Del 'Tsunami Democràtic' a los 'Caye Borroka'

Vivir estos días en España te lleva a pensar que seguramente sea cierto aquello que decía Karl Marx de que la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa. Y es que durante las últimas semanas hemos estado viendo numerosas manifestaciones, concentraciones, cortes de calles y protestas por parte de una derecha española que no reconoce un resultado electoral que no les favorece, y que, sorprendentemente, se están pareciendo de manera bastante cómica a manifestaciones, cortes de calles y protestas por parte de los independentistas tras las sentencia por el 1 de octubre. ¿La diferencia? Que mientras a los primeros la derecha los acusaba de terroristas y delincuentes a los segundos los anima y jalea.

Durante los últimos días hemos visto cómo manifestantes saltaban vallas policiales, insultaban a los antidisturbios e incluso cortaban la madrileña A-6 intentando llegar a las puertas del palacio de La Moncloa para seguir su protesta. Algunos tertulianos de la derecha un poco avergonzados ironizaban: “quizás también tengan que amnistiar a estos manifestantes de ahora”. Pero pueden estar tranquilos, ya que que a estos manifestantes de ahora evidentemente no habrá que amnistiarlos, porque directamente nadie les va a imputar un delito ni tampoco les va a condenar por nada. Y mucho menos por terrorismo. La realidad es que durante los últimos años se inflamó todo tanto, se convirtió cada cosa que ocurría en Cataluña en el evento que definitivamente iba a romper España, que el delirio judicial llegó a unos niveles de tratar todo como si fuese de terrorismo hacia arriba. Pero ni lo que ocurrió con las protestas en Cataluña por el procés era terrorismo, ni lo que hace esta banda de ultraderechistas gritando “con los moros no tenéis cojones” por la calle mientras dan vivas a Franco porque no reconocen el resultado electoral tampoco es terrorismo. 

La capacidad de innovación de la extrema derecha española es tan pobre que incluso tienen que copiar los eslóganes a sus enemigos más acérrimos

¿Sabéis qué es realmente una amenaza de rebelión que debería preocuparnos mucho más que unas urnas en la calle? El  manifiesto firmado por militares retirados pidiendo un levantamiento armado contra el Gobierno de España, siendo muchos de los mismos que en 2020 participaron en el chat donde se afirmaba que "no queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta". Eso sí es verdaderamente preocupante. O sin ir más lejos, la declaración en contra del pacto de PSOE con Junts por parte de una de las asociaciones más representativas de la Guardia Civil diciendo “Estamos dispuestos a derramar nuestra sangre”. De hecho, durante los últimos días, la policía ha llegado a detectar a un alférez del ejército español con un arma entre los manifestantes frente a Ferraz. Y por desgracia, durante los últimos dias no solo hemos visto a este tipo de locos, sino que además hemos visto a una concejala y exalcaldesa del PP publicando en sus redes sociales que Pedro Sánchez se merece “un tiro en la nuca” y a otro concejal del PP en Lleida compartiendo un montaje del asesinato de Kennedy con la cara de Pedro Sánchez y poniendo “espero que tenga la misma puntería”.

Pero la situación es tan ridícula y absurda que incluso hemos visto a los manifestantes de estas últimas semanas coreando alegremente eslóganes como “prensa española manipuladora” cantados contra periodistas que ejercen su trabajo cubriendo las protestas. Curiosamente, exactamente el mismo eslogan que utilizaban los independentistas durante sus manifestaciones. La capacidad de innovación de la extrema derecha española es tan pobre que incluso tienen que copiar los eslóganes a sus enemigos más acérrimos. Y cuidado, esto no es una llamada a tratar las manifestaciones de estos descerebrados igual que ellos trataron las de los independentistas. Intentar catalogar cualquier tipo de movilización ciudadana con la que no comulguemos de terrorismo es la antesala del totalitarismo más asfixiante. Esto es una llamada a que, si la tienen, aflore su vergüenza al estar haciendo exactamente lo mismo que criticaron a otros pero esta vez con el añadido de que no lo hacen para poder votar en un referéndum, sino para ir en contra del resultado de unas elecciones que no les favorecieron. Primero como tragedia, después como farsa.

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