Pedro Martínez Montávez, el valor de un maestro

Teresa Aranguren

Le vamos a echar mucho en falta. Pedro Martínez Montávez ha sido ese tipo de persona en cuyo criterio siempre confiamos. ¿Qué opinará Pedro sobre esto?, nos hemos preguntado tantas veces en medio del marasmo de una realidad cada vez más impredecible, volátil y contradictoria. Pero el profesor Martínez Montávez siempre eludía la respuesta fácil y rotunda, su modo de abordar los temas era más sinuoso, yo diría que casi circular, miraba la realidad desde sus diversos ángulos y perspectivas. Y así nos enseñaba a mirar. Sin dogmatismo, ni excusas, ni cómoda complacencia. Era un maestro en toda la hondura del término, alguien que enseña a pensar. Siempre estaba dispuesto a asistir con su consejo o su presencia a quien le pedía ayuda, si detectaba que ese alguien tenía un auténtico deseo de conocer y comprender, fuese un joven periodista haciéndole una entrevista o un estudiante en sus primeros pasos como investigador del mundo árabe o la gente de un modesto centro cultural de barrio.

Le importaban la verdad y la justicia. Por eso no fue simplemente un gran académico, un prestigioso pensador y uno de los más grandes arabistas del siglo XX, sino también un hombre comprometido hasta la médula con aquello que consideraba justo y verdadero

Pedro Martínez Montávez era extremadamente afable con quienes carecen de poder y muy crítico con quienes lo detentan. Le importaban la verdad y la justicia. Por eso no fue simplemente un gran académico, un prestigioso pensador y uno de los más grandes arabistas del siglo XX, sino también un hombre comprometido hasta la médula con aquello que consideraba justo y verdadero. Por eso siempre defendió de manera clara y valiente los derechos del pueblo de Palestina, lo que sin duda le ha valido el agradecimiento, el reconocimiento y el afecto de muchas gentes de bien, pero también, y él era muy consciente de ello, la hostilidad de grupos muy poderosos e influyentes.

Creo que para Pedro Martínez Montávez posicionarse éticamente era también una actitud estética ante la vida. Al fin y al cabo, la ética es una forma de estética o quizás es al revés: es la estética una forma de la ética. Él, que amaba tanto la poesía árabe, que a tantos poetas árabes había traducido y que valoraba la belleza de un poema como la más excelsa expresión de lo humano, creo que quiso hacer también de su vida algo bello. Y lo hizo.

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Teresa Aranguren es es periodista y escritora.

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