Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
La democracia es un proceso de ensayo y error hasta que llega a un punto de equilibrio en el que no existen incentivos para su modificación. Luego cambia el contexto, el proceso se vuelve a desequilibrar, volvemos al ensayo y error, hasta que se produce de nuevo un equilibrio, y así sucesivamente.
La emergencia del caso Koldo y compañía nos indica que la democracia en los partidos políticos, concretamente en el PSOE, está bastante lejos de alcanzar ese equilibrio que todos deseamos. Una de las razones fundamentales de esta situación se plantea como una paradoja: es lo que yo denomino “la paradoja de las primarias”. Las primarias se establecieron en el Partido Socialista (primero para elegir el candidato a la presidencia; luego para elegir al secretario general) como una forma de contrarrestar la fuerte tendencia que tienen las organizaciones políticas hacia la selección adversa. Que nadie se llame a engaño: la selección adversa es un mal que aqueja a los partidos políticos, desde luego, pero no solamente a estas organizaciones: por ejemplo, la Universidad, o la empresa privada, están plagadas de casos de este tipo.
La selección adversa implica que no son precisamente los mejores los que acaban llegando a ocupar puestos de mando en las organizaciones, ya sea la secretaría general de un partido o la Cátedra de una Universidad; al revés, son las personas menos preparadas, más mediocres y más inmorales las que acaban ocupando puestos de responsabilidad. Se trata de una dinámica que, si no se contrarresta, acaba obliterando a las organizaciones hasta conseguir su desaparición. En el caso, además, de los partidos de izquierda, la corrupción política tiene un precio especialmente alto, puesto que se parte de la base de que las ideas de izquierda son superiores moralmente a las demás. De ahí que la corrupción se castigue el doble de lo que se castiga en otras formaciones políticas.
El diseño de las primarias para la elección del secretario general (o secretaria general) en el PSOE vino anudado a la idea de que “the winner takes it all”, de que el vencedor en las primarias se lleva todo. Ahí es donde ha estado el problema. En efecto, a partir del momento en que un líder está ungido por un proceso de primarias, más si cabe si lo consigue por una mayoría importante, y más si cabe todavía si lo hace contra el establishment, existe una tendencia muy fuerte a que el líder elija a todos y cada uno de los puestos de responsabilidad del partido, sin más limitaciones que las establecidas por la propia dinámica organizativa del partido en cuestión. En el Partido Socialista este poder del secretario general ha sido omnímodo, aunque ha funcionado en el contexto del notable, aunque menguante, poder territorial que todavía ostentan los llamados barones del partido. Si esto es así en el PSOE, no quiero ni imaginar lo que puede pasar, y de hecho pasa, en otros partidos políticos en los que el líder del partido se elige a dedazo.
La democracia es el mejor antídoto frente a la selección adversa en los partidos políticos. Cuanta más democracia, mejores líderes políticos tendremos. Cuanta más autocracia, más nos deslizaremos por la pendiente de la corrupción
Esto ha sido, es y será una fuente importante de desequilibrio dentro del Partido Socialista. Parece necesario pensar, por tanto, en mecanismos que, por un lado, den suficiente margen de maniobra al secretario general que salga de unas elecciones primarias, al mismo tiempo que ese margen de maniobra se limite con el objeto de impedir supuestos de selección adversa como los que estamos conociendo en estos momentos. No se trata de establecer fórmulas específicas en este artículo, pero se podría pensar en que los demás candidatos en liza en unas primarias pudieran elegir a parte de los miembros de la ejecutiva federal sobre la base de sus resultados en las primarias. Es solamente un ejemplo, se podría pensar en muchos otros mecanismos que reequilibraran el resultado de unas primarias internas y evitaran la idea de “the winner takes it all”.
Si lo examinamos detenidamente, podemos comprobar que esta medida, u otras que se puedan pensar en esta dirección, van en el sentido de inyectar más democracia en las organizaciones, y no menos. Es decir, la democracia es el mejor antídoto frente a la selección adversa en los partidos políticos. Cuanta más democracia, mejores líderes políticos tendremos. Cuanta más autocracia, más nos deslizaremos por la pendiente de la corrupción, y en definitiva, de la selección adversa. Pero la democracia no es solamente un momento puntual en la historia de un partido: tiene que seguir perfeccionándose, hasta que lleguemos a fórmulas en las que sea la propia democracia la que contrarreste a la democracia.
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Antonio Estella es catedrático Jean Monnet "ad personam" de Gobernanza Económica Global y Europea en la Universidad Carlos III de Madrid.
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