Plaza Pública

¿Lecciones de democracia de quienes no creen en la democracia? Pues va a ser que no

Manifestación en honor a la División Azul en Madrid.

El otro día lo escuché y vi en la televisión. El alcalde de Madrid, Martínez Almeida, dijo: “No es una persona, Pablo Hasél, que merezca el respeto en mi opinión de ningún demócrata”.

Sólo es un ejemplo más, porque todos los días recibimos lecciones de democracia de quienes llevan toda su vida negándola si esa democracia no defiende sus intereses.

Estoy harto de quienes nos dan lecciones de democracia y se niegan a condenar la dictadura franquista, de quienes no titubean a la hora de ensalzar sin tapujos y llenos de emoción esa misma dictadura, de quienes se mofan de las víctimas republicanas diciendo que son sólo un montón de huesos, de quienes aseguran sin ningún tipo de piedad que sólo nos acordamos de nuestros muertos en las fosas de la vergüenza para recibir subvenciones, de quienes aplauden la voluntad de esos militares que se pirran por fusilar a 26 millones de hijos de puta, de quienes se sienten orgullosos de ser la vox de los que ganaron la guerra y volverían a repetir las hazañas de sus padres y abuelos, de quienes pronuncian la palabra comunista con la misma rabia encendida que la pronunciaban sus antepasados fascistas, de quienes se cuadraron marcialmente para defender la permanencia de su Caudillo en su tumba faraónica, de quienes se juramentaron en la madrileña plaza de Colón para construir una patria que se pareciera lo más a su amada dictadura, de quienes consideran que el gobierno surgido de una democrática respuesta electoral es ilegítimo, de quienes dicen defender a tope la Constitución y sólo defienden a machamartillo la unidad de España, el artículo 155 y la Monarquía: y les importan un pito los derechos fundamentales que están escritos en esa misma Constitución, de quienes –en esa misma línea de actuación– sacan de sus casas a la gente para entregarlas casi gratis a los fondos buitre y luego nos hablan con cinismo de derechos constitucionales, de quienes se llenan la boca con lo de que la justicia ha de ser justa y se niegan a reformar la cúpula judicial aunque lleve caducada más de dos años sólo porque no quieren dejar paso a jueces que no sean de su cuerda, de quienes aseguran que la justicia ha de ser igual para todos pero defienden a capa y espada que el rey emérito siga sin rendir cuentas a esa justicia desde su “exilio” dorado con sus amigos millonarios de Abu Dabi, de quienes han utilizado la enfermedad y la muerte en la pandemia provocada por el Covid para cargarse al gobierno de coalición, de quienes llegaron a Cataluña en 2017 y sitiaron dependencias institucionales al grito encarnizado de “a por ellos”, de quienes defienden la libertad de expresión sólo cuando son sus voces las que braman en las calles, de quienes niegan la violencia machista contra las mujeres y no dudan en culpabilizarlas de sus propias muertes a manos de sus asesinos, de quienes son racistas y xenófobos hasta las cachas, de quienes dicen a grito pelado que Pablo Hasél es un delincuente peligroso y se reúnen con Villarejo en los sótanos infectos de las cloacas policiales, de quienes chapotean sin ningún pudor en esas mismas cloacas vestidos de periodistas tertulianos, de quienes acusan a Pablo Hasél de cometer delitos de odio y se plantan con sus uniformes falangistas delante de las cámaras de televisión y una manifestación nazi para silabear que “el enemigo es el de siempre, aunque con distintas máscaras: el judío”, de quienes llevan de gira por sus periódicos, radios y televisiones a la nazifalangista que soltó esa canallada como si fuera un icono musical de cuando yo era joven, de quienes llenan sus medios de comunicación con mentiras para convertirlas en verdades incontestables, de quienes ponen en el callejero de Madrid los nombres de golpistas y de la División Azul y destrozan las placas con los de Largo Caballero, Indalecio Prieto y los versos de Miguel Hernández…

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Así que, señores y señoras Inda, Marhuenda, Quintana, Herrera, Bustos, Losantos, Casado, Claver, Arrimadas, Abascal con su cruzada legionaria, Ayuso, Almeida y otros variopintos colegas del submundo oscuro: lecciones de democracia, las justas. Ninguno de ustedes –¡eh, alcalde Almeida!– ha de venir a darnos lecciones de nada, y menos de democracia. Y qué decir de ese prodigio de inteligencia que es Isabel Díaz Ayuso cuando salió en la Asamblea de Madrid con un pedrusco en la mano y diciendo que Pablo Hasél “tiene menos arte que cualquiera de los que estamos aquí, con dos cubatas en un karaoke”. Soy de una generación que no llegó al hip hop ni al rap porque se quedó –yo, al menos– en Unchained Melody, Yesterday o como mucho en el riff guitarrero de Richie Blackmore con Deep Purple para Smoke on the water. Pero pagaría a gusto la entrada, eso sí, con mascarilla triple, para escuchar a la presidenta madrileña entonando el “Ya hemos pasao” en un karaoke, con un cubata en la mano y vestidita de azul con boina roja, que es lo que de verdad le molaría. ¡Menuda tropa!

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Alfons Cervera es escritor. Su última novela es "Claudio, mira", editada por Piel de Zapa.

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