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La OPEP marca el paso de la COP28

José Luis de la Cruz

Terminó la COP 28, y para muchos volvemos a perder una oportunidad. ¿Qué se podía espera si tras el anuncio en Glasgow de revisar los objetivos para acelerar el abandono de combustibles fósiles, la siguiente se desarrolla en la ciudad de los rascacielos de Emiratos Árabes Unidos?

Sin embargo, la cumbre parecía que empezaba bien. El día de la inauguración se anunció la tan esperada creación del fondo de pérdidas y daños para compensar a los países más vulnerables ante el cambio climático, y el presidente, el Sultán Al Yaber, en su discurso inaugural hizo un llamamiento a descarbonizar el sistema energético existente. 

Pero quizás entendimos mal sus palabras cuando dijo: “Dejemos que la historia refleje el hecho de que esta es la Presidencia que tomó la audaz decisión de comprometerse de forma proactiva con las compañías de petróleo y gas”. Quizás, interpretamos que pedía avanzar en la acción climática, en busca de propuestas y medidas con la máxima ambición, que nos lleven a no aumentar la temperatura por encima de los 2ºC. Sin embargo, a la vista de lo acontecido, tan sólo estaba apelando a una ralentización en el uso de los combustibles fósiles.

Ha debido de ser porque la cumbre se desarrollaba en Dubái, pero a medida que fuimos avanzando hacia la meta, nos fuimos dando cuenta de que todo era un espejismo, o quizás que todo era como nos esperábamos muchos. Nos empezamos a dar cuenta de que no todo era de color de rosa cuando, tras el anuncio del Fondo de Pérdidas y Daños, no era tan bueno como parecía. Si bien se anunciaba que Emiratos Árabes Unidos y Alemania se comprometían a aportar 100 millones de dólares, Reino Unido 40 millones de libras, Japón 10 millones y EEUU 17,5, la realidad es que los pagos al fondo serán voluntarios, y los países desarrollados serán invitados, no obligados, a contribuir. Además, se ha acordado que el fondo debería reunir, al menos, 100.000 millones de dólares al año para 2030, mientras que los países en desarrollo cifran las necesidades reales en 400.000 millones.

Por otro lado, el análisis del Balance Global que se lleva a cabo cada cinco años sobre los compromisos que los países decidieron tomar de cara al futuro para actualizar sus planes climáticos, y así cumplir con el Acuerdo de París, nos indica que, a pesar del progreso general en materia de mitigación, adaptación y medios de implementación y apoyo, las partes aún no están colectivamente encaminadas hacia el logro del propósito del Acuerdo de París y sus objetivos a largo plazo.

Lo positivo es que las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado a un ritmo más lento de lo proyectado, lo negativo es que esto sólo significa que nos dirigimos a un posible límite de calentamiento global de 2,7ºC, eso sí, por debajo de los 3.5 grados previamente estimados. En definitiva, las cosas no van bien. El informe publicado por la Organización Mundial Meteorológica (OMM) confirma que la década 2011-2020 fue la más cálida jamás registrada, y advierte que el mundo se está calentando a un ritmo que podría suponer el "colapso planetario" si no se toman medidas drásticas e inmediatas para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero.

Por eso, ante esta situación y reconociendo que limitar el calentamiento global a 1,5°C sin sobrepasarlo o hacerlo de manera limitada requiere alcanzar un pico en las emisiones globales de gases de efecto invernadero, a más tardar antes de 2025, así como reducciones rápidas, profundas y sostenidas en las emisiones que nos permitan alcanzar cero emisiones netas de CO2 para 2050, no se entiende muy bien que en la declaración final se incluya un abandono progresivo voluntario, tanto del consumo como de la producción de combustibles fósiles, y no se hable de la eliminación. Eso sí, en todo momento se dice que ha de ser de manera justa, ordenada y equitativa, a fin de alcanzar el nivel cero neto para 2050, antes o alrededor de esa fecha, de conformidad con la ciencia. Apelando a que, si aceleramos la inversión para el desarrollo de tecnologías de captura, utilización y almacenamiento de carbono, no importa seguir emitiendo porque “la tecnología nos salvará”. 

La década 2011-2020 fue la más cálida jamás registrada. El mundo se está calentando a un ritmo que podría suponer el "colapso planetario" si no se toman medidas drásticas e inmediatas para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero

Es posible que la asistencia de China y EEUU con un perfil bajo también ha sido un indicativo de cómo podía terminar esta cumbre, ya que ni siquiera la declaración que hicieron comprometiéndose a realizar un importante aumento de las energías renovables (eólica, solar y almacenamiento en baterías), y sustituir los combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas, ha hecho que la resolución final de la COP28 haya incluido un calendario de eliminación progresiva de los combustibles fósiles en el corto y medio plazo. Y es que ambos países, mientras anuncian este compromiso, a la vez aprueban nuevas prospecciones de petróleo y gas.

Y junto al tibio compromiso respecto de los combustibles fósiles, también asistimos a un renacer de la apuesta nuclear, como muestra el acuerdo firmado por veinte países, entre los que se encuentran Estados Unidos, Canadá, Finlandia, Francia, Japón, Corea del Sur, Países Bajos, Emiratos Árabes Unidos y Reino Unido, de trabajar juntos para avanzar en el objetivo global de triplicar la capacidad de energía nuclear desde 2020 hasta 2050.

En resumen, no hemos avanzado lo suficiente desde que, en 1988, en la Cumbre de Toronto, se dijera por primera vez que los humanos hemos provocado involuntariamente cambios incontrolados en la atmósfera, y si no se controlan podrían conducir a consecuencias desastrosas. En ese momento se propuso el objetivo de reducción global en la emisión de CO2 del 20% para 2005 respecto a los niveles de 1988. A día de hoy, las emisiones siguen aumentando, y desde la comunidad científica existe una profunda preocupación porque los impactos del cambio climático se están acelerando rápidamente.

También es importante que seamos conscientes de que las emisiones de un país son fruto de su sistema productivo, y la realidad es que, según destaca un nuevo informe de Accenture, sólo el 18% de las empresas en el mundo están en camino para lograr emisiones netas cero en sus operaciones para 2050 (el 24% en el caso de España). Este mismo informe indica que los líderes industriales podrían cambiar esta situación en tres años, mediante estrategias de descarbonización renovadas, centradas en sectores de alta intensidad energética, como siderurgia, metales, minería, cemento, químicos, y transporte y logística. Una vez más, tenemos claro el camino, pero la velocidad sigue siendo insuficiente.

Y desde el plano social… Casi mejor eso lo dejamos para otro día, porque si bien se reconoce el importante papel y la participación activa de las partes interesadas que no son partes, en particular la sociedad civil, las empresas, las instituciones financieras, las ciudades y otras autoridades subnacionales, la realidad es que la participación en las COP de la sociedad civil cada vez es más pobre y la transición justa se usa como una coletilla para justificar determinadas acciones. Por lo menos el documento final reafirma que las soluciones han de ser sostenibles y justas frente a la crisis climática, y deben basarse en un diálogo social significativo y efectivo, y en la participación de todas las partes interesadas. 

Pero no nos quedemos sólo con lo malo. También hay buenas noticias desde el plano técnico. Se asume el compromiso de triplicar la capacidad de energía renovable a nivel mundial, y duplicar la tasa media anual de eficiencia energética para 2030, reducir sustancialmente las emisiones de metano para el mismo año, acelerar la reducción de las emisiones del transporte por carretera, y eliminar, gradualmente, lo antes posible, los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles. Aunque es justo decir que también se le ha abierto una puerta a la energía nuclear entre las energías con bajas emisiones de carbono,que pueden contribuir a intensificar los esfuerzos encaminados a sustituir los combustibles fósiles. 

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José Luis de la Cruz es director de Sostenibilidad de la Fundación Alternativas.

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