Colgado de los pies la amnistía se ve distinta

La amnistía se abre paso mientras el ruido decrece. La polémica ley de perdón ha pasado el primer trámite en el Congreso de los Diputados sin pena ni gloria. Una mayoría de 178 diputados ha permitido que la ley comience a tramitarse y ponga rumbo hacia su aprobación. Las mayorías parlamentarias están claras, el resultado de sus votaciones también y lo único que queda en duda es la capacidad de la derecha de mantener en alto durante mucho más tiempo el suflé hiperbólico que llevan cebando con pasión durante los últimos meses.

Lo cierto es que el pleno de toma en consideración de la proposición de ley de amnistía fue un pleno relativamente tranquilo. Paradójicamente, el primer paso para la tramitación del “fin de la democracia y del Estado de derecho en España” transcurrió sin mayor trascendencia. Es bastante ilustrativo del momento en el que nos encontrarnos la siguiente imagen. Fuera del Congreso, las fuerzas de seguridad estaban preparadas por si había concentraciones o manifestaciones. Pero no acudió absolutamente nadie a protestar. España, por fortuna, ya comienza a pasar página, una vez más. Y tampoco es un proceso que no conozcamos o que no esperásemos. De hecho recuerda bastante a lo que ocurrió con los indultos. Manifestaciones en Colón, declaraciones hiperventiladas advirtiendo del fin del Estado de derecho, y, al final, nada. La vida sigue y lo importante sigue siendo el salario que cobras a final de mes y lo que pagas de luz y alquiler. Por mucho que se grite sobre Bildu, ETA y la amnistía lo importante sigue siendo tu trabajo, tu salario y tu día a día, que queda muy lejos de las desorientadas ilusiones de dictadura social-comunista en las que vive instalada la oposición desde hace meses.

Pedro Sánchez puede estar de enhorabuena, porque tiene enfrente a la oposición más torpe de la democracia

Sin embargo, el verdadero drama para la oposición no es tanto que la contestación a la amnistía esté empezando a amainar poco a poco igual que ocurrió con los indultos en su día. El verdadero drama radica en que, al forzar la maquinaria declarativa al máximo durante los últimos meses, la oposición ha descarrilado y está logrando el efecto contrario al esperado. Está convirtiendo en buena la amnistía. Me explico.

Estoy convencido de que una parte importante del electorado progresista español ve con recelo la aprobación de una ley de amnistía. Sin embargo, durante los últimos meses este electorado progresista desencantado con la dura realidad de que la gobernabilidad de España pase por entenderse con un perfil tan poco sospechoso de progresismo como Carles Puigdemont ha visto muchas cosas. Sobre todo, ha tenido tiempo para comparar escenarios. Y cuando esas personas querían recibir de la oposición una crítica sosegada, fundamentada y realista a algo que no veían del todo claro, se han encontrado con todo lo contrario. Con referencias a que España es una dictadura, con manifestaciones delante de la sede del PSOE en las que se hacían saludos fascistas o se rezaba para acabar con el Gobierno, con declaraciones en contra del presidente pidiendo que “abandone España en el maletero de un coche” y, la última de todas, alentando a que “el pueblo español cuelgue de los pies a Pedro Sánchez”. Entonces las dudas se disipan. Porque nada es más útil para asumir un mal menor que enfrentarlo a un mal mayor. Y con las declaraciones completamente fuera de lugar de estos últimos días y la oposición radicalizada en las calles de estos últimos meses han conseguido crear el antídoto perfecto para que ese electorado progresista potencialmente desencantado con el presidente y su amnistía la acabe asumiendo por la simple contraposición a lo que hay al otro lado. En otras palabras, Pedro Sánchez puede estar de enhorabuena, porque tiene enfrente a la oposición más torpe de la democracia. Tanto que le está ayudando con su gesticulación sobreactuada a sacar adelante uno de los escollos más importantes de esta legislatura. Y es que “colgado de los pies” la amnistía se ve distinta.

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