El "nuevo orden mundial"

La reunión organizada por Xi Jinping alrededor de la conmemoración del 80 aniversario de la finalización de la II Guerra Mundial en el Pacífico, con la presencia de Vladimir Putin y Kim Jong Ung, y la posterior reunión de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), ya con Narendra Modi, primer ministro de India, ha buscado escenificar la creación de un “nuevo orden mundial”, como si la situación actual correspondiera a un “orden mundial”.

Jerarquizar desde el poder no es ordenar, sino someter. Y lo que ha ocurrido históricamente ha sido que quienes han tenido una posición de poder, haya estado basada en la economía o en la fuerza militar, la han utilizado para imponer sus condiciones y obligar al resto de los países a situarse en el lugar decidido para cada uno. Por eso el resultado ha sido “un orden” y “una orden”, porque “ordenar” significa tanto colocar o situar en diferentes lugares como mandar e imponer. La consecuencia de todo ello hasta hoy no ha sido un “orden mundial”, sino una “jerarquización mundial”.

Desde un punto de vista práctico, el resultado histórico se ha debido más a la capacidad de imponer y mandar del país con la posición de poder, que a la decisión compartida de los distintos miembros para colocarse y organizarse en diferentes lugares para un beneficio común. Pero todo ha pasado desapercibido bajo el criterio único de un país como EE UU, que durante los últimos siglos ha ostentado el doble bastón de mando de lo militar y lo económico, al tiempo que ha alimentado la amenaza de Rusia como si se tratara del “lobo” que puede venir en cualquier momento, como de hecho ha ocurrido siempre que ha tenido ocasión. 

Y para mantener y ejecutar esta orden, nada mejor que conseguir que los países sometidos sean los garantes de su sumisión, algo que no se puede hacer con una estrategia tan visible como la guerra, pero sí con un modelo económico como el capitalismo, cada vez más sofisticado para introducir en él a las finanzas y liberarlo de ataduras con el neoliberalismo y el ultracapitalismo, y de esa manera prepararlo para dar el salto al “capitalismo de la vigilancia” o capitalismo digital, como muy bien escenificó el presidente DJ Trump hace unos días en la cena mantenida el pasado 4-9-25 con los máximos responsables de las principales empresas tecnológicas.

Desde el final de la II Guerra Mundial fueron conscientes de que el poder ya no podía establecerse sobre uno solo de los elementos (economía o fuerza), porque en ese caso podría ser atacado por quien dispusiera de más poder con alguno de ellos. De manera que si un país era muy poderoso por su capacidad militar, pero no por su economía, otros países podían hundirlo económicamente; y si un país tenía mucho poder por su economía pero no por su fuerza, podía ser invadido o golpeado militarmente.

Hoy la clave está en la defensa de los modelos culturales como el compartido por Rusia y China, y esa defensa se hará con la economía y con lo militar

El problema surgió cuando esa especie de límite infranqueable para sus “enemigos” comunistas que era el capitalismo fue asumido también por ellos, y las economías de Rusia, China, India y el sudeste asiático comenzaron a crecer con la estrecha colaboración de las empresas occidentales que, en nombre del capitalismo neoliberal, habían trasladado sus empresas a esos países para obtener más beneficios económicos. Esta estrategia les proporcionó un doble instrumento de poder basado en la capacidad de hacer y en la posibilidad de limitar a las economías occidentales, al controlar la producción de los elementos que necesita occidente para su día a día y sus empresas.

Ahora las circunstancias han cambiado, en gran parte porque EE UU y su escudero de la UE no han sido capaces de prever que en una situación de poder y jerarquía, el crecimiento de las posiciones más débiles se suele traducir en una “venganza” liberadora de la “humillación histórica”, y en una reivindicación para “ordenar”, es decir, para mandar y dar órdenes a quienes ahora ocupan una posición inferior. Por eso lo que va a hacer China de la mano de Rusia, siempre y cuando India lo permita, es buscar ese “nuevo orden mundial” al que se referían en la reunión de la OCS, pero que en realidad será una “nueva jerarquización mundial” alrededor de los dos elementos esenciales: la economía y el uso de la fuerza.

Hoy la clave está en la defensa de los modelos culturales como el compartido por Rusia y China, y esa defensa se hará con la economía y con lo militar. Si no entendemos la situación y creemos que solo se trata de alcanzar acuerdos para resolver algunas cuestiones económicas o estratégicas, y no un camino para lograr la posición más alta en la jerarquía de poder mundial, nos equivocaremos y el precio no será solo una crisis. 

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

La reunión organizada por Xi Jinping alrededor de la conmemoración del 80 aniversario de la finalización de la II Guerra Mundial en el Pacífico, con la presencia de Vladimir Putin y Kim Jong Ung, y la posterior reunión de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), ya con Narendra Modi, primer ministro de India, ha buscado escenificar la creación de un “nuevo orden mundial”, como si la situación actual correspondiera a un “orden mundial”.

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