Ayuso en estado puro

Òscar Banegas

Anunció el día de antes que se iría si alguien no hablaba en español y lo hizo, o sea que fue consecuente con lo que había dicho que haría y cumplió su promesa. Advertiré a los lectores que la coherencia será lo único bueno y positivo que destacaré en este artículo de Isabel Díaz Ayuso, que el pasado 6 de junio hizo el más absoluto ridículo en la Conferencia de Presidentes que tuvo lugar en Barcelona cuando salió por patas al escuchar al lehendakari y al Molt Honorable (no el valenciano, que desde el pasado 29 de octubre se ha convertido más bien en el Molt Mentider) expresarse en sus respectivas lenguas. Espero, al menos, que cerrara la puerta al salir de la sala. Por cierto, parece que en el PP se ha puesto de moda abandonar el puesto de trabajo, pero eso lo hace cualquier currela de este país y lo sancionan y lo despiden. Y como esta mujer es insaciable, el jueves volvió a justificar su indiferencia hacia el euskera y el catalán y tildó de cateto a quien no defienda la lengua de Cervantes. Lo diré sin subterfugios, paleta es ella por despreciar las lenguas de su país. Esta charlatana, cada vez que abre la boca, sube el precio del pan. Con este nuevo espectáculo de la presidenta madrileña podemos decir definitivamente no que haya perdido el norte, sino todos los puntos cardinales del sistema de referencia cartesiano.

Recordemos exactamente qué dijo lady MadriZ (sin ánimo de manosear el tema musical homónimo de Leiva cuando formaba parte del grupo Pereza): «y que todo lo que me tengan que decir en los pasillos en español, o lo dicen dentro en el mismo idioma, o me saldré, o por el camino ya veré lo que hago con esos pinganillos. Ya les digo que no me los pienso poner». Sé sincera, tronca, no es que no quisiste ponerte el pinganillo, es que no podías porque ya debías de llevar uno a través del cual tu ventrílocuo Miguel Ángel Rodríguez te dictaba lo que tenías que decir como si fueras Doña Rogelia, y la verdad es que sí, uno en cada oreja debe de ser bastante incómodo y todo un lío. Evidentemente, quién me busca me encuentra, y como lingüista y hablante de una de esas lenguas que ella tanto denigra no pensaba quedarme callado ante este atropello, un gesto grosero de intolerancia y desdén de una patana monolingüe que se cree ama y señora de todo. Por fortuna, España es plural y tolerante, no como ella.

Defender y hablar nuestras lenguas cooficiales es preservar la identidad de un pueblo, mientras que rechazarlas dice mucho de la ignorancia de quien lo hace. Los idiomas son historia, memoria, futuro, y por eso conviene cuidarlos y conservarlos. No lo digo yo, sino el artículo 3.3 de la Constitución: «La riqueza de las diferentes modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección». En efecto, la diversidad lingüística es un tesoro, no un obstáculo, y quien niegue esto, como la lideresa gata, se lo tiene que hacer mirar urgentemente. A la derecha no le molesta aprender inglés, celebrar Halloween o regalar por Papá Noel, pero nuestra riqueza idiomática y cultural la destroza por puro supremacismo lingüístico. ¿Esta bobalicona se ha parado a pensar qué opinarán los votantes del PP a nivel nacional que hablan catalán, euskera o gallego? Parece como si los populares no hubieran entendido todavía que el castellano no es la única lengua del Estado. Proteger un idioma no solo es permitir que exista, también es garantizar que tenga espacios de uso real, sobre todo institucionales, y el Congreso de los Diputados o una Conferencia de Presidentes lo son. Negar el uso de las lenguas cooficiales no une, excluye, y Ayuso, por enésima vez, las utiliza para separar a un país, lo que no puede ser más lamentable, sobre todo si en alguna ocasión se le ha pasado por la cabeza hacerle un Casado a Feijóo y aspirar a gobernar el país.

Antes de que los defensores del argumento según el cual el uso del servicio de traducción e interpretación automático mediante pinganillo es un gasto superfluo e innecesario se rasguen las vestiduras, diré que es un razonamiento del todo absurdo. Quien se escandalice por la existencia de unos cuantos funcionarios del Estado que desarrollan este trabajo también lo tendrá que hacer por otros muchos despilfarros estructurales. En realidad, no les molesta el coste, sino lo que representa. El dinero destinado a intérpretes en la Administración General del Estado no compite con el presupuesto, por ejemplo, para sanidad ni para enfermedades graves como el cáncer, el alzheimer o la ELA. Simplemente son partidas diferentes gestionadas también por ministerios diferentes.

Quien salió pitando al escuchar la intervención en euskera de Imanol Pradales no lo hizo por no querer usar un auricular, sino por puro cálculo político, y a mi entender le salió muy mal. Su objetivo era reventar la cumbre y quitarle protagonismo a Feijóo. Me parece ridículo abandonar la reunión cuando el lehendakari utiliza su lengua e incorporarse cuando Alfonso Rueda, de su partido y presidente de la Xunta, fala galego. Si con su despropósito pretendía conseguir atención mediática, la tuvo toda. Ya sabemos que la Quironesa vive de agitar las aguas y el barro, y esto, desgraciadamente, le da votos. Y si tan en contra está del pinganillo, imagino que no sería tan escrupulosa y se lo habría puesto unos días después en caso de haber asistido al acto organizado por Marine Le Pen en el que su guía espiritual, Santiago Abascal, intervino hablando un francés macarrónico. Quelle honte!

Me parece ridículo abandonar la reunión cuando el lehendakari utiliza su lengua e incorporarse cuando Alfonso Rueda, de su partido y presidente de la Xunta, 'fala galego'

Sabemos por experiencia también quién odiaba y no respetaba la existencia en España de otras lenguas que no fueran el castellano hasta el punto de prohibirlas oficialmente. Afortunadamente, el lema «Una, grande y libre» acabó el 20 de noviembre de 1975. Han pasado casi cincuenta años y tenemos derechos lingüísticos y culturales que hay que cumplir, como por ejemplo, la amenaza actual del PP i Vox de instar a las Cortes Valencianas a modificar la LUEV para que Alicante sea considerada una ciudad castellanohablante. También tenemos conocimiento de quién hablaba catalán en la intimidad y con Jordi Pujol a raíz del Pacte del Majestic, ¿no? Lo más gracioso es que la que ahora dice que estamos en una dictadura es quien quiere que solo se hable ecuatoriano, o sea, otra Paca. No respetar las lenguas de tu país es de ser muy inculta. Y como en el PP son tan antinómicos que dicen y hacen una cosa y la contraria, ahora que el Gobierno central se tambalea y que no sabemos si este año Pedro Sánchez se comerá o no el turrón en la Moncloa, no me extrañaría nada que la derecha reaccionaria estuviera haciendo ya cursillos acelerados de catalán en línea por si acaso la aritmética parlamentaria les permite gobernar con el apoyo de Junts. El Parla.cat está en su punto álgido y va a todo trapo. Ánimo, el nivel A2 podéis alcanzarlo de aquí a la convocatoria de elecciones generales.

Muy lejos queda aquel tuit de esta maja chulapa en el que alababa las lenguas cooficiales en un acto por la Constitución organizado por su partido: «Discursos en catalán, galego, valenciano, mallorquín, castellano... #España». Por la boca muere el pez. Del vasco, no dijo ni mu, y si nos descuidamos trocea el catalán en tantas partes como hablas tiene. Le faltó incluir el ibicenco, el leridano y el alicantino. Quizás el mensaje lo escribió a las puertas de unas elecciones para ganar votos, o quizás fue cuando todavía disimulaba un poquito su radicalismo, pero el caso es que ahora está pasada de la raya y es más de Vox que el políglota de Abascal. Ya sabemos que la coherencia política es la línea editorial del PP, que donde dije digo, ahora dice Diego. Como sentenció un sabio, somos amos de nuestro silencio y esclavos de nuestras palabras. La hemeroteca está ahí y a la novia del ciudadano particular le acabará pasando factura.

Como decía antes, la Trump española está perjudicando a su superior jerárquico. Esta manola a quien, lo diré en madrileño para que me entienda bien, le gusta la fruta no es una mindundi dentro de un partido que tiene una pieza podrida que le puede echar a perder todo el frutero. Porque, insisto, ¿quién le pide ahora los votos a los partidos nacionalistas periféricos de cara a una futura investidura después de tanto odio lingüístico? El gallego tiene el enemigo en casa. Por cierto, el de Ayuso y el PP también es un tipo de nacionalismo, centralista, muy español y mucho español. Y si tan patriotas son que solo quieren una lengua y una cultura en vez de vanagloriarse de la vasta riqueza lingüística de su país, que se miren el artículo 3 de la Constitución, que deja muy claro que catalán, euskera y gallego son idiomas españoles. Y también el castellano, por supuesto, pero el sancta sanctorum del ordenamiento jurídico no habla de español como ella hace, esto es un invento de los países hispanoamericanos alguno de los cuales ha visitado recientemente huyendo de las corruptelas que la acorralan en su tierra.

Sí, la niña mimada les ha salido rebelde, y si al principio pensaban que sería un revulsivo para el partido, ahora resulta que se ha convertido en un problema radiactivo más que en una solución para la derecha española libertaria y delirante, porque con comentarios y actuaciones como los de hace unos días, el PP no sacará ni un voto ni en Cataluña ni en el País Vasco. También son infumables, inauditas e impropias de toda una autoridad autonómica sus declaraciones barriobajeras de extrarradio sobre las cañitas a porrillo, las terracillas, las cervecillas y los vinillos. En este sentido, conviene recordar de donde ha salido esta señora tan descortés, de llevar las redes sociales de Pecas, el perro de la aristócrata Esperanza Aguirre, y esto creo que lo dice ya todo. Pero parece que ahora la que ladra es ella, no el cachorro de la condesa consorte de Bornos, grande de España.

Dos días después de poner pies en polvorosa, para acabar de arreglarlo, en la manifestación en Madrid convocada por su partido bajo el lema «Mafia o democracia», dijo que «la falta de libertad que se vive en España nos impide decir la verdad, España no es plurinacional, no somos extranjeros en nuestra casa». Por poco no dijo amén. Por lo que se ve, esta malandrina, la más patética del PP, no tuvo suficiente con el numerito que montó en la Ciudad Condal. Por un lado, habla de falta de libertad una cenutria que, indignadísima ella, profiere discursos fascistas desde un púlpito con micrófono en medio de una plaza de la villa y corte y se queda tan fresca. Si las imágenes fueran en blanco y negro, nos pensaríamos que eran del NODO. Si no hubiera libertad, ella ya estaría en prisión por el hatajo de barbaridades que dice día sí, día también. Y, por otro lado, el artículo 2 de la Constitución reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que integran España. Es la segunda vez que, ¡oh sorpresa!, comprobamos que esta desconsiderada no se ha leído todavía la Carta Magna.

Y acabaré con una confesión. Durante la preparación de este escrito he consultado varios foros para testar la indignación generalizada hacia la frutera de Chamberí a raíz de su última rabieta institucional. Veía que mucha gente se refería a ella como IDA, y claro, la primera cosa que pensé fue que, como parece que no está muy bien de la cabeza, pues que querían decir que es una persona sin cordura, ida en su único idioma. Después un conocido me dijo que IDA es la abreviatura con las iniciales de Isabel Díaz Ayuso, y también me cuadra. Al día siguiente del show que protagonizó esta pueblerina me encontraba yo en Madrid, y mientras hacía cola a la entrada de un teatro en el barrio de Chueca, escuché como el chico que había detrás de mí le decía a un amigo: «yo no puedo con ella, no puedo, de verdad, se me revuelve el estómago y tengo que apagar el televisor». Hablaba de la susodicha, que le provoca exactamente el mismo repelús visceral que a mí. Allende los ríos Manzanares y Jarama podemos pensar que, como gobierna con mayoría absoluta, todo quisqui le vota, pero no, por suerte tiene también sus detractores. Una Ayuso, a veces, en estado puro, o también en efervescencia, como los comprimidos de un conocido antipirético que debe de tomar para bajar esos subidones repentinos de fiebre que le hacen decir tantos disparates. Como dirían los gallegos, o falar no ten cancelas.

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Òscar Banegas es filólogo y trabaja como técnico lingüístico en el Servicio de Lenguas de la Universidad de Alicante.

Anunció el día de antes que se iría si alguien no hablaba en español y lo hizo, o sea que fue consecuente con lo que había dicho que haría y cumplió su promesa. Advertiré a los lectores que la coherencia será lo único bueno y positivo que destacaré en este artículo de Isabel Díaz Ayuso, que el pasado 6 de junio hizo el más absoluto ridículo en la Conferencia de Presidentes que tuvo lugar en Barcelona cuando salió por patas al escuchar al lehendakari y al Molt Honorable (no el valenciano, que desde el pasado 29 de octubre se ha convertido más bien en el Molt Mentider) expresarse en sus respectivas lenguas. Espero, al menos, que cerrara la puerta al salir de la sala. Por cierto, parece que en el PP se ha puesto de moda abandonar el puesto de trabajo, pero eso lo hace cualquier currela de este país y lo sancionan y lo despiden. Y como esta mujer es insaciable, el jueves volvió a justificar su indiferencia hacia el euskera y el catalán y tildó de cateto a quien no defienda la lengua de Cervantes. Lo diré sin subterfugios, paleta es ella por despreciar las lenguas de su país. Esta charlatana, cada vez que abre la boca, sube el precio del pan. Con este nuevo espectáculo de la presidenta madrileña podemos decir definitivamente no que haya perdido el norte, sino todos los puntos cardinales del sistema de referencia cartesiano.

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