COP16 en Roma: Un paso adelante, pero la biodiversidad no puede esperar

César Luena

El acuerdo alcanzado en Roma marca un hito en la lucha global por la biodiversidad. Después de la suspensión de la sesión inicial en Cali a finales de 2024 y una reanudación virtual centrada en el presupuesto, la COP16 se retomó de manera presencial en febrero de 2025 con una misión clara: avanzar en las decisiones pendientes sobre financiación, planificación, monitoreo y revisión del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal (KMGBF). Se han dado pasos importantes, pero la clave está en lo que viene después: la implementación real y efectiva de estos compromisos, lo que requiere no solo voluntad política, sino también recursos concretos.

Uno de los principales avances ha sido la adopción de una hoja de ruta para movilizar recursos de todas las fuentes, públicas y privadas, nacionales e internacionales. Además, también se ha adoptado una estrategia revisada de movilización de recursos con objetivos claros: mayor inversión de bancos multilaterales de desarrollo, finanzas combinadas e inversiones privadas en biodiversidad. No obstante, sigue siendo fundamental que los países desarrollados asumamos nuestra responsabilidad y brindemos un apoyo justo a los países en desarrollo. Y no solo esto, sino que también es imprescindible una mayor implicación del sector privado y financiero para cerrar la brecha de financiación.

No podemos permitir que la protección del planeta dependa solo de la voluntad política o de fondos limitados. Los compromisos financieros adquiridos deben transformarse en desembolsos concretos y eficaces. Aunque el Fondo para el Marco Global de Biodiversidad (GBFF) ya está operativo y ha recibido contribuciones iniciales de países como España, Japón, Francia y Nueva Zelanda, alcanzando los 382 millones de dólares, es evidente que esta cifra sigue siendo insuficiente. Si no aumentamos la movilización de recursos, los objetivos del KMGBF corren el riesgo de quedarse en papel mojado.

Asegurar recursos es solo una parte del desafío; garantizar su uso eficiente es igualmente crucial. Por ello, el avance hacia un sistema de monitoreo robusto ha sido otro de los elementos centrales en esta COP16. Se ha establecido un marco de seguimiento con indicadores claros para medir el progreso hacia los objetivos de biodiversidad, asegurando que el cambio en el uso de la tierra respete los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales. Este enfoque no solo pretende evaluar resultados, sino también reconocer el papel fundamental de estas comunidades en la protección de la biodiversidad y la preservación del conocimiento tradicional, reafirmando que la conservación debe construirse con ellas, y no a costa de sus derechos.

Si bien la COP16 ha dejado una hoja de ruta ambiciosa, es imprescindible que la Unión Europea también haga su parte

El monitoreo de la implementación del Marco Mundial será un proceso continuo, guiado por un grupo de expertos internacionales, y las revisiones globales del progreso colectivo previstas para la COP17 en 2026 y la COP19 en 2030 serán fundamentales para comprobar si realmente estamos avanzando en la dirección correcta. Sin embargo, la rendición de cuentas no puede esperar hasta esas fechas. Desde ahora, los gobiernos deben asumir la responsabilidad de implementar estos compromisos con transparencia y ambición.

Si bien la COP16 ha dejado una hoja de ruta ambiciosa, es imprescindible que la Unión Europea también haga su parte. La Comisión Europea debe reflejar estos compromisos en el próximo Marco Financiero Plurianual (MFF), presentando un fondo europeo específico para la restauración de la naturaleza. La protección y restauración de la biodiversidad no solo es un imperativo ambiental, sino también un compromiso ético y económico que requiere recursos a la altura de los desafíos que afrontamos. 

Es innegable que el acuerdo alcanzado en Roma es un paso importante. En un momento de gran fragmentación geopolítica, haber logrado un pacto sobre biodiversidad es un signo de que la cooperación internacional aún es posible frente a los desafíos globales. Pese a ello, la verdadera prueba comienza ahora: convertir las promesas en acciones reales. La responsabilidad recae sobre las instituciones europeas y los gobiernos nacionales, que deben impulsar estas decisiones con acciones concretas y recursos suficientes. No hay margen para la inacción; la restauración de la naturaleza, la protección de los ecosistemas y la inversión en biodiversidad no pueden seguir postergándose.

El camino está trazado; ahora es momento de recorrerlo con ambición y responsabilidad.

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César Luena es diputado socialista en el Parlamento Europeo y Presidente de la Delegación del Parlamento Europeo en las cumbres de biodiversidad de Montreal y de Cali

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