Plaza Pública

El templo de la Razón Crítica

Jaume d´Urgell

Vivimos tiempos convulsos, es un hecho. A la vorágine especuladora de las últimas décadas, le ha seguido un tiempo aciago, donde una orgía de sinvergüenzas sin escrúpulos ha abierto paso, haciendo uso de cualquier medio puesto a su alcance, hasta obtener el permiso de la ciudadanía para gobernar en contra de sí misma.

Estos son tiempos de recortes presupuestarios. Tiempos difíciles, donde se estafa impunemente a las personas mayores, tiempos en los que se niega la atención sanitaria a nuestras hermanas y hermanos de ultramar, donde se cierran escuelas por doquier y se somete el predominio del bien común al interés de la más lúgubre superchería, servidora fiel de aquellos que gobiernan incluso cuando parece que no detentan el poder.

Son tiempos difíciles, especialmente —y más que nunca— para el mundo de las culturas, pues si la idea de socializar las artes jamás gozó del afecto de Palacio, de un tiempo a esta parte, se diría que los sucesivos recortes y las pretensiones de control espurio, han dado paso a una nueva etapa, en la que ningún resquicio de justicia social está garantizado, una etapa... en la que todo está en entredicho. Preguntaréis: ¿y dónde están las lilas? ¿Y la metafísica cubierta de amapolas? ¿Y la lluvia que a menudo golpeaba sus palabras llenándolas de agujeros y pájaros? Os voy a contar todo lo que me pasa:

En un lugar cercano al corazón de Madrid, se yergue el Templo de la Razón Crítica, la docta casa, el Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, el lugar donde todo fue posible alguna vez, y donde todavía hoy, reside una parte de nuestra memoria pública, acaso la mejor. El Ateneo de Madrid es un espacio de debate; un foro, en la acepción clásica del término; un punto de encuentro para personas e ideas, al servicio de toda la familia humana. Por decirlo de un modo sencillo y contemporáneo: el Ateneo de Madrid ya era, en 1873, lo que en nuestros días viene a ser Internet... con todo lo bueno, y todo lo demás.

En el Ateneo de Madrid tienen lugar más de mil actos públicos cada año, entre conferencias, charlas, debates, presentaciones de libros, coloquios, conciertos, exposiciones de arte, representaciones teatrales, proyecciones de cine... El Ateneo de Madrid alberga también una de las mayores y mejores bibliotecas de España. Es también un punto de referencia para el activismo político de toda suerte de tendencias ideológicas. El Ateneo es, en fin, nuestra Arcadia castiza, el doblón de Castilla, la luz del microscopio de Ramón y Cajal. ¿Y bien? ¿Cuánto hay en juego? La respuesta no puede ser más breve: hoy, más que nunca, la continuidad del Ateneo de Madrid está en entredicho. A favor y en contra del mismo pugnan intereses contrapuestos, algunos de los cuales llegan a presentarse a sí mismos como «salvadores del Ateneo», cuando sus verdaderos fines son bien distintos en realidad.

El Ateneo de Madrid es una caja de resonancia mediática, un espacio de agitación intelectual, un vivero de ideas... es una asociación cultural democrática e indómita, asamblearia y transparente, ajena a toda posibilidad de control externo, en resumen: una piedra dentro de los zapatos del poder. Para la derecha española: tradicional, antidemocrática, confesional y preilustrada, el Ateneo de Madrid debe cambiar o desaparecer. He ahí lo que sucede.

¿Desaparecer? Primera opción: estrangular económicamente a la entidad, negándole subvenciones e impidiéndole deshacerse de activos, a fin de que se vea obligada a reducir su actividad, despedir al personal y finalmente... cerrar. El sueño de todos los prelados, pistoleros, neoliberales antiliberales y demás Primos de Rivera. ¿Cambiar? Para la voz de las cavernas, cambiar es un eufemismo de involucionar. Algunos querrían provocar una fallida controlada de la institución —tal como se describe en el párrafo anterior—, para, acto seguido, sacar de la chistera un capital extraño, cambiar la forma de la personalidad jurídica, echar a la masa social y sustituirla por un patronato vitalicio, obediente y antidemocrático. En otras palabras: pretenden convertir el Ateneo de Madrid en una especie de FAES, pero conservando el nombre, para intentar hacer con la docta casa lo mismo que ya hicieran con la palabra «liberal».

Pero... ¿existe alguna otra opción? Sí. Existe la opción encabezada por su actual presidente y candidato a la reelección: el profesor Carlos París, cuyo equipo de confianza ha demostrado ya en muchas ocasiones su determinación a superar toda suerte de embates, embustes y recortes presupuestarios, a fin de garantizar que el Ateneo de Madrid siga siendo el Ateneo de Madrid: la casa de las artes y las culturas, abierta y plural, democrática y participativa, transparente y comprometida con la sociedad.

El Ateneo debe seguir siendo el Ateneo: decimonónico y con wifi, hervidero de pasiones, hogar de locos geniales y pensadoras singulares, pero sin vetos ni exclusiones, con las cuentas claras, los cargos electos y sin remunerar, los actos diversos y las luces encendidas... al alcance de cualquier persona libre y de buenas costumbres que desee golpear sus puertas... siempre abiertas.

Jaume d'Urgell es ateneísta con el número 29.739

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