Desfranquización, ahora o nunca

Ian Gibson

Hace unas semanas, entrevistado por Natalia Junquera en El País, Ángel Viñas –que ocupa un lugar muy destacado entre los historiadores españoles actuales más reputados mundialmente– pronunció unas palabras que recorté y archivé en al acto. Palabras que me parecieron, y me parecen, de lo más acertadas e imprescindibles en las presentes circunstancias. “Hitler y Mussolini fueron derrotados, pero aquí la dictadura duró casi hasta 1977 –enfatizó–. En Alemania hubo desnazificación, se fijaron en la Educación. Aquí no hubo desfranquización. Esa es la madre del cordero. Se dice: ‘Hay que construir la España del futuro’, pero no puede hacerse sin conocer el pasado. Los historiadores somos presos de la documentación. Luego, está la lucha política. Los chavales deben conocer su propia historia. Hoy no es así”. 

Está claro que hoy no es así,  los chavales no saben casi nada de la Segunda República (sin mencionar la Primera), de la Guerra Civil y de la brutal represión franquista subsiguiente. Tal ignorancia tendrá resultados desastrosos para el futuro de este país. Las derechas españolas han demostrado ser incapaces de asumir la criminalidad del régimen del que proceden. Régimen impuesto por unos militares traidores sublevados ilegalmente contra la democracia republicana, y dispuestos a matar a media España si hacía falta para lograr sus propósitos  (Franco dixit antes de cruzar el Estrecho).  

Cuarenta años de dictadura, con el apoyo nauseabundo de la Iglesia española y la mentira de su “cruzada” redentora, fueron muchos años para la siembra e inculcación de falsas noticias, mentiras descaradas, descalificaciones, destrucción de documentación comprometedora y eliminación masiva de disidentes. Cuando ya era evidente que a Franco le quedaba poco tiempo, que España no podía seguir ostentando un régimen tiránico, que se había producido en el país un enorme cambio sociológico, con ansias de entrar en Europa, la destrucción de marras adquirió un ritmo frenético. Algo de mala conciencia había. Por suerte no pudieron acabar con todos los papeles, el acceso a los cuales, a veces todavía imposible, será facilitado por la nueva Ley.

En la España de hoy, casi cincuenta años después de la muerte del dictador, todavía se sueltan públicamente, día tras día, barbaridades que en absoluto se tolerarían en Alemania. En esto también España es diferente. Aquí se repite ad nauseam el mantra de que hay que olvidar las fosas comunes de los “rojos”, con sus decenas de miles de víctimas, y que exhumar es reabrir heridas. ¡Reabrir heridas! ¡Heridas nunca cerradas! Aquí el señor Abascal se puede permitir el lujo de hablar de  “estercolero multicultural” y hasta de insultar a Blas Infante con la descalificación de “lunático y islamófilo”. ¡El ideólogo del andalucismo, eliminado por el fascismo casi en la misma fecha que Federico García Lorca! Y no pasa nada. Aquí un tal Pablo Casado, por suerte desaparecido del escenario político, pudo decir que estaba harto “de la fosa del abuelo”,  y su compinche, un tal Rafael Hernando, que las familias solo buscaban a sus desaparecidos cuando andaba por medio una subvención. Aquí cualquier portavoz del PP,  masculina o femenina, y no digamos de Vox, puede segregar en el Congreso, por la comisura de los labios, todo el desdén y desprecio que quiera contra Pedro Sánchez y sus compañeros de coalición. Nada de elogiar ni la más mínima cosa bien hecha.  Han sido de una deslealtad radical a lo largo de la legislatura. A mí me parece que no tienen perdón del Dios en que dicen creer, tan católicos ellos. Pues, como todo el mundo sabe, Jesús predicó el amor al prójimo, la compasión y el perdón. Fue, en realidad, un revolucionario. Con solo decir que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que un rico entrara en el Reino de Dios,  la ofensa a los pudientes era conclusiva. También tuvo algo que decir acerca de los hipócritas, acudiendo a una genial metáfora: ya se sabe, sepulcros blanqueados por fuera y llenos de podredumbre en su interior.  

Después de tanta espera, de la fe que mueve montañas practicada por agrupaciones de víctimas como la ARMH, parece que por fin España va a poder ir por el mundo con la cabeza alta

Este jueves está previsto que se vote por fin en el Congreso la enmendada Ley de Memoria Democrática, aprobada por el Consejo de Ministros hace un año, que supone un avance muy significativo sobre su antecesora de 2007. Se puede disentir de algunas de sus propuestas. Pero, si sale respaldada por el Parlamento –y todo indica que sí–,  va a constituir uno de los pasos más valientes y más constructivos dados por la España posconstitucional. Que el Estado asuma la apertura de las fosas de la vergüenza, con todas las garantías que ello presupone, y no las organizaciones particulares, es de fundamental relevancia; que haya compensaciones económicas para los familiares de las víctimas también lo es; que se declare criminal el régimen de Franco, ¡qué orgullo para la España democrática ya plenamente integrada en Europa!; que se enseñe en las escuelas, con la mayor objetividad posible, la historia de la Guerra Civil y de la dictadura, ¡un andamio para la futura España de la cultura y del diálogo! Después de tanta espera, de tantas y tantas trabas puestas, de la fe que mueve montañas practicada por agrupaciones de víctimas como la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica,  dirigida por Emilio Silva, parece que por fin España va a poder ir por el mundo con la cabeza alta.   

El PP ya va diciendo, por supuesto,  que, si triunfa en los próximos comicios,  deshará la nueva Ley. También Vox, y hasta los que quedan de los casi extintos Ciudadanos, torpes hasta el final. No dudo que lo intentarán por todos los medios. O sea, que actuarán como siempre han hecho los reaccionarios de este país, destejiendo metódicamente lo tejido por los anteriores. Así son. Ya los conocemos.  

La única manera de impedir la victoria del PP es que se haga realidad la propuesta de esta mujer extraordinaria que se llama Yolanda Díaz. Las fuerzas a la izquierda del PSOE tienen la obligación moral, ante la historia, de formar un bloque sólido y cohesionado para que el próximo Gobierno de España sea una coalición con discrepancias, sí, inevitablemente, pero sin fisuras suicidas. Y con la determinación y talante de pactar paso por paso las medidas que van a exigir circunstancias muy complejas. ¿Lo van a conseguir? Yo tengo que creer que sí.

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Ian Gibson es hispanista, especialista en historia contemporánea española, biógrafo de García Lorca, Dalí, Buñuel y Machado.

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