de aflorar hasta ahora
Es falso que Sánchez hubiera dicho que perdería el sueño si gobernaba con Podemos; es falso que exista un solo órgano de gobierno compartido por el PSOE y Bildu; es falso que la economía viva momentos críticos; es falso que el Partido Socialista tenga la más mínima afinidad con el terrorismo; es falso que la ley de Igualdad sea una amenaza a la seguridad de las mujeres; es falso que la ocupación de viviendas particulares sea un problema extendido en España; es falso que la inmigración sea la culpable de la delincuencia en nuestro país; es falso que el PP defienda el apoyo a la lista más votada; es falso que la derecha haya estado a favor de aumentar las pensiones y el salario mínimo. La lista podría extenderse a todo lo que forma parte del discurso de PP y Vox.
No junto a Abascal
El otro elemento clave para entender por qué Feijóo prefiere ver el debate desde casa es el de evitar como sea que aparezca una imagen suya junto a Santiago Abascal. El líder del PP sabe que para ganar las elecciones necesita contar con el voto moderado, especialmente el procedente de exvotantes socialistas a los que se ha conseguido convencer con la campaña antisanchista. Ese voto determinante en las elecciones del domingo podría sentirse violentado en su conciencia si asume que va a apoyar a un candidato que, en caso de conseguir la mayoría necesaria, gobernaría con Abascal de vicepresidente. Feijóo y Abascal juntos en un debate enfrentados a Pedro Sánchez podría ser demoledor para el intento del PP de extraer voto transferido del PSOE.
Lo que falta por medir en este debate decisivo es el efecto que puede tener la presencia virtual de Feijóo. El hecho de que no esté presente físicamente sólo le garantiza que no podrá hablar. Lo que no podrá evitar es que sea aludido durante toda la noche por sus rivales electorales o que todo el mundo visualice en su figura cuantas referencias puedan ir dirigidas en su contra. No podrá hablar, pero no tendrá más remedio que escuchar. Los espectadores no tendrán oportunidad de oír defensa alguna a su favor.
Dos alternativas de gobierno
La gran incógnita de la noche será el rol que decida jugar Santiago Abascal. Se ha especulado estos días con la posibilidad de que decidiera finalmente no acudir al debate, tal y como hizo con el que intentó organizar el grupo PRISA. Si realmente actuara en connivencia con Feijóo, el boicot al debate sería una prueba palmaria. El hecho de que acepte participar implica que entiende que tiene una magnífica oportunidad para atraer todo el foco mediático casi por única vez en la campaña.
Frente a la cobardía de Feijóo de no atreverse a ir al debate, Abascal buscará aparecer como el único con agallas para hacer frente a la coalición progresista que representan Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. Abascal buscará la confrontación para demostrar al electorado ultra que si quieren de verdad acabar con la izquierda es la opción más segura y fiable. Buena parte del crecimiento inicial de Vox se cimentó en su papel como alternativa a la bautizada como derechita cobarde representada por Mariano Rajoy. Esta misma disyuntiva puede reaparecer en el debate.
Mientras tanto, Yolanda Díaz y Pedro Sánchez tienen una oportunidad excelente para intentar convencer a numerosos indecisos de sus argumentos, en tanto en cuanto se van a confrontar con la ultraderecha. Entre ambos, al menos durante esta campaña, se ha percibido una buena relación, no exenta de lógicas diferencias programáticas, que termina por ofrecer una alternativa sólida y convincente. Sólo hay dos posibilidades de gobierno que de una forma extraña se van a visualizar en este peculiar debate. O un gobierno de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz o el encabezado por Núñez Feijóo, un político escondido en casa porque no quiere que se le vea públicamente con su socio de coalición, Santiago Abascal. Veremos quién sale ganando del combate.
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