Por un Orgullo 'woke' Jesús Maraña

Hoy las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) deberían completar su retirada de territorio libanés, en cumplimiento del acuerdo alcanzado el pasado 27 de noviembre entre Israel y Hezbolá (con la mediación estadounidense y francesa). Pero son tantas las ocasiones en las que Israel ha incumplido sus acuerdos que el hecho de que dichas fuerzas vayan a seguir desplegadas en territorio libanés por tiempo indefinido más allá del 26 de enero no constituye novedad alguna. En todo caso, la noticia sería que, por una vez, Benjamin Netanyahu se hubiera ajustado a lo acordado, ordenando la retirada completa de las tropas que invadieron Líbano el pasado 1 de octubre. Sirva de recordatorio que cuando las FDI entraron por la fuerza en el territorio de su vecino del norte en 1982, insistiendo también entonces en que se trataba de una operación temporal, optaron por mantenerse allí hasta el año 2000.
Las implicaciones de esta decisión, que según Netanyahu se deriva del hecho de que las fuerzas libanesas no han logrado completar su despliegue a lo largo de la frontera común sustituyendo a Hezbolá, van más allá de sumar un nuevo incumplimiento en la lista de quien acumula, sin costes apreciables, un serio descrédito por tantos abusos contra civiles desarmados y tantas violaciones del derecho internacional. En primer lugar, dado que ha recibido el permiso de Washington, deja claro que Donald Trump va a seguir alineado férreamente con su principal aliado en Oriente Medio, permitiéndole que marque la agenda regional en función de sus propios intereses, sin necesidad de ajustarse a ninguna de las reglas de juego que se imponen a los demás.
Trump va a seguir alineado férreamente con su principal aliado en Oriente Medio, permitiéndole que marque la agenda regional en función de sus propios intereses
A eso se suma que el incumplimiento no arranca a partir de este momento, sino que desde la firma del acuerdo de alto el fuego las FDI han violado diariamente lo pactado, golpeando tanto a la milicia chií de Hezbolá como a los civiles de decenas de localidades en las que siguen sin poder entrar. De hecho, el gobierno libanés sostiene que se han producido 460 violaciones por parte de las FDI desde su entrada en vigor y se han registrado 32 civiles muertos y 39 heridos. La simple realidad es que las FDI consideran que necesitan más tiempo para desbaratar todo el aparato político y militar de Hezbolá, destruyendo sus arsenales, almacenes, túneles, sistemas de mando y control, con idea de garantizarse un plazo de tiempo lo más extenso posible antes de que sus combatientes vuelvan a estar en condiciones de proseguir la resistencia armada contra Israel.
Esa actitud, contando con que las FDI solo se han retirado de dos de las alrededor de sesenta localidades en las que siguen operando, deja a Hezbolá en condiciones no solamente de denunciar a Israel por su desprecio a lo acordado, sino de atacar a las tropas que permanecen en territorio libanés. De paso, debilita al propio gobierno encabezado ahora por el presidente Joseph Aoun y el primer ministro Nawaf Salam en la medida en que le resultará muy difícil oponerse a que la milicia se resista a desarmarse ante la necesidad de defenderse de las FDI y de proteger a la población de las zonas en las que las fuerzas invasoras siguen actuando. Todo ello en un momento en el que tanto Washington como Riad están tratando de apuntalar a las nuevas autoridades libanesas para encarar la salida de la profunda crisis en la que lleva sumido el país desde hace años, procurando dejar fuera de juego a Hezbolá.
En clave interna, Netanyahu tampoco ha logrado convencer a los alrededor de 80.000 israelíes que abandonaron sus hogares en las zonas cercanas a la frontera común para que vuelvan a sus hogares; lo que, al menos de momento, se traducirá en más críticas contra su labor al frente del gobierno. Por su parte, Hezbolá puede seguir presentándose ante sus simpatizantes como el único actor con voluntad y capacidad para defender a los libaneses de los abusos israelíes, en un claro contraste con unas fuerzas armadas libanesas que están muy lejos de poder garantizar la seguridad de su territorio y su población.
En esa situación queda por ver qué harán los libaneses que habitan las zonas ahora prohibidas por las FDI, tras haber manifestado que están dispuestos a volver a sus hogares a partir de hoy mismo, lo que puede provocar de inmediato un incremento de la violencia israelí contra ellos. Igualmente, cabe prever que, a pesar de su debilidad política y militar, Hezbolá aprovechará para intensificar la guerra de guerrillas contra las tropas invasoras, al tiempo que se carga de más argumentos ante su propio gobierno, defendiendo la necesidad de mantener su capacidad de combate y su presencia al sur de río Litani (aunque el acuerdo establece su retirada hasta su ribera norte), dado que el ejército no es capaz de hacer frente a los abusos israelíes. Nada bueno puede derivarse de esas actitudes.
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Jesús A. Núñez Villaverde es Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).
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