La dialéctica de los puños y las pistolas. Una vuelta al pasado

Ángel Viviente Core

Releía hace un par de días la situación en la España de los años posteriores al advenimiento de la II República. Ya era conocida, pero no viene mal de vez en cuando tirar de hemeroteca y revivir aquellos acontecimientos. Y eso en base y razón de que el conocimiento de la Historia y de nuestra Memoria (con mayúscula), es lo que siempre se ha dicho que es lo necesario para que ciertos hechos no se repitan.

Pues vaya sorpresa, porque lo anterior también contradice lo de que el ser humano es el único que tropieza dos veces en la misma piedra. Pero, claro, lo que algunos leemos y aprendemos para que situaciones nefastas no se repitan, otros lo toman como material didáctico para aprender de sus mayores, con los que se sienten próximos, para seguir políticas y estrategias parecidas.

Vayamos al los años 30 del siglo pasado. Tras la llegada de la República, las derechas, asociadas con una ultraderecha claramente fascista que crecía en Europa, ¿os suena ese crecimiento?, se marcaron el objetivo de cargarse al Gobierno republicano por todos los medios. Los argumentos eran parecidos: Gobierno ilegal, dependencia de Moscú, rompimiento de la unidad de España, vendidos al independentismo, controlados por los comunistas, etc. Y ante esto no cejaron en propagar por todos los medios, incluyendo periódicos y revistas de su línea política, también suena, toda clase de infundios, discursos encendidos, insultos y todo lo demás.

Son dignos de revisar los discursos de Calvo Sotelo, prócer de la derecha más ultracatólica, llamando a la rebelión ante una situación que ellos consideraban iba a ser el rompimiento y hundimiento de la familia, de la religión y del país. Los discursos estaban llenos de odio y mentiras y ahí es cuando surgió el discurso fundacional de Falange, en el que esto se dijo:

"¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria." (José Antonio Primo de Rivera Teatro de la Comedia 29 octubre 1933)

Y ya sabemos lo que esto trajo consigo, antes, durante y después de la guerra civil, con grupos de falangistas sacando a gente de sus casas y dejándolos tirados en las cunetas.

El tema es que esto que a algunos parece tan lejano y de otro tiempo nos está llegando poco a poco en las formas de hacer política en nuestras instituciones, y que nos resultan próximas a algo que ya parecía olvidado. Y da miedo.

¿No son los mismos que hace noventa años? ¿Alguien ha aprendido? Mi respuesta es que estos sí, porque se ven en la misma de los que acabaron a golpe de pistola con un Gobierno elegido democráticamente en la urnas y que nunca aceptaron, al igual que ahora

Algunos dirán que estoy exagerando, pero cuando uno se informa sobre aquellos años convulsivos en los que la política se reducía a las luchas entre unos y otros, con insultos lanzados por las derechas más recalcitrantes y con una República arrinconada y a la defensiva, uno no puede dejar de comparar con lo que estamos viendo en los últimos tiempos. Y da miedo.

Veamos. Al igual que entonces, la derecha y ultraderecha han dejado la política a un lado.

Los temas sociales, los que importan a la gente, como son la Sanidad, la Educación, la Justicia, la Economía... han dado paso a la simple bronca día a día. Pero, claro, es que todo eso, lo que preocupa a la gente, la gente misma, les importa un carajo, porque su único objetivo es cargarse a este Gobierno ilegal por todos los medios, que les ha arrebatado lo que ellos consideran suyo. Su único objetivo al margen es el de proteger a sus elementos que, cuando pudieron, se aprovecharon del poder de que disponían para lucrarse, y lo siguen haciendo los que continúan teniéndolo. La corrupción les envuelve con una capa viscosa de las que les cuesta salir, aún con la ayuda de sus jueces que en su día instalaron a su servicio.

Han aprendido mucho del pasado, leyendo a sus antecesores, y también de las nuevas tecnologías que les ha transmitido el trumpismo y que gracias a su control económico manejan a la perfección. Pero también echan mano y la echarán de las enseñanzas más zafias, como esa de la “dialéctica de las pistolas” ¿que no?

Alguien puede ver alguna diferencia con aquello en el discurso del otro día del señor (o lo que sea) Losantos, digno (o indigno) representante del nuevo fascismo español:

“Alberto [González Amador] que es un bigardo, bien plantado, de familia militar, tendrá dos amigos. Y si no Desokupa. Y el primero que aparezca por ahí metiéndose, tiene un accidente, se rompe tres huesos. Eso lo entienden a la perfección. Lo que entienden los diputeros... es la violencia. Es que hemos llegado a ese punto”.

Clara llamada al uso de la violencia, que puede anidar en el ánimo de algunos seguidores que se vean alentados por estas palabras para “romper huesos” a algún periodista que consideren rojo. Y si eso ocurriera ¿alguien le pedirá cuentas a este espécimen?

Y qué me dicen del otro “bigardo”, el tal MAR, hasta ahora escondido detrás del pinganillo de la señora, dictándole los mensajes mientras, sentado en el sofá de su casa, degusta un buen whisky. Este llama a la prensa, la que está con ellos, la “bienpagada”, a través de sus redes y pone el foco en periodistas, da sus nombres y fotografías. Es una combinación perfecta, el uno da los datos y el otro recomienda la dialéctica de puños y pistolas. Viva la libertad de prensa.

¿No son los mismos que hace casi noventa años? ¿Alguien ha aprendido? Mi respuesta es que estos sí, porque se ven en la misma tesitura de los que acabaron a golpe de pistola y puño con un Gobierno elegido democráticamente en la urnas y que nunca aceptaron, al igual que ahora.

Por lo menos saquemos enseñanzas los que estamos en el otro lado y no cometamos los mismos errores que aquellos. Responder con firmeza y sin utilizar sus zafios métodos, sí, pero no desfallecer en la defensa de las libertades y de un Estado democrático que tanto esfuerzo ha costado levantar. Ni un paso atrás.

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Ángel Viviente Core es coordinador general de Convocatoria Cívica.

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