La génesis del chapapote español

Francisco Javier López Martín

Estos días los noticiarios han dado cuenta de los 20 años transcurridos desde el hundimiento del Prestige en las costas gallegas. El 13 de Noviembre de 2022 aquel petrolero se vio en mitad de un temporal que abrió una vía de agua. Ante el riesgo de hundimiento se toma la decisión de intentar alejarlo lo más posible de la costa, hasta que el día 19 el petrolero se hunde a unos 250 kilómetros de la costa.

Hace 20 años comenzamos a recorrer un tortuoso camino que nos ha llevado directamente al reforzamiento del patrioterismo exacerbado. Al comienzo fue el Prestige, o más exactamente, el chapapote que terminó por inundar las costas gallegas.

Pero el chapapote más duradero fueron las manchas de mentiras que comenzaron con aquellos “pequeños hilitos, cuatro en concreto, regueros solidificados con aspecto de plastilina en estiramiento vertical”. Así lo definía el entonces Vicepresidente Mariano Rajoy que, poco después, añadió que “no es en ningún caso una marea negra, se trata sólo de manchas muy localizadas”.

Los hilitos de plastilina terminaron siendo un vertido de petróleo en toda regla y las manchas localizadas acabaron convertidas en la marea negra más espantosa que ha asaltado las costas españolas, la mayor catástrofe ambiental vivida en nuestro país. Lo triste es que década y media después, siendo ya presidente del Gobierno, el mismo Mariano Rajoy sostenía que ya no existía peligro alguno de que pudiera producirse un vertido capaz de poner en riesgo el medio ambiente marino.

La sociedad española respondió hace veinte años con un tremendo ejercicio de solidaridad. Miles de personas acudieron desde el primer momento a limpiar las costas y la ayuda de las organizaciones políticas y sociales hizo posible que se recaudaran recursos para mantener ese esfuerzo que se prolongó durante meses.

Me siento orgulloso de aquel 23-F de 2003, de la manifestación en Madrid, en la que participaron 240.000 personas llegadas de Galicia, pescadores, mariscadores, ciudadanos gallegos, asturianos, cántabros, vascos, arropados por miles de personas, trabajadoras y trabajadores madrileños, ocupamos las calles para exigir ¡NUNCA MAIS!

Recuerdo haber compartido pancarta con el entonces coordinador de IU-Madrid, mi compañero de profesión Fausto Fernández (que pocos meses después sería víctima, junto a Rafael Simancas, del golpe perpetrado en las elecciones autonómicas madrileñas) y con el Secretario General del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, del que muchos dudaban que pudiera llegar a ser Presidente del Gobierno.

Veníamos los trabajadores de una Huelga General el 20J, convocada por CCOO y UGT contra el decretazo del Gobierno que recortaba prestaciones de desempleo y hacía desaparecer subsidios asistenciales por desempleo, los salarios de tramitación en caso de despido, además de un proceso de extinción del Plan de Empleo Rural (PER).

El chapapote de aquella decisión produjo que la buena relación de la derecha con las organizaciones sindicales y empresariales, tras los primeros años de gobierno de Aznar, llegaran a su fin, por más que algunos líderes sindicales se empeñaran mantener un espacio de acuerdos con el Gobierno.

Vamos a tiempos duros y muy confusos. Vamos a escenarios muy complicados en lo económico, en lo social, en el empleo, en la propia supervivencia de nuestra especie sobre el planeta

Así las cosas, el Gobierno podría haber vuelto a la senda del diálogo, pero eso supondría renunciar a la soberbia de quien ostenta la mayoría absoluta, conseguida en las elecciones del 2000 y comienza a acostumbrarse a actuar con soberbia desmedida. Pero no ocurrió tal cosa. Muy al contrario, la decisión de apoyar la intervención estadounidense en Irak situó las cosas en un escenario de fractura política y social que ningún gobierno en su sano juicio debería permitirse.

Aquella foto de Aznar en la Cumbre de las Azores, o la del mismo Aznar con los pies sobre la mesa en compañía del presidente estadounidense Bush, en la Cumbre del G8, suponían la aceptación de la existencia de armas de destrucción masiva en manos de Sadam, pese a las informaciones en contra que recibía de nuestros servicios de inteligencia.

Aceptar aquella mentira y difundirla para justificar la invasión de Irak y propiciar el extraordinario negocio de las multinacionales estadounidenses en la destrucción y reconstrucción de Irak, despreciando el inmenso 'no a la guerra', que recorrió las calles en impresionantes manifestaciones, agravó el proceso de destrucción de la convivencia en nuestro propio país.

El golpe final de expansión de la marea negra en nuestra sociedad se produjo aquel 11M de 2004, en aquellos atentados terrorista en los trenes que llegaban a Madrid. Para evitar la atribución al islamismo radical, en las inmediaciones de las elecciones generales, la mentira lanzada por el gobierno consistió en culpar a ETA.

Desde aquel día, desde la reacción popular ante la mentira, desde el desalojo del poder del PP, no hemos tenido descanso. Los intentos de sembrar nuevas mentiras, dudas, teorías de la conspiración, alentados e impulsados por un partido implicado en operaciones de corrupción generalizada, encontraron su mayor expresión en lugares como la Comunidad de Madrid, que se ha convertido en el campo experimental del guerracivilismo hispano.

El Prestige, 20 años después, con un pecio atorado en las profundidades del mar del que no hemos vuelto a saber gran cosa, debería suponer una lección para nuestra sociedad y para nuestros gobernantes de cualquier signo político. Vamos a tiempos duros y muy confusos. Vamos a escenarios muy complicados en lo económico, en lo social, en el empleo, en la propia supervivencia de nuestra especie sobre el planeta.

Con aciertos o errores, haríamos bien en intentar reconstruir un clima que permita leer la realidad en el mismo idioma, construir relatos sensatos, buscar identidades compartidas, respetar lo diverso, lo plural y construir espacios de unidad para trabajar juntos.

No será fácil, pero es nuestra única oportunidad. Nuestro único futuro.

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Francisco Javier López Martín fue secretario general de CCOO de Madrid entre los años 2000 y 2013.

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