PLAZA PÚBLICA

La correcta interpretación de los datos de inflación

Ansgar Seyfferth

Con la inflación convertida en uno de los principales problemas económicos del momento, con un impacto directo en la vida cotidiana de los ciudadanos, las actualizaciones mensuales del índice de precios de consumo (IPC) han cobrado una gran importancia. No obstante, hay mucha confusión acerca de su interpretación, a la que a menudo contribuye una comunicación inexacta o, directamente, incorrecta por parte de los medios. ¿Qué significa exactamente que la inflación esté bajando en estos últimos meses, tras haber tocado techo en julio? ¿Y no es contradictorio que precisamente en ese nefasto mes de julio los precios bajaran (un 0,3%), mientras que octubre, mes en el que subieron (un 0,4%), ha sido mucho mejor de lo esperado para la inflación? Trataremos de aclarar los principales conceptos para resolver este tipo de dudas.

El IPC es un índice que valora el precio de un conjunto de bienes y servicios que forman una cesta de la compra representativa para el consumo nacional. Pero los datos de interés, que son los que aparecen en las noticias y que se usan para medir la inflación, no son los valores del propio IPC, sino sus tasas de variación, que indican el porcentaje en el que el precio de la cesta ha subido o bajado en un determinado periodo, normalmente un mes o un año. El siguiente gráfico muestra la evolución de las tasas de variación mensual y anual en España en los últimos meses. Los datos del pasado mes de octubre son aún provisionales, ya que el Instituto Nacional de Estadística (INE) no publica los datos definitivos de cada mes hasta mediados del siguiente. 

La variación mensual está sujeta a una marcada estacionalidad, con meses históricamente más propicios a las subidas y otros a las bajadas, lo que hace que las variaciones correspondientes a diferentes meses del año por lo general no son comparables. Una subida mensual de un 0,4% puede ser una mejor noticia que una bajada de un 0,3%, si la primera se ha dado en un mes en el que típicamente los precios suben más aún (como octubre), y la segunda en un mes donde suelen bajar más (como julio). Obsérvese que incluso en un ciclo inflacionista como el actual, si bien predominan las subidas, no son raros los meses en los que los precios bajan.

Por eso se suele emplear la variación anual, es decir, la acumulada en los últimos 12 meses, como indicador principal de la inflación. No está distorsionado por la estacionalidad, ya que el periodo contemplado siempre contiene todos los meses del año. Al tratarse de la variación de los precios frente al mismo mes del año anterior, siempre se comparan “peras con peras”. Cuando se habla de un X% de inflación, por defecto se refiere a la variación anual, si bien a menudo los medios de comunicación crean confusión, con afirmaciones como que los precios han subido un 10,2% en junio (lo cual sería terrible), cuando esa es la subida acumulada en junio y en los 11 meses anteriores, a la que el propio mes de junio contribuyó con un incremento de un 1,9% (la variación mensual de ese mes).

Pero la variación anual no solo se confunde con la variación mensual, sino a veces también con el propio IPC. Lo que está bajando en los últimos meses no es el IPC como reportan algunos medios, sino su variación anual, un proceso que se llama desinflación: los precios siguen subiendo, pero cada vez más despacio (aunque todavía a un ritmo muy superior al 2% anual deseable según los criterios del Banco Central Europeo). Solo cuando la variación del IPC es negativa estamos ante una bajada del precio de la cesta. Si se trata de variaciones anuales sostenidas y significativamente negativas, y no solo de algunas bajadas mensuales fruto de la estacionalidad o efectos transitorios, se habla de deflación. Con el uso incorrecto de la terminología, comunicando una bajada del IPC, se induce a la confusión entre ambos fenómenos, sembrando la duda de si la bajada de la inflación equivale a una bajada de los precios, cuando en realidad solo baja el ritmo de subida.

En definitiva, si la variación anual sube o baja frente al mes anterior depende de si la variación mensual es superior o inferior a la del mismo mes del año anterior

Referente a la duda de cómo la inflación anual puede subir en un mes en el que los precios bajan (como el pasado mes de julio), o viceversa (como en octubre), la clave está en la relación entre variación anual y mensual. La variación anual de julio subió frente a la del mes anterior, porque si bien se incorporó la bajada del 0,3% del propio mes de julio en su cómputo, a la vez se salió el mes de julio del año anterior con una bajada mucho más pronunciada (0,8% como muestra el gráfico). De igual modo, la bajada de la variación anual en octubre frente al mes anterior se debe a que en su cómputo el propio mes de octubre, con una subida del 0,4%, sustituyó al mes de octubre del año anterior, cuya subida fue mucho mayor (1,8%). En definitiva, si la variación anual sube o baja frente al mes anterior depende de si la variación mensual es superior o inferior a la del mismo mes del año anterior.

Inflación subyacente

A veces nos referimos a la variación del IPC sin más como variación de los precios, pero eso no nos debe hacer olvidar que se trata de la media ponderada de las variaciones de los precios de los componentes de la cesta de referencia, que pueden ser muy dispares. Por ello, el precio de la cesta particular de cada ciudadano puede variar de forma muy diferente al IPC, dependiendo de sus hábitos de consumo. Si, por ejemplo, el IPC sube o baja por una fuerte variación del precio de los carburantes, quienes no conducen apenas lo notarán, mientras los que a diario hacen grandes desplazamientos en coche experimentarán una variación del coste de la vida más pronunciada que la del IPC.

Las variaciones de los precios se recogen con un desglose pormenorizado, lo que permite construir también otros índices, en base a un conjunto de bienes y servicios diferente a la cesta del IPC, o con una ponderación diferente. El más común es el IPC subyacente, que simplemente excluye de dicha cesta los alimentos no elaborados y los productos energéticos, cuyos precios dependen en gran medida de factores externos a la economía nacional, como por ejemplo conflictos internacionales o las condiciones meteorológicas. Dado que el impacto de este tipo de factores es a menudo transitorio, la exclusión de alimentos y energía tiende a reducir la volatilidad, tal como se observa en el siguiente gráfico, con la evolución de la inflación general y subyacente en los últimos meses en España. Por ello, esta última suele indicar mejor la evolución a medio y largo plazo. Es un indicador particularmente relevante para los bancos centrales, dado que además los mencionados factores externos suelen ser difícilmente influenciables mediante la política monetaria. 

Mientras que desde mediados de 2019 hasta principios de 2021 la inflación subyacente fue prácticamente nula y la general incluso mayoritariamente negativa en España, ahora la inflación general ha superado a la subyacente, casi llegando a triplicarla en términos anuales el pasado mes de marzo, ya que fue sobre todo la escalada de los precios energéticos lo que desencadenó la actual crisis inflacionista. No obstante, la brecha se está estrechando, por un lado, por el exitoso control de los precios energéticos, que es el principal motivo de la bajada de la inflación general, pero también por la subida de la inflación subyacente, que refleja la penetración de la inflación en el resto de la economía, ya que las empresas acaban repercutiendo el aumento de sus costes a los consumidores. La persistencia de la inflación subyacente, que se resiste a bajar, presagia que aún tardaremos en dejar atrás el ciclo inflacionista.

Comparativas internacionales

Para calcular mensualmente sus índices de precios nacionales, las oficinas de estadística de los estados miembros de la Unión Europea emplean metodologías parecidas, pero debido a particularidades históricas y sociales, así como a diferentes estructuras de los sistemas estadísticos, sus datos no son del todo comparables. Por ello, todas ellas realizan los cálculos en paralelo con una metodología común para toda la Unión, obteniendo así su IPC armonizado (IPCA), que la oficina estadística comunitaria Eurostat usa para comparar la inflación en los diferentes estados miembros, y para calcular las tasas de variación agregadas para la UE y para la zona euro. El siguiente gráfico muestra la evolución de su variación anual en España y en el conjunto de la zona euro. 

Comparando con los gráficos anteriores, se observan ligeras diferencias frente a las variaciones anuales del IPC nacional en el caso de España, que, no obstante, en los últimos años rara vez han superado las dos décimas, en uno u otro sentido, ya que la metodología española no difiere mucho de la comunitaria. Pero la diferencia puede ser notable, como por ejemplo en octubre en Alemania, donde la Oficina Federal de Estadística reportó (provisionalmente) variaciones anuales del 10,4% para el IPC y del 11,6% para el IPCA.

El gráfico muestra que, a diferencia de España, en el conjunto de la zona euro la inflación sigue subiendo, debido principalmente a una evolución mucho más desfavorable de los precios energéticos. De hecho, acorde con los datos provisionales para octubre, España ya es el país con la segunda menor inflación en términos anuales, a solo 0,2 puntos de Francia, que el mes anterior aún le aventajaba en 2,8 puntos.

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Ansgar Seyfferth es director para España de la empresa STAT-UP Statistical Consulting & Data Science Services, profesor de estadística y de visualización de datos, y colaborador de la Fundación Alternativas.

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