El vértigo de la guerra
Treinta años después de la guerra de Bosnia, que comenzó justamente el 6 de abril de 1992, Europa se ve de nuevo abocada a un escenario bélico que nos transporta al siglo pasado. Carros de combate, cañones, aviones, mísiles, soldados y civiles muertos, sangre, lágrimas, huérfanos... Si retrocedemos veinte años más, es preciso recordar aquella Crisis de los Misiles de octubre de 1962 cuando, en plena Guerra Fría, la Humanidad se asomó al abismo nuclear. Ahora, repentinamente, el siglo XX ha vuelto, tan superado como lo creíamos, y nos provoca de nuevo el vértigo de la guerra.
El fin de la historia de Francis Fukuyama resuena en estos momentos casi como una especie de cuento de humor negro. Ahora, contrariamente a lo que anunciaba, regresa nuestra memoria histórica a la anexión hitleriana de Austria y a la de los Sudetes checoslovacos, así como a la posterior invasión de Polonia.
La Rusia de Vladimir Putin ha provocado este revival dantesco. Las sirenas de alarma por bombardeo braman en Kiev como lo hicieron en 1941 ante el avance de la Wehrmacht. Que, por cierto, en alemán significa "Fuerza de Defensa", otra coincidencia con lo que Putin dice que está haciendo ahora con Ucrania.
Cabe decir, a fin de cuentas, que ni el trato amistoso ni la política de amenazas por parte de Europa han funcionado con Vladimir Putin. Ha escrito estos días Madeleine Albright en The New York Times que el líder moscovita le dijo, en la primera reunión que mantuvieron, a principios del 2000, que había entendido por qué el Muro de Berlín tuvo que caer, pero que no comprendía que toda la Unión Soviética se derrumbara. La conclusión de la Secretaria de Estado de Bill Clinton fue: "Putin está avergonzado por lo que le pasó a su país y está decidido a restaurar su grandeza".
Particularmente Alemania ha sido especialmente amistosa y halagadora con Putin. El politólogo e historiador alemán Andreas Umland ha escrito al respecto que la invasión rusa de Ucrania muestra cuán equivocada ha sido la Ostpolitik alemana en las últimas dos décadas. Incluso después de 2014, dice Umland, cuando quedó claro que el acercamiento económico no había provocado cambios significativos en la política rusa, Alemania siguió adelante con Nord Stream 2.
Hace referencia a la política de construcción de oleoductos submarinos para transportar gas siberiano a Europa, iniciada por el canciller Gerhard Schröder y posteriormente desarrollada por él mismo desde su nuevo trabajo como presidente de los consejos de supervisión de Nord Stream y Nord Stream 2, tras convertirse en asalariado de la empresa rusa del gas.
Según explica Umland, se desarrolló toda una narrativa apologética de la necesidad de gas, en la que los proyectos se presentaron en parte como iniciativas puramente comerciales, en parte como geo-economía inteligente y en parte incluso como una política de seguridad igualmente inteligente. Este relato generó un marco que todavía tiene vigencia, aunque ahora es evidente la sobre-capacidad para transferir gas natural siberiano a Europa, así como las graves consecuencias geopolíticas de los nuevos gasoductos.
También cuando, en 2014, Putin invadió la ucraniana península de Crimea, la respuesta occidental fue contemporizadora y no llegó más allá de una serie de amenazas más bien genéricas, que no efectivas.
Lo que está pasando en Ucrania es un problema europeo, que nos afecta y nos afectará. Las sanciones bancarias y comerciales a Rusia tendrán efectos importantes de ida y vuelta
Más allá de esto, la percepción de amenaza real por parte rusa da la impresión de que solo ha ido de la mano de los Estados Unidos y de la OTAN, quizá por la pasividad consustancial de la Unión Europea en política internacional. ¿Será cierto que Putin solo reacciona ante la amenaza militar?
Poco a poco, tras la desaparición de la URSS, desde la Alianza fueron corriendo su raya limítrofe cada vez más hacia el Este. En sucesivas ampliaciones, nueve países pertenecientes a la órbita de Moscú antes del derrumbe soviético se han incorporado a la OTAN: Polonia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Chequia, Eslovaquia [por no hablar de Albania, Croacia, Montenegro y Eslovenia]. Además, dos ex repúblicas soviéticas han pedido incorporarse y están pendientes de respuesta por parte de la Alianza: Georgia y Ucrania.
Putin argumenta que Occidente en general y los Estados Unidos en particular han engañado a Rusia demasiadas veces, incumpliendo la promesa de no avanzar hacia su frontera occidental. Ahora, tras el ataque a Ucrania, el escenario que se ha abierto no deja claras cuáles son las aspiraciones de una potencia nuclear como Rusia. Más bien al contrario. No se sabe si esta, Ucrania, es solo una pieza, o si luego pueden ser atacados los países bálticos como una etapa más en la reconstrucción de una nueva Rusia imperial.
Tampoco está definida ni pactada cuál debe ser la política europea en cuanto a los conflictos en el continente, particularmente con Moscú, ni qué papel se asigna desde Bruselas al Amigo Americano. No hace falta más que recordar qué pasó en la Guerra de los Balcanes, cuando Europa se inhibió o fue cómplice por omisión de socorro ante la limpieza étnica puesta en marcha por Radovan Karadžić, Ratko Mladić y compañía. Estos fueron, entre otros crímenes, los responsables del asedio a Sarajevo, en el que murieron más de 10.000 personas, y de la masacre de Srebrenica, en la que murieron más de 7.000 hombres y niños bosnios en julio de 1995. Aquel episodio, conviene no olvidarlo, fue el mayor caso de asesinato en masa cometido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, ante el cual el destacamento de militares holandeses bajo la bandera de la ONU no hizo nada.
Lo que está pasando en Ucrania es un problema europeo, que nos afecta y nos afectará. Las sanciones bancarias y comerciales a Rusia tendrán efectos importantes de ida y vuelta; los problemas desabastecimiento de maíz, de trigo, de aceite, de gas o de petróleo provocarán inflación y, en paralelo, se reducirán nuestras exportaciones a los países implicados, con lo que todo ello perjudicará la ansiada recuperación económica tras la pandemia. Además, habrá que ver si las sanciones son realmente efectivas en Rusia, porque hoy por hoy parece que a Putin no le preocupan en absoluto.
Lo más importante, sin embargo, lo más grave, lo más terrible es que ha estallado una nueva guerra en Europa, en la vieja Europa que tantas otras ha vivido. Parecía que las habíamos dejado atrás, pero la pesadilla bélica ha vuelto a empezar, y grandes contingentes de refugiados penarán por alejarse del escenario bélico. Habrá que estar atentos a qué hacen los grandes actores internacionales. Qué hará Washington, qué hará la Unión Europea, qué hará China, y qué cambios van a producirse en la geopolítica internacional para que callen los cañones.
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Joan del Alcàzar, Catedrático de Historia Contemporánea en la Universitat de València.