La portada de mañana
Ver
El bulo del pucherazo que adulteró el 28M: cómo el PP y sus medios armaron con éxito un engaño electoral

Confuso agosto

Trabajar en agosto es horrible. Trabajar en agosto me encanta. Este país es disfuncional en agosto. Qué gozada el agosto en España. Este mes he escuchado todas estas frases y también he pasado por cada una de ellas. No he conocido ningún lugar que mute tan drásticamente durante todo un mes como España en agosto. A veces me gusta esa singularidad. Otras, me desespera.

El agosto español está bien, supongo, si lo coges entero de vacaciones, si no tienes ningún percance médico o burocrático o de otra índole; si no necesitas, al final, nada de nadie. De lo contrario: buena suerte y mejor paciencia. Como periodista, me gusta agosto porque por unos días no tenemos apenas “agenda” y necesitamos buscar los temas. Es decir: hacer completamente periodismo. Es una gozada. Problema: ¿A quién se puede llamar en agosto en España? En agosto primero, si acaso, se escribe con una disculpa: “Perdona que te escriba en agosto, ¿estás operativo?” fue la que automaticé este año.

“Es imposible currar cuando nadie más lo hace”, me dijo una profesora universitaria a quien consulté para un artículo que escribí aquí en infoLibre sobre Carmen Martín Gaite. Me quedé pensando. “Nadie más lo hace”. A veces España se cree el mito de que es un país funcionarial. Muchísima gente trabaja más en agosto que en todo el año. Para que esa copa de balón llegue a tu mesa alguien ha tenido que servírtela. Ese alguien también es España en agosto, también cotiza (por muchas menos horas de las que trabaja, seguramente).

Como periodista, me gusta agosto porque por unos días no tenemos apenas “agenda” y necesitamos buscar los temas

Mi padre es agricultor y mi madre auxiliar de enfermería a turnos, así que para mí la rutina no fue de ocho a tres con vacaciones en agosto mucho antes de ser periodista. No lo fue nunca. La he visto cerca y tampoco me llama. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Yo en agosto –entre abril y el 31 de octubre realmente– tengo mucha energía. No tengo ganas de parar, sino de estar todo el día y toda la noche en la calle, salvo entre las dos y las siete pm., por supervivencia. A mí agosto me vendría mejor en algún momento entre el 7 de enero y ese último día de marzo que parece no llegar nunca. Un agosto para romper el invierno. España en invierno me parece un país aburridísimo, sumido en una performance de tristeza, rutina e impostada seriedad.

A mí de agosto me gusta, sobre todo, su espíritu. Todos más asilvestrados, más disfrutones, más libres. Ojalá un poco más de agosto en todos los meses del año. Aceptar que sólo es realmente nuestro uno de doce meses es una rendición inaceptable. A mí el asueto me gusta como el mar y las piscinas y cualquier charca: para entrar y salir con frecuencia. Todavía queda agosto, pero si te pasas un par de hojas de la agenda, ya atibas esa “reunión escolar”, esa “vuelta al gimnasio”. No nos pongamos tristes. Guardemos este espíritu de agosto como hacemos con las conchas y la arena fina cuando nos vamos del mar y queremos que algo de todo aquello se vuelva con nosotros.

Más sobre este tema
stats