Les presento a Mike Pompeo, profeta en su tierra

Emilio Menéndez del Valle

“Nadie es profeta en su tierra” es un refrán de origen bíblico. Aludía al escaso éxito obtenido en el lugar originario por alguien que pretendía convencer de sus argumentos a quienes lo escuchaban. De no conseguirlo, caso de persistir en el intento y con la intención de lograr respeto y reputación, había de alejarse de su lugar de origen, tal como hacían los profetas, con la esperanza de que su mensaje calara en otras latitudes.

Mike Pompeo inició su carrera política al conseguir un escaño por Kansas en la Cámara de Representantes norteamericana gracias a la generosa financiación de los popularmente conocidos como Hermanos Koch (Charles y David, con una fortuna de unos 50 mil millones de dólares cada uno), propietarios de Industrias Koch. En sede parlamentaria, Pompeo se ganó la reputación de presentar numerosos proyectos de ley favorables a la fraternidad Koch. Miembro activo del Tea Party —la corriente reaccionaria del Partido Republicano— fue ascendido en noviembre de 2016 a director de la CIA por el presidente Trump. Sin duda imprimió carácter a la Agencia de inteligencia al mostrarse favorable a espiar a líderes extranjeros y a sostener que Edward Snowden —el consultor tecnológico que trabajó para la Agencia y que en 2013 filtró a The Guardian y a The Washington Post documentos clasificados de alto secreto— debía ser juzgado y condenado a muerte. Probablemente con la intención de disipar cualquier duda respecto a su buen hacer, declaró que quería una CIA “más agresiva, brutal, despiadada e implacable”.

Tan acendradas convicciones debieron impulsar a Donald Trump a designarle secretario de Estado en marzo de 2018, puesto en el que se mantuvo hasta el final de la inolvidable administración republicana el 20 de enero de 2021. No creo que el profeta Pompeo conozca las aventuras y desventuras de Fernando María Castiella, ministro de Asuntos Exteriores (1957-1969) en el franquismo, reputado como “el ministro del Asunto Exterior” por su recalcitrante empeño en recuperar Gibraltar. Paralelismo manifiesto. A Pompeo se le podría asignar el mote de “ministro del Asunto Exterior” por su concentración en el tema Israel/Palestina durante su mandato. La obcecación de Castiella con Gibraltar es equiparable a la de Pompeo con Israel. Un año después de haber asumido el cargo, en marzo de 2019, asombró a gran parte de la opinión con una peculiar declaración que sin duda encantó a su jefe: “Dios podría haber enviado a Donald Trump para salvar al pueblo judío”. (Quisiera que constara en acta que no existen pruebas de que Fernando María Castiella invocara a la divinidad en busca del apoyo del Caudillo en su batalla gibraltareña).

La obcecación de Castiella con Gibraltar es equiparable a la de Pompeo con Israel

El secreto del sumario nos impide saber si la decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como capital indivisible de Israel (diciembre de 2017) y de trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a dicha ciudad, fue consecuencia de la obsesión por el asunto, ya expresada en esa fecha, de quien designaría pocos meses después como secretario de Estado. Sí sabemos que tal decisión, condenada por la gran mayoría de la opinión internacional, alarmó a Europa, a las grandes potencias musulmanas, a China e incluso al papa. Francisco: “Hago un fuerte llamamiento para que todos respeten el statu quo de la ciudad, de conformidad con las pertinentes resoluciones de Naciones Unidas”. En cualquier caso, el asombro suscitado en 2019 al ligar a su jefe con la divinidad fue consolidado cuando en febrero de 2020 el profeta acusó a las Naciones Unidas de ser “anti-Israel”, a propósito de la publicación por la Organización de la lista de las compañías que se lucran con la producción de las colonias israelíes en los territorios palestinos ocupados: “Estoy escandalizado de que la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, haya publicado una lista de las empresas que operan en los territorios controlados por Israel”. Sintomático que el profeta se escandalice de la transparencia y no del hecho de la ocupación ilegal israelí de tierras árabes.

Pocos meses después, en noviembre de 2020, Pompeo intensificó su campaña de peculiar hermanamiento con el Estado judío. Se convierte en el primer ministro norteamericano de Asuntos Exteriores (o "del Asunto Exterior") en visitar oficialmente una colonia judía en la Cisjordania árabe ocupada, en concreto la de Psagot, a escasos kilómetros de Ramala, la piadosamente denominada capital donde intenta ejercer sus funciones la Autoridad Nacional Palestina. Por supuesto, en Psagot, Pompeo proclama que las colonias judías son legales y que los productos agrícolas en ellas cultivados deben ser etiquetados y vendidos como made in Israel. Todo ello contra la mayoritaria opinión internacional, la Unión Europea, China, el derecho internacional y las resoluciones de la ONU. No es sorprendente que el, hasta ahora, incombustible primer ministro israelí, Netanyahu —cuyo ejército, en el momento de escribir estas líneas, acaba de matar a otros seis palestinos mientras la violencia se extiende en Cisjordania— adoptara una medida sui generis durante la visita de Pompeo. Agradecido a la política norteamericana del momento, bautizó una de las colonias ilegales en los Altos del Golán, arrebatados a Siria hace años, como Altos de Trump.

La victoria electoral del Partido Demócrata que convirtió a Biden en presidente puso fin a la obsesión oficial de Mike Pompeo en lo que se refiere a su particular “asunto exterior”, pero, recalcitrante, continúa ejerciendo. El 12 de febrero pasado dijo que Israel tiene un derecho bíblico a las tierras palestinas al tiempo que calificaba al presidente palestino Mahmud Abbas de “conocido terrorista”: “Israel no es un Estado ocupante. En cuanto cristiano evangélico y en base a mi lectura de la Biblia, estoy convencido de que esta tierra, a pesar de la negación de tanta gente, es la patria del pueblo judío”.

El profeta Pompeo, el cristiano evangélico supuestamente relacionado con más de una divinidad, parece estar jugando su carta de cara a las presidenciales norteamericanas de 2024. Uno más de los varios candidatos republicanos que aspiran a hacerse notar en las primarias de su Partido, no parece preocupado por traicionar a su antiguo jefe al disputarle el puesto. Hace unas semanas declaró que en primavera anunciará su decisión definitiva “independientemente de si el expresidente Trump se presenta o no a la reelección”. A él lo englobó, sin pronunciar su nombre, entre “quienes tienen egos frágiles que se niegan a reconocer la realidad”. Son palabras del monaguillo evangélico de Trump, el profeta en su tierra que tuvo que pedir asilo en la tierra de Israel.

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Emilio Menéndez del Valle es embajador de España.

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