Fanfarria militar a mayor gloria de Trump

En un ejemplo más de prepotencia, empleando sin pudor medios públicos para satisfacer sueños personales, y de narcisismo, como si fuese una guinda del pastel, Donald Trump ha montado este domingo un desfile militar a su mayor gloria, coincidiendo, no por casualidad, con su septuagésimo noveno cumpleaños. Para ello ha movilizado a más de 6.000 efectivos de las fuerzas armadas, decenas de aviones y helicópteros y más de un centenar de vehículos militares, desfilando pomposamente por la Constitution Avenue hasta el parque Ellipse (inmediato a la Casa Blanca). Una fanfarria imperial, con un coste estimado en unos 45 millones de dólares, que no se veía en Washington desde junio de 1991, con ocasión del “éxito” (palabra de George Bush) logrado en Irak tras la operación Tormenta del Desierto.

Aunque Trump ha intentado disimular su capricho haciendo pasar el desfile por una celebración del 250 aniversario de la creación de las fuerzas armadas estadounidenses, no parece que haya logrado acallar las críticas de quienes lo consideran un despilfarro innecesario y una muestra más de su estrambótica personalidad. En todo caso, el gesto va más allá de la mera anécdota de un mandatario deslumbrado por el desfile al que asistió en 2017, en París, con ocasión del Día Nacional de Francia, y seguramente envidioso del montaje militar que Vladimir Putin organizó en Moscú el pasado Día de la Victoria (9 de mayo).

Se trata del mismo gobernante que apenas se preocupa de esconder sus intereses empresariales –bien patentes durante su reciente gira por varios países del Golfo–, y que corteja abiertamente a los militares, presentándolos como la esencia del espíritu patrio y, de paso, de su movimiento MAGA. El mismo que se afana desesperadamente por ser reconocido como el pacificador universal por excelencia, aunque tanto en el caso de Ucrania como en el de Gaza pronto ha quedado claro que sus baladronadas no van acompañadas de resultado alguno. Y otro tanto cabe deducir del atrevimiento de Benjamin Netanyahu al lanzar un ataque directo y masivo contra Irán apenas unas horas después de que se confirmara la fecha para la sexta ronda de negociaciones entre Washington y Teherán para intentar llegar a un acuerdo sobre el controvertido programa nuclear iraní.

El problema no es solo que Trump viva instalado en una ensoñación que le hace verse como el mejor presidente de toda la historia de Estados Unidos o que desprecie tanto las instituciones internacionales como el orden internacional nacido tras la II Guerra Mundial, y hasta la propia democracia, sino que lidera la que todavía es la primera potencia militar, económica, tecnológica, cultural y energética del planeta.

En el afán de Trump por revertir el declive del liderazgo estadounidense, está dispuesto no solo a llevarse por delante los pilares de un orden internacional, sino también a apoyar a los enemigos de la democracia

El verdadero problema es que todo eso hace que cada uno de sus gestos y decisiones tenga inevitablemente consecuencias que van más allá de la Casa Blanca. En su afán por revertir el bien visible declive del liderazgo estadounidense, está dispuesto no solo a llevarse por delante los pilares de un orden internacional supuestamente basado en normas, sino también a apoyar con los ingentes recursos que puede movilizar a los enemigos declarados de la democracia en todos los rincones del mundo. Y, al menos de momento, no se ve cómo y quién puede pararlo, tanto dentro como fuera de EEUU. Así queda de manifiesto tanto con el abuso de competencias que está cometiendo en California, atacando extrajudicialmente a quienes están en situación irregular y a un potencial rival político –el gobernador demócrata Gavin Newsom–, como con el recurrente recurso a la emisión de órdenes ejecutivas que tratan de pasar por encima del poder judicial, sea a efectos internos o para aprobar unos aranceles frente a terceros que causan daño a la propia economía nacional y también a muchos de los supuestos socios y aliados de Washington.

La próxima cumbre de la OTAN (La Haya, 24/25 de junio) bien puede ser el escenario que elija para una nueva demostración de su vis más teatral y rompedora, jugando el papel de emperador que fuerza a sus protegidos a costear de su propio bolsillo la cobertura de seguridad que les ampare ante potenciales amenazas externas (como si no fuera EEUU el principal beneficiario de ese marco de relaciones trasatlánticas). Queda por ver si el resto de los 31 miembros de la Alianza Atlántica agachan la cabeza sumisamente –no solo aceptando el dictado, sino también asumiendo que van a comprar más gas y más armas a EEUU–, o si algo así termina por provocar una reacción entre los aliados europeos para hacer de la autonomía estratégica algo más que palabras. Queda poco tiempo para saberlo.

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Jesús A. Núñez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

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