Ideas Propias

Hijos de la cultura terapéutica. Un matiz

Ideas Propias Clara Ramas

"There's lots you don't know. All kinds of strange things. . . mostly they happened before we were born: that makes them seem to me so much more real.Before birth; yes, what time was it then? A time like now, and when they were dead, it would be still like now: these trees, that sky, this earth, those acorn seeds, sun and wind, all the same, while they, with dust-turned hearts, change only. Now at thirteen Joel was nearer a knowledge of death than in any year to come: a flower was blooming inside him, and soon, when all tight leaves unfurled, when the noon of youth burned whitest, he would turn and look, as others had, for the opening of another door". (Truman Capote, Other voices, Other Rooms)

 

En los últimos meses, la cuestión de la salud mental ha entrado en la agenda política. Ello era necesario y urgente, especialmente tras las duras las condiciones en lo laboral, lo económico y lo personal que la pandemia ha supuesto para todos. A partir de aquí, puede valer la pena hacer algunas reflexiones.

"Soy de las que creen que la música y la cultura en general pueden ser terapéuticas, así que seguro que Puta ha tenido ese efecto para su autora y lo tendrá para muchas mujeres que lo escuchen. Pero ningún disco, libro, película, ni siquiera una de esas charlas entre amigas que tanto consuelan, puede reemplazar los cuidados de una profesional de la salud mental", escribía Zara Sierra en un artículo reciente sobre mujeres y salud mental. Retengámoslas como punto de partida.

¿Fracaso escolar en los chicos? Un mensaje para la 'alt-right'

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Vivian Gornick, en esa exhibición de lucidez y finura que es La mujer singular y la ciudad (2015), reflexiona sobre toda una vida pionera en literatura, compromiso político y feminismo con la clarividencia de sus 80 años. Uno de los ejes centrales del libro es el concepto de amistad. A propósito de la amistad entre los poetas Coleridge y Wordsworth, explica cómo, durante siglos, dar al otro la mejor versión de uno mismo había sido el núcleo del concepto de amistad: "que un amigo es un ser virtuoso que le habla a la virtud que albergamos en nuestro interior". Que, podríamos añadir, un amigo es aquel a quien miramos para recordar lo que podemos ser cuando no nos soportamos a nosotros mismos, o un espejo que nos refleja esa chispa luminosa cuando olvidamos que existe dentro de nosotros. Qué extraño debe resultar todo esto, continúa Gornick, a "los hijos de la cultura terapéutica". Hoy día, continúa, ya no miramos a los demás para ver la mejor versión de nosotros mismos, sino que sustentamos nuestros vínculos en la confesión de nuestras incapacidades: nuestros miedos, iras, humillaciones. Cuanto más avergonzados, más cerca de alguien. Precisamente, la posibilidad de compartir y ver verdaderamente los dolores del otro pasa por que exista una real esfera de intimidad. Si todo es exhibido, nada es real. Gornick advierte contra el peligro de convertir todos nuestros vínculos en cuadernos de quejas y expresión de interioridades del yo, yo, yo; cuando, seguramente, el fundamento de verdadero respeto y unión con el otro es olvidarnos un poco de nosotros mismos. Pienso que es algo que no deberíamos perder de vista.

No es fácil imaginar una vida atravesada por mayor sufrimiento psíquico que la de Truman Capote. Niño solitario, comenzó a escribir con 11 años para, dice, paliar su soledad; padres ausentes, criado por parientes en el Sur profundo, con una relación muy difícil con su madre, homosexual, desde pequeño excluido. Escaló hasta la cima de la jet set neoyorkina para sentir que podía ser amado y admirado. Buscó en sus "cisnes", sus amigas mujeres perfectas, ideales, bellísimas, la relación única de entendimiento y complicidad que ellas no podían encontrar en sus maridos. Acabó repudiado por esa aristocracia que diseccionó en sus últimos escritos. Toda su vida estuvo convencido de que nadie, ni siquiera sus amigos, le había querido: solo les entretenía. "No sabéis lo que es ser yo", decía. Las miradas cuando entraba en una habitación. Se construyó un yo estrafalario y ostentoso para al menos poder decidir él que esas miradas fueran de sorpresa y no, como siempre habían sido, de desprecio. Su fortaleza fue admirada hasta por la virilidad tradicional de un Norman Mailer. ¿Qué le salvó? Es evidente: la literatura. Porque ella permite construir algo más real que la realidad misma. "No creo que lo que un artista usa como tema sea tan importante como la forma en que lo usa. Un buen artista puede coger algo normal, y con su simple habilidad y voluntad lo convierte en arte", dijo. No se trata de descubrir todo el rato un contenido nuevo, lo que nadie ha dicho. Sino de cómo decirlo.

Por eso resultaría especialmente desafortunado el enfoque del artículo arriba citado si pretende colocar la atención a la salud mental por delante de otras cosas, o reducir todo mostrar a ese "contarlo todo". La terapia puede ser en ocasiones una herramienta necesaria, pero lo contrario también es cierto: no puede reemplazar a un disco, libro o película, y ni siquiera a la charla con una amiga. Simplemente estas cosas operan en planos distintos, acaso complementarios, y ninguno puede ser menoscabado. Es, por supuesto, necesario invertir en servicios y profesionales de salud mental dentro de un sistema fuerte de sanidad pública. Pero no debe asumirse que con ello se han puesto todas las condiciones para salvarnos. Si olvidamos esto, acecha el peligro de construir una civilización del coaching. "La gran ilusión de nuestra cultura es que somos lo que confesamos ser", concluía Gornick. Erraremos gravemente si pretendemos transformar todas las formas de lidiar con el dolor en manifestaciones privadas de la cultura terapéutica.

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