“Confesiones” de un rey Clara Ramas San Miguel
¿Quién se acordará mañana de Gaza y Cisjordania?
Las imágenes se repiten. Poco a poco van perdiendo nitidez. Y al cabo de unos días desaparecen. Es lo de siempre. La invisibilidad que sigue al estrellato. Quién se acuerda de la guerra en Ucrania. Y de lo que pasa en el Sáhara desde hace la tira de años. Y de lo que no ha dejado de pasar en esos sitios lejanos en que domina el horror por encima de todas las cosas. Las noticias se queman a velocidad de vértigo. Donde la mirada del miedo habrá de aquí a poco un vacío absoluto. No hay vacío más absoluto que el olvido. De aquí a poco las ruinas de Gaza serán como un decorado de cine de catástrofes. Y las vidas enterradas entre los escombros o amontonadas en las morgues se habrán convertido después de la guerra en un recuerdo vago, como los recuerdos que duelen demasiado para convertirse en memoria.
Quién se acuerda de los ataúdes de Madrid cuando las residencias de mayores eran un filón para el covid y para la insana vocación por la maldad que demostraron en esos instantes Díaz Ayuso y sus equipos de gobierno. A los tiros de Hamás abriendo boquetes de horror en la fiesta joven de Israel aquella madrugada le siguieron la locura fascista del gobierno de Netanyahu, la abyecta complicidad de EEUU y la boca torcida de una Europa que en los momentos claves de la historia ni está ni se la espera. La noche de los atentados en París aquel 13 de noviembre de 2015 yo estaba a menos de quinientos metros de la terraza donde asesinaron a diecinueve personas. Al día siguiente Hollande ordenó bombardear Siria. Quién se acuerda del día después de aquel viernes por las calles de París. Quién se acuerda de la guerra de Irak y las supuestas armas de destrucción masiva…
No hay vacío más absoluto que el olvido. De aquí a poco las ruinas de Gaza serán como un decorado de cine de catástrofes
Quién se acuerda de los días en que el daño resulta insoportable.
Lo peor de la moral desde la que encaramos las guerras es el cinismo con que las contamos. La sangre fría de los voceros del terror riéndose a carcajadas de la verdad. Llega Joe Biden a Israel y asegura que las bombas que destruyeron el hospital de Gaza eran de Hamás. Biden: la gran esperanza blanca frente a la barbarie que representaba Donald Trump. Menuda esperanza blanca. Cómo va a condenar EEUU la ocupación de Palestina si es el país con más ocupaciones de la historia. Había que condenar a Putin por criminal de guerra. Pero hay que dejar que Netanyahu siga masacrando al pueblo palestino. El cinismo. La turbia sospecha de que eres cómplice del terrorismo islamista si dices que entre los fusiles asesinos de Hamás aquella noche y la respuesta de Israel a esos crímenes hay una distancia inhumanamente desproporcionada y vengativa, ajena a las leyes que rigen los conflictos armados y al Derecho Internacional que asegura protección sobre todo a la población civil. Cómo puede alguien que no sea un canalla ponerse delante de un micrófono a defender que los muertos son como abono para que en la tierra crezcan girasoles como los de Van Gogh en vez de las columnas de humo que siguen al exterminio. Cómo puede el PP volver a utilizar tanta muerte, tanto daño amontonado en estos días, para arremeter una vez más contra el gobierno presidido por Pedro Sánchez. Están acostumbrados, en ese partido, a convertir el dolor de los demás en mierda de la que supuran a borbotones las cloacas. Si no estás con sus marrullerías cuando hablan de lo que está sucediendo en Israel y Palestina es que eres antisemita y estás con los terroristas de Hamás. Ya ven ustedes ese mirlo blanco que según decían era el tal Borja Sémper: el Gobierno de coalición está con Hamás. Es como si la izquierda necesitara inventarse los mirlos blancos de la derecha. Y se inventa a Borja Sémper como el rey de la moderación en un partido que —como él mismo— aplaude los crímenes de guerra que está cometiendo Israel no contra Hamás sino contra el pueblo palestino. Estoy de los mirlos blancos de las derechas no saben ustedes hasta dónde.
Es como si los miles de muertos en Gaza estos días fueran los primeros. Quién se acuerda de que ya hubo antes otros muchos miles, de que cada vez que Palestina exigía sus derechos para liberarse del yugo de Israel regresaban las masacres sobre el pueblo palestino. Quién se acuerda de lo que viene sucediendo en los territorios ocupados desde aquel ya prehistórico año de 1948, cuando se produjo la primera repartición del territorio y la apropiación ilegal por parte de Israel de buena parte del que le tocaba a Palestina.
La memoria es corta, ¿por qué lo olvidamos todo a la velocidad del rayo cuando parte en dos el árbol que servía de refugio contra la tormenta?
La mirada sobre las guerras siempre deja fuera a una de las partes implicadas. La convierte en invisible. También esa mirada es la de la compasión, la de un paternalismo que se dibuja en los ojos abiertos a la nada de un niño que es el símbolo de la inocencia machacada. ¿Por qué ignoramos que a veces la compasión nos oculta lo más importante: que la mirada de ese niño comiéndose la cámara es una mirada política? La mirada que no mendiga compasión sino acción política que acabe con una injusticia que se alarga y se alarga como si esa injusticia ya fuera para toda la vida. La mirada de la inocencia machacada es la de quien sabe que forma parte de la invisibilidad, que la suerte hace tiempo que cayó del otro lado, que no tiene nombre porque sólo tienen nombre quienes tienen el poder de la escritura, que cuando vuelva a casa ya no habrá nada que mirar porque todo habrá desaparecido bajo los escombros de la política vengativa que Netanyahu y los suyos (que no es el pueblo de Israel, ni mucho menos) vienen imponiendo en Gaza y Cisjordania hasta que todo lo que hay en esos territorios sea suyo. El exterminio judío en los campos nazis no puede ser la coartada del horror para salvar de la justicia universal a criminales de guerra que, como Netanyahu y quienes apoyan sus intervenciones genocidas, están acabando con la vida que todavía queda en territorio palestino.
Las imágenes se repiten estos días como elocuentes testimonios del horror. Cuánto van a durar antes de que poco a poco se vayan diluyendo hasta desaparecer del todo. Cuándo la mirada de la inocencia machacada pasará a formar parte de esa desmemoria a que el tiempo somete lo vivido.
Recuerdo los versos de Carmen Castellote en su exilio mexicano. Hablan, esos versos, de la guerra de España. Pero pueden servir para todas las guerras. También para la que ahora nos estamos contando. Estos son los versos. Y con ellos acabo lo que escribo: “Ya nadie habla de la guerra. / ¿Qué hago con los muertos?”. Quién se acordará mañana de Gaza y Cisjordania…
_____________________
Alfons Cervera es escritor. Su último libro es Maquis (Edición 25 aniversario en Piel de Zapa).
Lo más...
Lo más...
Leído