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De primarias y otras ilusiones ópticas

Una semana después de la presentación de la candidatura de Yolanda Díaz a las elecciones generales en el polideportivo Magariños, y especialmente dado que la intensidad de las reacciones, lejos de apagarse, ha ido más bien in crescendo hasta dar lugar a una proliferación de teorías generales sobre el sentido, esencia y destino de “la izquierda”, puede hacerse quizás un primer balance. Desde el pasado domingo, ambas partes han hecho declaraciones cada vez más contundentes: desde Pablo Iglesias con unas duras intervenciones donde exigía un acuerdo de primarias abiertas, hasta Yolanda Díaz afirmando que no sería un fracaso si Sumar concurre sin Podemos a las elecciones.

Debemos esquivar una lectura ingenua del asunto, aunque a la vez inevitable: la de suponer que se está gestando ya una “división de la izquierda”, y que lo que Podemos sostiene estos días es ya la base de sus decisiones y actos en firme para las elecciones generales de este otoño. Evidentemente, a ese respecto la lista de no asistentes hablaba tanto como la de asistentes, y este listado de presencias y ausencias ha servido de fundamento para elaborar esas primeras teorías sobre una presunta inevitabilidad de la división de la izquierda. Partiendo de aquí, la lectura que se ha generalizado es que Podemos se está enrocando en una “resistencia numantina” de auto-afirmación frente a un entorno considerado todo ello hostil, haciendo además unas exigencias de primarias que no se sostienen. No es un síntoma menor la reacción de Izquierda Unida, cuyos dirigentes asistieron al acto del domingo; el hilo en Twitter de Alberto Garzón, o el secretario general del PCE, Enrique Santiago, expresando su malestar porque la candidata de Unidas Podemos en Madrid no hubiera estado presente.

No hay que engañarse. Es evidente que ambas partes no están decidiendo ahora qué hacer, sino midiendo sus fuerzas para considerar lo que pueden hacer. El acto de Sumar el domingo y sus reacciones posteriores son un pulso. Pero precisamente desde ese punto de vista, puede afirmarse que Podemos está errando absolutamente el tiro. Y ello por dos motivos.

Primero, porque su exigencia de “primarias abiertas” es de una hipocresía sonrojante. Podemos no ha hecho jamás unas primarias abiertas: todas han sido modalidades y variaciones de listas plancha, decisiones de líderes individuales o equipos y directrices dados desde arriba. De asambleas y círculos hace años que no se habla: ¿fue solo una ilusión? Debemos recordar el “Sin mi equipo no soy nada” de Pablo Iglesias en Vistalegre II: acabo de hacer el ejercicio de leer el artículo que enlazaba, y en un salto argumental, pasa de hablar de Ken Loach, los Goya y Silvia Pérez Cruz a de pronto afirmar que “la política, también cuando la hacemos nosotros, tiene lógicas y procedimientos que están lejos de la épica y de la belleza y que, sin embargo, son condiciones de posibilidad de la épica y de la belleza.” Una de esas “lógicas y procedimientos lejos de la épica y la belleza” fue presentar una lista encabezada por él para la que pedía votar en bloque, con un sistema de voto que le favorecía y amagando con dimitir si no salía elegido. Bien, Maquiavelo obliga; pero también para las demás. En efecto, cualquiera que se haya asomado al interior de un partido sabe de los debates, a veces a degüello, por el diseño de los sistemas de voto y los censos para primarias. Una cuestión crucial en Vistalegre II fue definir el sistema de voto: Desborda, la propuesta de Iglesias, favorecía a la lista más votada. Se sabe de los tejemanejes con cuentas trol de Twitter para agitar e inflar esas llamadas primarias: habría que aplicar un cuidado extremo para no confundir troll con militante y Twitter con ciudadanía, un error que quizás ni el mismísimo Elon Musk está dispuesto a cometer. En general, los sucesivos Vistalegres, como todo el mundo sabe, y sus propios artífices han reconocido en más de una ocasión, no han sido más que escenificaciones donde el intercambio finalmente, en lo esencial, se reconducía a un núcleo duro de poder decisionista que responde a la necesidad de disciplina y orden interno que toda organización política requiere, y más —en esto tiene razón Pablo Iglesias— cuanto más amenazada está desde el exterior. El referendum sobre el chalet, claro, por decoro es mejor ni mencionarlo. Yendo al presente, las pocas veces en las que algún candidato en Podemos ha logrado vencer limpiamente a los favoritos de la dirección, la respuesta ha consistido en expulsiones y amenazas, tal y como ha denunciado la ganadora en las primarias de Asturias Cova Tome.

Podemos ya tiene la respuesta a este primer pulso de medir las fuerzas: lo ha perdido. Salvo trols y fanáticos en redes sociales, nadie ha visto con buenos ojos su posición, ni siquiera sus propios socios de IU, pero tampoco el sentir general en la calle

No se trata, en fin, de estar en contra de las primarias, pero sí de reconocer que los nuevos partidos no han hecho, en rigor, primarias estrictamente abiertas nunca. También es justo decir que aquí hay problemas estructurales difíciles de resolver que afectan a todos los partidos, como la democracia interna, el sistema de pesos y contrapesos y la toma de decisiones; pero, precisamente por ello, estas exigencias maximalistas son improcedentes.

Segundo, Podemos ya tiene la respuesta a este primer pulso de medir las fuerzas: lo ha perdido. Salvo trols y fanáticos en redes sociales, nadie ha visto con buenos ojos su posición, ni siquiera sus propios socios de IU, como hemos recordado arriba, pero tampoco el sentir general en la calle, ni analistas y periodistas que tradicionalmente han estado más cercanos a Podemos y han defendido sus posiciones. Por otra parte, la virulencia de los ataques de afines a la dirección incluso a personas con trayectorias notables en la defensa de los derechos civiles como es Carla Antonelli, por no hablar del más que desafortunado tuit de Pablo Iglesias a Elizabeth Duval, o los insultos a Yolanda Díaz tildando de tibias y reformistas políticas que han traído mejoras efectivas como la reforma laboral o los ERTEs, no generan el mejor clima para un entendimiento.

Si aquel famoso dirigente chino pudo responder en 1972 a la pregunta de qué opinaba sobre la Revolución Francesa “es demasiado pronto para saberlo” (aunque al parecer se refería a 1968: pero la ficción es aquí mejor que el hecho), algo así podemos decir nosotros también sobre el domingo en Magariños: es demasiado pronto para saberlo, porque hasta otoño queda tiempo, pero lo que sí puede afirmarse ya es que Podemos así no va bien. Ya han echado el pulso. En una semana, el público ha hablado; no el público de Yolanda Díaz, no los asistentes a Magariños, sino el público en general. Y el público ha dicho: por aquí no. Pablo Iglesias ha mostrado en otras ocasiones un talento formidable para leer los afectos colectivos y el clima político de una sociedad: ¿no seguirá manteniendo ese olfato? Podemos debería leer los resultados y actuar en consecuencia.

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Clara Ramas San Miguel es filósofa, política, profesora en la Universidad Complutense de Madrid y autora del ensayo 'Fetiche y mistificación capitalistas. La crítica de la economía política de Marx' (Editorial Siglo XXI).

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