Muros sin Fronteras

No solo el rey, ¡todos están desnudos!

Hoy es 21-D, el día en el que no se solucionarán los problemas de fondo de Cataluña y España. Casi todos los políticos parecen instalados en su simulacro de realidad. Desde él se dirigen a sus votantes, que hace tiempo dejaron de demandar soluciones a sus problemas; hoy se conforman con las emociones. Poco ha cambiado en el decorado desde el 1-O, la DUI y el 155.

Los partidos independentistas mantienen una retórica rupturista más o menos edulcorada sin que sepa si esta forma parte de la afectación electoral o es un indicio de aterrizaje forzado. El Gobierno central presume de haber descabezado a ERC y a Junts per Cataluña atropellando la independencia judicial. Fue un exceso impropio de un alto cargo.

El procés y el contra-procés se mueven en un territorio delicado, el de las percepciones. Desde eso que llamamos Madrid, el Gobierno de Rajoy parece decidido a alimentar la percepción de agravio sin saber que es un arma de destrucción masiva. Es lo que lleva haciendo desde hace más de diez años. Es un Gobierno incapaz de construir.

Cataluña es una sociedad hipersensibilizada. Una parte significativa de los catalanes se mueven desde la ofensa. Decía Josep Pla citando a Unamuno, “hasta cuando parece que atacan, están a la defensiva”. Necesitamos más psicólogos y menos politólogos.

Después de llevar 10 días en Cataluña leo gran parte de la prensa española con perplejidad. La mayoría (de la tradicional) habla de una sociedad que no tiene nada que ver con la real. Todos, gobierno, políticos en campaña, prensa en campaña y ciudadanos, se encuentran atrapados en un bucle del que no hay salida hasta que alguien grite: “el rey está desnudo”. O mejor, “¡todos están desnudos!”.

En espera de los resultados electorales se pueden anticipar algunos apuntes:

 

  • Los bloques no se han modificado. Lo que ha cambiado es la correlación de fuerzas dentro de cada bloque. El independentismo se ha convertido en la solución dentro del catalanismo pero sin superar el 48% de los votos (elecciones de 2015). Con todo lo que ha llovido —poda del Estatut en 2010, crisis económica, recortes, el 9N, el 1-O, la DUI, 155—cada uno se mantiene en su cajetín de salida. No hay trasvases. Cabría interpretarse como una buena noticia.
  • Si el unionismo, o si lo prefieren el constitucionalismo, es inteligente se podría reducir la cifra de independentistas, incluso devolverla al 25-30% de hace siete años. Esto obligaría a que el PP y su presidente fueran capaces de alumbrar una sola oferta. Antes deberían entender el problema de fondo. El Estado español no enamora a una parte sustancial de Cataluña (y de España). El problema de fondo es ante todo la cuestión territorial que arrastramos desde la Edad Media. Dar cabida a Cataluña y resolver la cuestión fiscal serían claves. Hablamos de la reforma de la Constitución y de todo lo que no funciona. Esta es una utopía que supera a la utopía de una Cataluña feliz e independiente.
  • Si el independentismo exprés es inteligente, lo que también sería mucho suponer, pausaría su calendario y aceptaría el hecho de que la independencia es imposible mientras no se den dos escenarios: una mayoría decisiva en favor de la independencia (no basta el 50% más uno) y el reconocimiento internacional. Si aceptamos la teoría de los bloques del primer punto, resulta difícil pensar en un 70% de apoyo a medio plazo.
  • Hay un cambio trascendental en la sociedad catalana que el Gobierno central no ve. El procés, sobre todo desde el 1-O, ha empoderado a la gente, ha fortalecido los vínculos y las lealtades en la sociedad creando una nueva base desde la que el independentismo podría crecer. Ese 43, 47 o 50% ha echado raíces. Si no hay una rápida oferta desde ‘Madrid’ será muy difícil que el independentismo regrese a las cifras del 2010. No es un suflé.

El negocio de publicar hechos comprobados

 

  • El problema mayor será recuperar a las miles de personas que han cortado emocionalmente con lo que llamamos España. El independentismo ha generado un relato emocional repleto de falsedades que funciona como alternativa a otro relato españolista que no le anda a la zaga en cuanto a fantasía. No hay intelectuales de prestigio para ayudarnos en un aterrizaje en la realidad. Existen, claro que existen, pero carecen de altavoces en medio de un bosque de tertulianos cabreados. Se prefiere el incendio a la reflexión.
  • Hemos perdido el control del lenguaje –golpe, estado de excepción, Estado autoritario– y hemos perdido la mesura. Hay una desmesura judicial. Si en Cataluña se dice que los Jordis y el Govern son presos políticos y en ‘Madrid’ se niega, el juez o la jueza actúan de una manera u otra si los detenidos abjuran de sus ideas independentistas y acatan el 155 y la Constitución.

¿Cómo no convencerse de que estamos ante un proceso incoado por unas ideas y no por unos actos? Regresamos a la batalla de las percepciones. Rajoy y los suyos pierden por goleada.

 

  • Pueden darse varios resultados hoy: victoria de ERC, de Ciudadanos, que ninguno de los dos bloques alcance mayoría absoluta o que los partidarios de la independencia sumen una nueva mayoría absoluta en escaños, que no en votos. Cualquiera de las tres primeras exigirá encaje de bolillos y generosidad. Es curioso que el periódico que más ha atacado a Podemos incluya a los Comuns en el arco constitucionalista. Han tardado en aceptarlo.
  • Si ERC, Junts per Cataluña y la CUP no tienen mayoría absoluta en escaños dependerán de la abstención de los Comuns para formar Gobierno. Esta opción forzaría una pausa en el procés. Se dejaría de hablar tanto de la proclamación de la república para trabajar en su asentamiento en las instituciones. La pugna sería menos ruidosa y más sutil.
  • También puede resucitarse el tripartito: ERC, PSC, Comuns. Sería un milagro.
  • Si los independentistas lograran la mayoría absoluta todo dependerá de si han entendido algo de lo ocurrido en los últimos meses, de si han sido capaces de hacer una autocrítica y detectar sus errores. El lenguaje en campaña no permite ser optimista.
  • El Estado es el que tiene que dar el paso con una oferta política clara y creíble y un plan para recuperar el relato y la batalla de la percepción de la gente. Pavonearse de limpiar, desinfectar o descabezar políticos que caben en la Constitución en el apartado de la libertad de expresión no parece lo más adecuado. Bastaría para empezar con algo bastante sencillo: que los trenes de cercanías funcionen, y que sean puntuales.
  • Sorprende la pasividad de la sociedad democrática española. Entre todos hemos dejado que solo se escuchen a los cantores del oe, oe, oe y que solo se vean a los cafres de Valencia y de otros lugares. La sociedad española es la que debería exigir un gobierno decente, no aceptar uno corrupto que considera normal destruir pruebas. Si esa sociedad despertara de su sueño de confort empezaríamos a ver una salida a tanta negrura.
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