Retroalimentación entre incendios y cambio climático

La demagogia no sirve para explicar la reciente oleada de incendios que afectaron a la península Ibérica y al resto de Europa. Sabemos que el cambio climático casi nunca causa la inicial ignición, pero siempre aumenta la posibilidad de que se inicien, la magnitud de sus efectos, los daños materiales y personales. Ambas cuestiones interaccionan. Cuando redacto estas líneas se publica una investigación del consorcio internacional de científicos World Weather  Atribution. Confirma que sin el cambio climático los incendios de este año hubieran sido 40 veces menos lesivos, porque las olas de calor son ya 200 veces más probables y hasta 3 ºC más intensas que en la época preindustrial. Cuesta entender que los dirigentes políticos, al menos en España, gasten sus energías en criticarse y no las empleen en acordar acciones que a todos los habitantes benefician y que ayudarían a mantener una cubierta vegetal menos incinerada. Para no caer en subjetividades, que siempre brota alguna por más que quien escriba intente ser imparcial, voy a utilizar la valiosa información del sistema europeo Copernicus –entidad de la UE sujeta a serios protocolos científicos– para tratar de explicar las relaciones existentes entre incendios y cambio climático. Concluye que cada vez están más hermanados. 

Por supuesto que lo que aquí escriba no servirá para la reflexión de quienes desde la derecha y ultraderecha han hecho del dogma “no existe el cambio climático” parte importante de su argumentario político, que les sirve hasta para minusvalorar los incendios y atraerse o contentar feligreses. En Europa lo defienden partidos similares a Vox y PP. Si se diese persistencia en sus creencias, enfrentadas a lo que puede suceder en la salud global y las personas que batallan contra las llamas, se les podrían imputar responsabilidades en el futuro y llevarlos ante la justicia por daños incentivados. En el hipotético caso de que el Parlamento europeo hiciese seguimiento, siquiera por inacción, de estas tesis, se colocaría en el mismo lugar y con parecidas responsabilidades. Qué estén atentos porque la Justicia climática se ha puesto en marcha.

Digamos que la entrada va dirigida a todas aquellas personas que alguna vez han dicho “el tiempo está loco” o similares expresiones que denotaban que algo está cambiando desde hace unos años. Entienden que la ola de calor de agosto de este año ha superado en magnitud y duración de días a las hasta ahora conocidas, que la que padecimos en junio tampoco fue pequeña. En fin, que están algo dubitativas y se preguntan si esta será la tónica en años sucesivos: más olas, más duración y más deterioros del territorio asociados. Citemos solo los incendios de este año en Europa (Serbia, Montenegro, Albania, Italia, Francia o Grecia, especialmente), además de los de la península Ibérica. El Sistema de Información de Incendios Forestales de la Comisión Europea (EFFIS, por sus siglas en inglés), de Copernicus, da cuenta del creciente aumento de incendios en Europa y su duración. También aporta datos que demuestran que en la península Ibérica se han medido las mayores emisiones de gases y partículas desde 2003 (aquel aciago año en el que los 18.617 incendios quemaban y contaminaban media España).

Pero, junto con la alarma ante las hectáreas quemadas, alerta sobre los millones de toneladas de dióxido de carbono y humo emitidas a la troposfera, la almohadilla más cercana que nos protege. Allí van a parar los contaminantes y nadie sabe cuándo caerán. Los últimos datos publicados por el EFFIS (Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales) revelan que en España ya se han superado las 12,6 megatoneladas de dióxido de carbono hasta el 19 de agosto, registrando un total acumulado en lo que va de año de 17 megatoneladas. Para Europa, que se quema como casi nunca, se habían rebasado las 20,49 en el mismo periodo. En la semana del 18-24 de agosto, los incendios activos en España liberaron unos 15 millones de toneladas de CO₂, según (EFFIS). ¡Ojo!, con un acumulado de 36,65 en 2025. Y todavía quedan más de cuatro meses de riesgo –sigue habiendo incendios-. Para hacernos una idea de lo que supone la emisión por incendios, digamos que la aviación comercial en España emitió aproximadamente 7,7 millones de toneladas en todo 2023.

Investigadores de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y la Fundación Española del Corazón (FEC) se aplicaron en buscar si había relación entre contaminación del aire y salud. Analizaron los datos de 115.071 pacientes ingresados en 122 hospitales del Sistema Nacional de Salud entre 2016 y 2021. Los datos vinculados con la contaminación del aire evidencian que, en el supuesto de una concentración de partículas finas PM₂,₅ que supere los 10 microgramos por metro cúbico, puede ser la causa de aumento, 22 por 1.000, de los infartos de los hospitalizados por urgencia. Es más, si se alcanzan el doble de microgramos aumentaría el riesgo de morir durante la hospitalización en torno a un fallecimiento adicional por cada 125 ingresos. Por eso, volviendo a los incendios, nos preocupan los efectos negativos de salud que pueden sufrir las personas que luchan sin descanso contra el fuego, tanto profesionales como voluntarios o gente de los pueblos siniestrados; la mayoría sin dispositivos de filtrado de aire adecuados. ¡El tiempo dirá!

Frente a ellos estamos quienes, fiándonos de la ciencia, llamamos cambio climático a la diferente dinámica del sistema aire/agua/suelo

La gente ha podido ver durante días  cielos con algo parecido a neblina, lo han notado de forma especial quienes padecen problemas respiratorios u oculares, también personas que vivían a centenares de kilómetros de los incendios. Se han empezado a ver otra vez mascarillas protectoras para ir por la calle. La contaminación ambiental por partículas finas llega a zonas profundas de los pulmones y puede saltar al torrente sanguíneo. Mal asunto especialmente en la península Ibérica, donde han proliferado los incendios más que en ningún sitio. Pero cuidado, las partículas emitidas durante el incendio han llegado a Francia o Reino Unido. Otro ejemplo: cuando los terribles incendios de abril-junio de Canadá, las partículas emitidas llegaron hasta Grecia, así lo vio Copérnicus. Es de sensatos, lo asegura la ciencia, reconocer que si permanecen esas y otras partículas más grandes mucho tiempo en el aire formarán una especie de paraguas. Luego, el aire circundante al planeta se calentará más si la cosa sigue así. Para hacerlo más comprensible a la gente lo llamamos efecto invernadero, del cual han oído hablar hace años. Pero traducido al lenguaje cotidiano: una hipótesis probable es que el cambio climático incluso se agudice. Así se concreta el ciclo de la retroalimentación.

De esto nada quieren saber los negacionistas (incluidos partidos políticos) que habrán sentido alguna vez lo de “el tiempo está loco”. Lo negaron algún presidente del Gobierno de España, el jefe señor Trump, además de sus seguidores mundiales (entre ellos varios de nuestros responsables autonómicos actuales). No olvidemos al señor Bolsonaro, que si hubiera gobernado más tiempo en Brasil habría dejado al aire sin el efecto captador del carbónico de la gran selva amazónica. Frente a ellos estamos quienes, fiándonos de la ciencia, llamamos cambio climático a la diferente dinámica del sistema aire/agua/suelo; no faltan quienes lo concretan en crisis o emergencia, que en cierta manera lo es. Para la confirmación de la postura preocupada, ofrecemos a quienes piensan como nosotros la posibilidad de acudir a las web del WRI (World Ressources Institut) y de GlobalForestWatch. En ellas hay mapas fiables, también se dan consejos para reducir algunos rasguños en el suelo y las toses provocadas por la contaminación. En fin, para mejorar el aire que respiramos todos.

 

P.D.: Cuando redactaba este artículo, un periódico cuenta que el señor Feijóo, el PP, propone la elaboración de un registro nacional de pirómanos (son apenas el 7% de los incendiarios) como actuación más sobresaliente para acabar con los incendios. ¡Ah!, y ponerles pulsera de posición para tenerlos controlados. No recuerdo dónde lo leí, pero aseguro que no era en “El Mundo Today”. Les hubiera reído la ocurrencia; si es verdad habrá que cerrar toda escucha a lo que el PP puede aportar en este asunto. Sin paliativos.

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Carmelo Marcén Albero es doctor en Geografía por la Universidad de Zaragoza y especialista en educación ambiental.

La demagogia no sirve para explicar la reciente oleada de incendios que afectaron a la península Ibérica y al resto de Europa. Sabemos que el cambio climático casi nunca causa la inicial ignición, pero siempre aumenta la posibilidad de que se inicien, la magnitud de sus efectos, los daños materiales y personales. Ambas cuestiones interaccionan. Cuando redacto estas líneas se publica una investigación del consorcio internacional de científicos World Weather  Atribution. Confirma que sin el cambio climático los incendios de este año hubieran sido 40 veces menos lesivos, porque las olas de calor son ya 200 veces más probables y hasta 3 ºC más intensas que en la época preindustrial. Cuesta entender que los dirigentes políticos, al menos en España, gasten sus energías en criticarse y no las empleen en acordar acciones que a todos los habitantes benefician y que ayudarían a mantener una cubierta vegetal menos incinerada. Para no caer en subjetividades, que siempre brota alguna por más que quien escriba intente ser imparcial, voy a utilizar la valiosa información del sistema europeo Copernicus –entidad de la UE sujeta a serios protocolos científicos– para tratar de explicar las relaciones existentes entre incendios y cambio climático. Concluye que cada vez están más hermanados. 

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