En toda España el cielo está despejado

Inna Usenko

Está de pie, apoyado en una muleta, y observa desde el balcón cómo borbotea la vida en una ciudad pacífica. Un público despreocupado y bien vestido está de copas, los niños corren chillando, los jóvenes flirtean. El verano está en pleno apogeo, un fin de semana. Los fuegos artificiales brillan en el cielo, y el hombre con muletas se estremece sin querer por las explosiones. Fiesta …

Estoy observando estas imágenes en Madrid en 2022, y me viene a la memoria la novela de Hemingway del mismo nombre, Fiesta, escrita hace casi 100 años. Un joven veterano no puede sacarse de su corazón una terrible experiencia, ni sumergirse en un mundo de entretenimiento y olvido. El alma y el cuerpo mutilados se ven obligados a mantenerse ajenos a la fiesta de la vida, y buscar la respuesta de por qué a él le ha tocado vivir tanto dolor y pérdidas.

Hemingway escribió su novela después de los horrores de la Primera Guerra Mundial, mientras en París se disfrutaba de la vida, en España, los toreros guapos y jóvenes coqueteaban con la muerte solamente en las plazas de toros.

Pasaron diez años y una terrible guerra llegó a España. El rey Alonso XIII abdicó la corona. Comenzó la lucha por el poder, y, tras el golpe de Estado de 1936, todos: toreros, oficinistas, obreros, tomaron las armas. Hemingway tituló muy elocuentemente su siguiente novela sobre los acontecimientos en España: Por quién doblan las campanas. Ellas doblan por ti, porque en medio de un gran dolor nadie quedará fuera.

En aquel entonces, en la década de los 30, España se convirtió en el escenario de una guerra híbrida, ya que bajo las declaraciones de la política de neutralidad y no injerencia se ocultaba el suministro de armas, las pruebas de innovadores métodos de exterminio, las operaciones diversivas y de sabotaje, y la presión económica y diplomática. Fue un ensayo de la Segunda Guerra Mundial: en la península Ibérica, la Unión Soviética apoyó al gobierno republicano, y Alemania e Italia apoyaron a los nacionalistas liderados por el general Franco. Las reservas de oro del Estado español a cambio de armas llegaron a Odesa y se esfumaron en Moscú. 500.000 muertos, 450.000 refugiados: el precio de un enfrentamiento de tres años. Miles de niños españoles llegaron entonces a nuestras ciudades ucranianas y fueron cálidamente acogidos por la gente común y corriente. Pasa igual ahora: los ucranianos están siendo recibidos aquí en España.

Hablé con nuestros militares ucranianos, que están en rehabilitación en Madrid tras ser heridos. Si los secretos de Estado estuvieran en manos de esta gente, el enemigo jamás se enteraría de nada. Los funcionarios de inteligencia y de alto rango del país pueden aprender a ser fieles como estos valientes soldados. Están aquí gracias al programa de ayuda. Están haciendo un tratamiento para fracturas complejas, contusiones, algunos están en espera de prótesis. La asistencia a los heridos debe ser urgente y completa, por lo que se ha convertido en un reto para los médicos españoles, acostumbrados a trabajar despacio en tiempos de paz. Los soldados recuerdan con gratitud a sus cirujanos de campo que obran milagros prácticamente con las manos desnudas. ¡Si tan solo tuvieran equipos modernos!

Hablé con nuestros militares ucranianos, que están en rehabilitación en Madrid tras ser heridos. Si los secretos de Estado estuvieran en manos de esta gente, el enemigo jamás se enteraría de nada

Cuando les pregunté a nuestros defensores con qué soñaban, respondieron casi al unísono que querrían volver a casa cuanto antes. Pues allí es todo querido: familia, casa, naturaleza. Precisamente por esa razón fueron a la guerra.

- ¿Y quién es el enemigo para usted? ¿Cómo es? ¿En qué se diferencia?

- Bueno, es simple. Cualquiera que haya venido a nuestra tierra con armas es un enemigo y será destruido.

- ¿No teníais miedo de que las fuerzas fueran desiguales? ¿Sentisteis la superioridad del enemigo en tropas y armas?

- No, no lo pensamos. Hay tres naciones valientes que nunca se dan por vencidas y luchan hasta el final. Estos son chechenos, georgianos y ucranianos. Desde los primeros días de la guerra se predijo que seríamos derrotados. Y resistimos y seguimos en pie. Y así lucharon en su momento los chechenos y los georgianos.

Una mujer militar ucraniana en silla de ruedas mira con amargura a esos refugiados varones que abusan de la hospitalidad de un país extranjero, se cubren de niños y se sienten como si estuvieran en un balneario. Así ha sido en todos los tiempos: para algunos la guerra cosecha muertes y para otros trae riquezas. Pero la gran mayoría de los refugiados ucranianos son mujeres con niños pequeños. Algunas tienen a sus maridos en guerra o capturados, otras tienen sus hogares destruidos y otras se escaparon milagrosamente de la ocupación. La gran desgracia común se desgrana en los destinos de cada individuo. Deberá pasar mucho tiempo para sanar las heridas y reunir a los ciudadanos dispersos en diferentes países.

-¿Cómo llegaste a la guerra? - le pregunto a otro hombre herido.

- En su día serví en el ejército, llegué a ser alférez y renuncié. Y en febrero de este año decidí volver a las filas militares para defender a mi familia y a mi tierra.

-¿Qué resultó ser una gran sorpresa para usted en esta guerra?

-El comportamiento de la población local en Donbas. Estos conciudadanos nuestros te pueden clavar en cualquier momento un cuchillo en la espalda, entregar nuestros soldados al enemigo.

Algunos expertos dicen que la guerra puede durar mucho tiempo.

-Vi la tierra donde se llevó a cabo la lucha. Da miedo, cráter sobre cráter, no queda nada. Allí donde había casas modestas de gente común ahora solo queda tierra quemada. Pasarán décadas antes de que se desactiven las minas en estos campos, se construyan viviendas y se vuelva a sembrar trigo.

Impresionado por el terrible bombardeo de España en 1937, Picasso pintó un elocuente cuadro, Guernica, como advertencia a la humanidad. Pero la masacre continúa: nuestras hermosas ciudades ahora están completamente destruidas: Mariúpol, Ojtirka, Cherniguiv, Gostómel. Las bombas de racimo y los misiles de crucero vuelan a mi Járkiv natal todos los días. Están destruyendo aquello que se ha construido durante siglos y están matando a civiles, de los cuales todavía quedan diez veces más en Ucrania que los que la abandonaron.

La diáspora ucraniana de 100.000 personas en España tendió la mano para ayudar a 100.000 refugiados. Cada ucraniano ahora está haciendo lo que puede para ganar la guerra: los activistas hacen concentraciones en la embajada del país agresor en Madrid todos los días, los cantantes se unen y levantan el ánimo de la gente, y los periodistas cubren los eventos. Recordemos otro eslogan del pasado: "¡No pasarán!". Los esfuerzos conjuntos de los ucranianos y del mundo detendrán la invasión caníbal.

Por este motivo Madrid acogió la cumbre de la OTAN. España tiene el futuro del mundo en sus manos. Y la frase en clave, "En toda España el cielo está despejado", que sirvió como señal para el comienzo de la guerra civil española, ahora puede tener un significado distinto y positivo, brindando un cielo pacífico a Ucrania, que está sangrando y pidiendo ayuda.

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Inna Usenko es periodista ucraniana

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