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Plaza Pública

Sabemos poco y mandamos aún menos

Una mujer protegida con una mascarilla pasea este sábado en Teherán, Irán.

Gaspar Llamazares

Sabemos poco y mandamos aún menos. ( La excepción africana y la humildad)

El precio parecía razonable, el lugar

indiferente. La casera juró vivir

sin prejuicios. Nada quedaba salvo

la auto-confesión.

―Madame, advertí,

―Detesto perder un viaje- Soy Africano

silencio.

Wole Soyinka

Creíamos que era el desarrollo de la medicina lo que había cambiado el nivel de salud del mundo, pero a tenor de los conocimientos actuales en salud pública, sabemos que su influencia, con ser importante, no ha sido lo fundamental. Apenas un veinte por ciento de las causas determinantes.

Han sido más importantes los avances en el desarrollo, el agua potable y el saneamiento, así como los derechos sociales, laborales y de género, en la esperanza y la calidad de vida, que los avances estrictamente sanitarios.

También, con el siglo XX, pensábamos que la terapéutica antimicrobiana acabaría definitivamente con las enfermedades infecciosas, pero tampoco ha sido así. En la actual pandemia se demuestra que los virus, junto a las silenciosas resistencias bacterianas, nos están ganando la partida. Por eso, desde un principio, hemos tenido que recurrir a las clásicas medidas del aislamiento y la cuarentena para combatir la pandemia.

Por eso, también en la otra pandemia, la digital de la Infodemia y las fake news, seguimos empeñados en que solo se trata de una cuestión de gestión política, de salud pública y sanitaria por parte de los gobiernos, no acabamos de entender lo que nos está pasando y nos tiramos los trastos a la cabeza. Todo hasta que llegue la nueva panacea de las vacunas.

Tenemos uno de los sistemas sanitarios más accesibles y de mejor calidad de atención, pero nos hemos dado cuenta de que nos faltaba una orientación más preventiva y sociosanitaria y de que no dedicamos el esfuerzo presupuestario y de gestión necesario para su sostenimiento y actualización. Aunque en nuestro entorno, incluso aquellos que lo previeron han gozado tan solo de una escasa ventaja.

Nos hemos dado cuenta de que tampoco los sistemas sanitarios han sido lo fundamental. Tener un buen sistema de atención no nos ha blindado frente al virus. Si acaso, nos ha permitido paliar los daños entre los más vulnerables. Ni siquiera tiene una explicación exclusivamente sanitaria el nuevo patrón de enfermar crónico y degenerativo, que inicialmente achacamos a hábitos y factores de riesgo individuales y ahora sabemos que son causados por los determinantes sociales, laborales, ambientales y de género.

Entre ellos parece evidente la influencia de los determinantes demográficos, sociolaborales, ambientales y de género, así como las patologías y factores de riesgo en las tasas de enfermedad y mortalidad por grupos de edad, clases sociales y grupos étnicos.. afectando especialmente a los más pobres, los ancianos y las minorías étnicas... Y que además la respuesta es tan dependiente de fármacos y tecnologías como de cuidados sociosanitarios.

Así lo hemos visto trágicamente en las residencias de ancianos.

En este sentido, el neoliberalismo y sus recortes y privatizaciones ya nos habían hecho retroceder, desde décadas antes de la pandemia, y sus efectos nos han debilitado ante ella, sobre todo para los sectores excluidos, los enfermos y entre los más vulnerables.

Aún hoy desconocemos por qué la incidencia acumulada de la primera y segunda ola ha sido mayor en buenos sistemas sanitarios y menor en sistemas de salud precarios o inexistentes. Tampoco por qué el mayor desarrollo económico y técnico no han protegido en mayor medida a los países.

Nuestra soberbia económica y tecnológica que nos hizo creer a resguardo de la pandemia, nos lleva a preguntarnos ahora qué ha fallado. Nuestra mentalidad racional y sobre todo la emocional nos hacen preguntarnos hoy por quién tiene la culpa de esta desprotección e incertidumbre. Para una parte de la sociedad es siempre culpa de la política. Para otra parte minoritaria, siempre dispuesta a la teoría de la conspiración, se trata de la responsabilidad de la ciencia. De los que mandan o de los que saben, ahora enfrentados entre sí.

Porque en todas las catástrofes el culpable es el otro: pobre, judío, inmigrante o enemigo. En este caso, es fundamental la gestión de los gobiernos, entre los que lógicamente se establecen comparaciones y se buscan responsabilidades, en las distintas fases de la pandemia.

Sin embargo, la buena evolución de los datos, tanto en el sudeste asiático como en países como Alemania o en las antípodas no permite establecer cuáles son los gobiernos, los modelos de Estado o las políticas de salud pública más virtuosas. Si acaso algunas buenas prácticas que no explican las grandes diferencias.

Inicialmente se estableció la comparación entre la eficacia de los modelos autoritarios como el chino frente a los modelos democráticos, al igual que su supuesta centralización frente al federalismo o entre modelos sociales y culturales más o menos disciplinados y entre los distintos tipos de sistemas sanitarios. Y hay ejemplos para todo.

No parece haber una conjunción virtuosa, aunque no cabe duda de que la gobernanza es mejor que la descoordinación, la colaboración que el conflicto y que la imposición, así como el bienestar social y la salud pública son mejores que el sálvese quien pueda.

Por eso, al principio de la pandemia la OMS alertaba sobre sus probables consecuencias catastróficas en continentes como África y países empobrecidos y con sistemas sanitarios débiles o casi inexistentes. Sin embargo, ya en plena segunda ola, si bien se ha comprobado que la pandemia va por clases y barrios, afectando sobre todo a los sectores más empobrecidos y vulnerables, no ha ocurrido lo mismo a nivel global: por ejemplo con el continente africano, donde la población afectada es todavía de apenas un millón y medio de personas y el número total de fallecidos es aún menor que el de España.

En el continente africano, sin embargo, los escasos dispositivos de salud pública, la débil atención primaria o de testeo y la incapacidad para realizar las recomendaciones de aislamiento han sido y son clamorosos, como lo es la escasez de camas hospitalarias y en particular de UCIs y respiradores. Sin embargo son los recursos que a partir de una mayor disponibilidad echamos de menos hoy en nuestro país y a los que en mayor medida atribuimos los brotes y la transmisión comunitaria.

Es por eso que tanto la OMS, el ECDC africano y los institutos de investigación no se explican la baja incidencia y mortalidad africanas, aunque valoran la influencia en las rápidas medidas adoptadas por los gobiernos. Las ONGs hacen hincapié también en la experiencia de recientes pandemias como el ébola y la respuesta de sus dispositivos de salud pública, el sentido comunitario y la resiliencia de sus poblaciones.

Otros lo achacan a la joven edad media del continente, en la mitad de la europea, a su escasa movilidad y a la dispersión de la población fuera de las grandes ciudades. En definitiva a su marginación de los ejes del desarrollo y de la globalización. Mientras otras explicaciones más fáciles lo achacan a la infranotificación de sus precarios registros o la ocultación del exceso de mortalidad por parte de sus autoridades.

Sin embargo, nada de todo esto explica la excepción africana, como el contraste con el gran impacto de las sucesivas olas del covid-19 en el sudeste asiático, Europa y América. Como tampoco su alta incidencia en determinados países que dentro de estos continentes no son los más débiles ni especialmente vulnerables, como es el caso de España y Gran Bretaña en Europa o el de Brasil, EEUU, Argentina, Colombia y México en América o la India en Asia.

La cuestión podría estar pues en la influencia de otros factores todavía en estudio como la genética, la demografía, la inmunidad, el ambiente, el clima, la densidad de población, la metereología, la demografía, la cultura o la organización social...

Porque hay todavía factores determinantes esenciales que se nos escapan. De hecho la investigación genética ha demostrado una mayor sensibilidad y gravedad de la infección para aquellos que tienen genes heredados de los neardentales, con mayor presencia en Asia y Europa y sin embargo inexistentes en el continente africano. El grupo genético se encuentra en el cromosoma número 3, y "prácticamente idéntico", en un segmento de ADN de 50.000 pares de bases". Otro de los aspectos estudiados ha sido también el clima caluroso y húmedo como desfavorable para la propagación del virus. Entre los temas asimismo objeto de investigación en la actualidad es la inmunidad cruzada con otros coronavirus, que han circulado con mucha mayor incidencia entre las zonas más pobres y de mayor densidad poblacional en África.

Incluso se sigue investigando la protección de la vacuna frente a la tuberculosis.

En definitiva, existe también una regularidad en la cinética territorial de la pandemia, tanto en la primera como en la segunda ola de la pandemia, tanto a nivel global como en Europa e incluso dentro de España, que aún desconocemos. También hubo algo similar en la mal llamada gripe española. Ahora, cuando vuelve a repetirse el ciclo de la pandemia, desconocemos aún sus causas e implicaciones.

Los reyes presiden un 12 de Octubre marcado por la pandemia con la monarquía en el centro del debate político

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Hay mucho todavía que se nos escapa.

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Gaspar Llamazareses fundador de Actúa.

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