El trabajo, las mujeres, la brecha y el SMI

Lidia Guinart Moreno

El mismo día que Pablo Casado y García Egea, entre otros dirigentes del PP, anunciaban el fin de su mandato, el Consejo de Ministros presidido por Pedro Sánchez aprobaba un nuevo incremento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que alcanza ya los 1.000 euros. Era, además, el Día por la Igualdad Salarial. La brecha que afecta a las mujeres en el mundo laboral se ha reducido en los últimos años, desde que gobierna el PSOE. No es magia, es política. Política en mayúsculas, de la que transforma la sociedad y mejora la vida de las personas. No vale de nada lamentarse cada 22 de febrero de que las mujeres tenemos que trabajar, de media, 54 días más al año para ganar lo mismo que los hombres por un trabajo de igual valor. De nada vale repetir que un compendio de circunstancias discriminatorias siguen penalizando el trabajo femenino. No sirve para nada a menos que hagamos alguna propuesta para modificarlo. Y eso es justo lo que está haciendo el actual Gobierno.

En siete años de gobierno de Mariano Rajoy, el SMI solo subió un 15%, mientras que en los menos de cuatro años que lleva el presidente al frente del Ejecutivo, se ha incrementado ya un 36% que se traduce, en cifras absolutas, en 264,10 euros más al mes. Las mujeres figuran entre las personas trabajadoras más beneficiadas por esta subida del salario mínimo, en tanto que son las titulares de la mayoría de contratos en precario por los que cobran menos. La reducción de la brecha salarial en dos puntos el último año coincide precisamente con los incrementos del SMI, tal como reconoce un informe publicado recientemente por el sindicato UGT. Y debe atribuirse, además, a los efectos positivos de la reforma laboral contra la que votó mayoritariamente el PP que ahora ha implosionado, a excepción hecha del diputado Casero. A nadie se le escapa que apunta hacia la mayor igualdad salarial aquella legislación que combate la precariedad laboral, apuesta por la contratación indefinida y prioriza los convenios de sector frente a los de empresa, también en el caso de las subcontratas. Hechos, no solo palabras.

El informe citado anteriormente advierte de que la brecha es mayor en las profesiones feminizadas y que es transversal a todas las edades de manera que, cercanas a la jubilación, las diferencias entre géneros son mucho mayores. Las pensiones de las mujeres llegan a ser un 34,29% menores que las de los hombres, frente al 19,50% en los salarios. Por eso es también importantísima la subida de las pensiones, especialmente de las de menor cuantía, y la reforma de la ley que recientemente ha abordado el Gobierno. El registro salarial con desagregación por sexos y los planes de igualdad extendidos a todas aquellas empresas de más de 50 trabajadores son otras medidas que contribuyen a la reducción de la brecha salarial.

La brecha que afecta a las mujeres en el mundo laboral se ha reducido en los últimos años, desde que gobierna el PSOE. No es magia, es política. Política en mayúsculas, de la que transforma la sociedad y mejora la vida de las personas

Más allá de estas medidas, es importantísimo que continuemos luchando contra los estereotipos y roles de género que están en el trasfondo de este problema que persiste como reflejo fiel de la división sexual del trabajo y de la falta de igualdad de oportunidades de las mujeres en nuestra sociedad. La segregación horizontal y vertical en el mercado de trabajo y la eterna asignatura pendiente: la corresponsabilidad, esto es, el reparto equilibrado de responsabilidades en el ámbito privado.

Hace ya casi un par de décadas, publiqué un libro titulado Soy mujer y pretendo trabajar, en el que hablaba de las mujeres en el mundo laboral, de las dificultades añadidas que debían afrontar y, sobre todo, de las renuncias que en ningún caso deberían ser consideradas como inherentes a nuestro sexo, el femenino. Casi veinte años más tarde, continúo escuchando en conversaciones informales las mismas quejas, las mismas lamentaciones y, lo que es peor, detecto las mismas trampas. Porque es una trampa muy peligrosa, por ejemplo, que con la maternidad deban ser ellas las que renuncien a sus carreras profesionales, a su promoción en el puesto de trabajo, a sus aspiraciones y a sus sueños. En charlas y presentaciones promocionando mi libro, le planteaba por aquel entonces a la audiencia una cuestión que me parecía muy evidente pero que suscitaba expresiones de sorpresa entre el público: que aquellas mujeres con sueldos modestos que renunciaban a su trabajo porque les costaba casi lo mismo la guardería del bebé no tenían en cuenta que la criatura era de los dos, y que por lo tanto debían imputarse ellas solo la mitad de ese gasto, no la totalidad. Más allá, evidentemente, del imprescindible acceso a plazas públicas de 0 a 3 años, algo que ahora sigue siendo difícil en muchas CCAA y que en aquel entonces era poco menos que imposible.

El Gobierno está trabajando y continúa aprobando medidas para acabar con la brecha salarial. Para atajar el paro, que sigue siendo más elevado en el caso de las mujeres, para que no se vean abocadas a jornadas parciales que no desean o a trabajos precarios. O a trabajos no remunerados porque todavía muchos consideren que las mujeres nacemos con una mutación genética que nos predispone y nos condena a ser cuidadoras. Nos queda mucho por hacer, pero estamos haciendo mucho.

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Lídia Guinart Moreno es diputada por Barcelona, portavoz del Grupo Socialista en la Comisión de Seguimiento y Evaluación contra la Violencia de Género del Congreso y secretaria de Políticas Feministas de la Federación del Barcelonès Nord del PSC.

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