Feijóo se deroga a sí mismo

Sabíamos que el objetivo de Núñez Feijóo era derogar el sanchismo, pero lo que no sospechábamos es que sería a costa de derogarse a sí mismo, a ese líder del PP que proclamaba que era preferible "perder un gobierno que ganarlo desde el populismo", que resucitó a Esteban González Pons para que dijera con la boca llena que "Vox es extrema derecha" y que poco después fichó a Borja Sémper como cara amable de un PP que, llegada la hora de la verdad, está a lo que está: a ganar el 28-M hablando de ETA y denunciando pucherazos y a amarrar poder institucional a cualquier precio, aunque sea a costa de desmontar todo su relato y confundirse con la ultraderecha. 

Decía el PP en la campaña del 28-M que tenía que gobernar la lista más votada, pero en cuanto se han cerrado las urnas se ha olvidado de tal principio. Hay una cincuentena de ayuntamientos en los que han desalojado a los socialistas de la mano de la ultraderecha con un donde-dije-digo que es especialmente clamoroso en Castilla-La Mancha: el PP ha rechazado allí la oferta explícita de García Page de poner un cordón sanitario a Vox, dejando que gobierne la lista más votada en seis municipios de la comunidad. 

Decían los populares que Pedro Sánchez ha gobernado con socios situados a su izquierda por ambición, por aferrarse al poder, ignorando la realidad tozuda de que su alternativa eran terceras elecciones. No se sonrojan hoy cuando acuden a esa lógica de que no se pueden repetir los comicios para justificar su pacto con Vox en la Comunidad Valenciana. Se han rendido a la evidencia a la primera de cambio, sin forcejeos, mostrando la cabeza del candidato maltratador como el trofeo de una negociación que no ha sido tal. 

Se han rendido a la evidencia a la primera de cambio, sin forcejeos, mostrando la cabeza del candidato maltratador como el trofeo de una negociación que no ha sido tal

Porque decía el PP el lunes que nadie que haya sido condenado por violencia machista puede estar en el ejercicio de la política, y lo decía Borja Sémper con tal contundencia que era imposible pensar que al día siguiente iban a sellar un acuerdo con un partido negacionista y, mucho menos, que el jueves estamparían su firma en un documento en el que es imposible ocultar la mancha pringosa de la ideología de Vox: el texto sostiene que "perseguirán erradicar la violencia intrafamiliar, en especial, las que sufren mujeres y niños, garantizando la igualdad entre todas las víctimas". Y si al día siguiente el portavoz de Vox se engolfa proclamando al viento que la violencia de género no existe, Génova manda a los suyos a tuitear consignas que no aguantan en el papel del pacto valenciano. "Ni un paso atrás, cueste lo que cueste", escribió Sémper en las redes sociales. 

Por cierto, que aquel Feijóo que arrugaba la nariz con lo que hizo Pablo Casado en Castilla y León nos contó también que no iba a hacer política a golpe de tuits. "No vamos a ser el PP que quieren otros partidos", sentenció en el congreso de su proclamación en Sevilla. Por decir, se ha dicho casi todo, como si valiese de algo la palabra dada.

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