La defensa de Israel y el genocidio de Gaza

Juan José Torres Núñez

Con los ataques terroristas de Hamás –el grupo armado islamista de resistencia palestina–, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha lanzado al mundo el mismo mensaje que en otras ocasiones: “Nos aseguraremos de que Israel tenga todo lo que necesita para proteger a sus ciudadanos y defenderse, para responder a este ataque. No hay justificación para el terrorismo. No hay excusa. Hamás no defiende el derecho del pueblo palestino a la dignidad y a la autodeterminación”. Y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, advirtió a los residentes de la Franja de Gaza que “se marchen de donde Hamás esté desplegado, escondido u operativo” porque “acabarán convertidos en escombro”. Y los líderes de la Unión Europea se han lanzado como loros y buenos vasallos de EEUU repitiendo que “Israel tiene derecho a defenderse”.

Sin embargo, todos han olvidado que los palestinos también tienen el derecho a defenderse. Y si queremos hablar de dignidad, tenemos que recordar a la niña palestina de 10 años, Nadine Abdel-Tait, cuando se dirigió al mundo el año 2021, hablando inglés, en un vídeo para explicar el sufrimiento de los niños palestinos y de su pueblo. Dejó muy claro que “Nadie está a salvo en Palestina”. Nos contó que los israelíes bombardean Gaza sin ninguna misericordia. Esto lo siguen haciendo hoy como en 2021. Nosotros sabemos que los israelíes han arrebatado a los palestinos su nacionalidad, su dignidad y sus tierras. ¿De qué dignidad está hablando Biden? ¿Quién protege a los palestinos? Lo que estamos viendo en el régimen de Israel es un comportamiento racista, arrogante y de apartheid. Ajamu Baraka lo define muy bien: “el sionismo es hitlerismo”. Biden ha repetido que Israel tiene derecho a defenderse y ha confesado que él no es judío, pero “sí sionista”. Y declara que “no hay justificación para el terrorismo”. Todos estamos de acuerdo con estas palabras, pero veamos en una breve introducción las matanzas de palestinos y lo que Israel ha hecho a lo largo de la historia, para comprender su comportamiento arrogante y sangriento.

En el libro Éxodo y otros del Antiguo Testamento de la Biblia aparece un Dios violento, cruel y vengativo. Es el Dios del “ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie (Ex 21, 24). En el libro de Josué, cuando el pueblo de Israel asaltó la ciudad de Jericó, “Consagraron al exterminio todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, pasándolos a filo de espada” (Jos 6, 21), siguiendo las instrucciones del Señor. ¿Ha pensado Netanyahu en estos textos bíblicos para llamarle a esta guerra genocida de Gaza “Swords of Iron” [Espadas de hierro]? Es la misma situación, antes lo hacían con espadas y hoy lo hacen con uno de los ejércitos más preparados del mundo, para matar a un pueblo hambriento, sin luz, sin agua, sin alimentos, sin combustible y desarmado. Un pueblo amordazado por el miedo, un pueblo que como sabemos, la Antigua Jericó está ubicada en Palestina y tiene más de 10.000 años de historia, hoy considerada Patrimonio mundial de la humanidad.

En 1947 la ONU aprobó la partición de Palestina en dos Estados, uno hebreo y otro árabe. El plan imponía una condición: Jerusalén pasaría a estar bajo una administración internacional. Pero con la proclamación del Estado de Israel en 1948 los israelitas invadieron y ocuparon casi la mitad de los territorios del Estado árabe. Como ya escribió en 2021 el Dr. Yasser Abu, un psiquiatra palestino, “en 1948 nos expulsaron de nuestra tierra; más de 600 pueblos fueron destruidos; cientos de miles fueron asesinados o desarraigados; cerca de 800.000 terminaron viviendo como refugiados en diferentes sitios del mundo”. En su artículo “La nueva ideología de genocidio de Israel”, el escritor judío Amia Ben-Abba cree que se pueden comparar las condiciones de la Palestina de hoy con el Shoah o Shoá (Holocausto hebreo), porque la cuestión palestina para Netanyahu y su Gobierno, es como la solución final de Hitler. Netanyahu ha llevado a cabo una “cruzada antipalestina”, como ha indicado el periódico hebreo Ha’aretz. Israel no quiere un Estado palestino.

Los líderes de la Unión Europea se han lanzado como loros y buenos vasallos de EEUU repitiendo que “Israel tiene derecho a defenderse"

Hoy el éxodo forzoso de miles de habitantes de la Franja marchando a ninguna parte se ha comparado con la Nakba, que significa catástrofe en árabe. El Ha’aretz también escribe sobre un miembro del Knesset, Ariel Kallner, del partido Likud de Netanyahu, proclamando: “¡Ahora, un objetivo! ¡Nakba! ¡Una Nakba que ensombrecerá la Nakba del 1948!” (citado en la Executive Intelligence Review). Con la expulsión de miles de palestinos de sus tierras, nació el Estado de Israel con un programa de limpieza étnica. Un ejemplo de este programa lo vemos entre el 16 y 18 de septiembre de 1982, cuando las fuerzas de la Falange Libanesa masacraron a la población palestina en los campamentos de Sabra y Chatila, con la complicidad de Israel, que en ese momento sus tropas ocupaban Beirut. Los campamentos “fueron invadidos por bandas criminales, con amplio respaldo logístico de las tropas sionistas”, según la historia de esta masacre. Con “la intervención de Estados Unidos quedaron bajo control y jurisdicción del Ejército de Israel”, comandado por el genocida Ariel Sharon, ministro de Defensa, y “procedieron a masacrar a la inerme población civil (…), en su mayoría ancianos, mujeres y niños, provocando un número de víctimas fatales (…), entre los 1.500 y los 3.000. En su furia homicida los criminales no respetaron ni a los animales domésticos y con idéntica saña ametrallaron caballos y perros. Luego procedieron a derrumbar viviendas para sepultar a las víctimas entre los escombros”. Como hemos visto, Netanyahu también quiere convertir a Hamás y a los palestinos en “escombros”. El libro de Josué se repite.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró en Tel Aviv que “las despreciables acciones de Hamás son el sello distintivo de los terroristas” y añadió que “la respuesta de Israel demostrará que es una democracia”. Pero ya sabemos que en nombre de la “democracia” se cometen muchos crímenes. David Rovics, en su artículo “El levantamiento de Gaza”, afirma que “Israel no es una democracia. Los palestinos que viven bajo el dominio israelí, la gran mayoría se encuentra en Cisjordania o en Gaza, sujetos a la ‘justicia’ militar, sin tribunales civiles. No tienen derecho a votar en las elecciones israelíes”. Y refiriéndose a Hamás, puntualiza que “controla hoy Gaza (…) porque ganó las elecciones por abrumadora mayoría” y habría estado hoy en el poder también en Cisjordania si Fatah no hubiera anulado los resultados de las elecciones “porque perdieron. Con la ayuda de Israel, Fatah intentó derrocar a Hamás en Gaza”. Se comprende, pues, por qué EEUU solo quiere negociar con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, un rival político de Hamás, “débil”, que “no representa las voces de los palestinos”.

El terrorismo de Hamás es inaceptable, pero ¿de qué forma se puede parar el genocidio de los palestinos con la ocupación interminable de Israel? El Estado israelita es un apéndice de Estados Unidos, que con el apoyo incondicional de sus adláteres, la OTAN y la Unión Europea, arremete contra Hamás pero olvida los actos terroristas que ha cometido contra la humanidad en sus bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, y la destrucción, dolor y muerte que inflige una organización terrorista como la OTAN en tantos países del mundo. Para acabar con el genocidio de Gaza se necesita, pues, un alto el fuego inmediatamente y aplicar y cumplir la resolución de la ONU, que aprobó la creación de un Estado Palestino independiente y soberano para garantizar la paz y la seguridad.

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Juan José Torres Núñez es escritor y socio de infoLibre.

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