Anxo Quintana habla con Praza.gal poco antes del vigésimo aniversario de la victoria electoral de la izquierda en Galicia, la que permitió al PSOE gallego y al BNG gobernar y poner fin al fraguismo. Dos décadas ya de un triunfo que dio lugar a un ejecutivo de coalición progresista —que en el imaginario social quedó resumido al término bipartito— y que reivindica ahora el que fue su vicepresidente desde su Allariz natal. igual que reivindica el actual rumbo de los nacionalistas, a los que no ve techo electoral y que sitúa más pronto que tarde al frente de la Xunta.
Al mismo tiempo, dice no recordar, o pretende no recordar, la campaña de "basura, bulos y ataques personales como arma político-electoral" que, según él, llevaron a cabo Alberto Núñez Feijóo y el PP gallego en 2009. "Era previsible que si no les costó nada en ese momento, acabarían repitiéndolo, pero multiplicado y aumentado", reflexiona.
¿Cuál es el primer recuerdo que le viene a la mente de aquella jornada electoral del 19 de junio de hace veinte años?
El primer recuerdo es que fue un día intenso, como todas las jornadas electorales, en el que se mezclaron dos sabores y sensaciones diferentes. Por un lado, el resultado del BNG no fue el óptimo en cuanto esperábamos tener una representación más nutrida en el Parlamento. Pero ese sabor agrio fue rápidamente borrado por la consecución de otro objetivo, quizá más importante para el país, que era el necesario cambio de gobierno que se iba a producir con la nueva mayoría parlamentaria y el acceso del BNG y del nacionalismo por primera vez a las tareas de gobernar el país.
¿Estaban seguros de la victoria del espacio progresista o había temor a que el recuento del voto exterior cambiara el resultado?
Todos los datos que teníamos nos indicaban que el recuento del voto exterior no tenía por qué cambiar sustancialmente el resultado de ese día. Con estas cosas nunca se tiene una tranquilidad ni una seguridad total, pero no recuerdo aquellos momentos como de incertidumbre o de agonía.
Entonces, ¿en el BNG la sensación fue más amarga o más dulce?
Puede parecer una respuesta grandilocuente, pero les aseguro que es totalmente cierto: cuando se dan casos como este en el nacionalismo y hay que decidir entre la satisfacción por el partido o por el país, el nacionalismo siempre se alegra más por el país que por el partido. Y seguramente la valoración de nuestro resultado particular se vio eclipsado por el hecho de que el país podría tener un cambio, con una participación y presencia significativas del nacionalismo en el Parlamento y en el gobierno. Eso fue lo más importante para nosotros, lo que nos causó una sensación de satisfacción y alegría.
El BNG y el PSdeG dejaron claro durante la campaña que, si se daban los números, no habría problemas para formar un gobierno de coalición progresista, ¿fueron esos mensajes claves para la movilización?
Nosotros hicimos, siempre lo recuerdo, una campaña excepcional en 2005, a pesar de tener que superar vicisitudes partidistas antes y durante la campaña que no nos favorecieron. Pero fuimos capaces de trasladar a la ciudadanía la realidad de un nacionalismo gobernante, dispuesto a comprometerse en el gobierno del país y con capacidad de diálogo y entendimiento con otras fuerzas para lograr el cambio que Galicia necesitaba. La gente lo percibió y fue un elemento movilizador de la campaña.
El sabor amargo de nuestro resultado se transformó en satisfacción por el cambio. El nacionalismo siempre se alegra más por el bien del país que por el del partido
El espacio progresista obtuvo una clara victoria, con cerca del 53% de los votos, pero el PP superó el 45% a pesar de la movilización de la izquierda y los ecos de Prestige y del Nunca Máis, ¿qué reflexión se hizo sobre los resultados?
La reflexión que se hizo entonces, y que sigo haciendo, es que el resultado demostró que la política en Galicia no puede medirse ni explicarse únicamente desde una la perspectiva de dos espacios, izquierda y derecha. Solo se puede explicar si se comprende que existe otro espacio, claramente progresista, pero distinto al conformado por el PP y el PSOE, que es el nacionalista. El BNG hizo mucho hincapié en esta circunstancia en aquel momento, y eso también fue un elemento que movilizó el voto.
Si se observan los resultados de estas elecciones casi veinte años después, la distribución del voto ahora en el espacio progresista es la opuesta a la de entonces —más del 30% para el BNG y menos del 20% para el PSdeG—, pero además con un menor apoyo en general. ¿Cuál es la clave para aumentar la base electoral de la izquierda?
Sin duda, primero hay que tener confianza en que las cosas se están haciendo bien... Y esto no es un desiderátum ni de intenciones ni de deseos, es la constatación de una realidad. Hay un nacionalismo fuerte, con un liderazgo sólido y una perspectiva de crecimiento y una presencia social como nunca antes. Si se quiere mejorar en el futuro, lo primero que hay que tener es confianza en el presente y además hay motivos para tener esa confianza.
Pero el PSdeG y el BNG parecen vasos comunicantes: si el Bloque sube, los socialistas bajan y viceversa, pero no dan sumado para el cambio.
Si queremos aumentar este espacio de cambio no cabe duda de algo que mencioné antes: los espacios políticos no se pueden medir, no tienen explicación y no es cierto que existan dos y que solo se midan desde una perspectiva de derecha-izquierda. Aquí existe un tercer espacio y es la presencia de este espacio y su expansión lo que provocará la derrota electoral del PP. Seguramente, si la ecuación electoral que puede darse en Castilla y León se diera aquí, la derrota del PP sería mucho más difícil. Pero aquí existe un tercer espacio que, además, está más fuerte que nunca, con un liderazgo sólido y una acción política e institucional muy importante y, en mi opinión, acertada. Eso es lo que nos debería llenar de esperanza.
Galicia no se puede explicar solo desde el eje izquierda-derecha porque hay otro espacio, el nacionalista, que además está más fuerte que nunca
¿Cree entonces que el BNG no alcanzó su techo en las últimas elecciones autonómicas?
No, en absoluto. Es más, esa capacidad de crecimiento que aún conserva el espacio nacionalista es lo que finalmente provocará la derrota del PP. Si se siguen haciendo cosas como se están haciendo, bajo la dirección de Ana Pontón, estoy convencido de que así será.
¿Implica esto que el BNG conseguirá penetrar en los caladeros de voto del PP más galleguista y menos conservador?
Lo que es necesario es dirigirse y llegar, como siempre ha hecho el nacionalismo y hace ahora quizás mejor que en otras ocasiones, a quien por encima de todo considera muy positivo para Galicia que haya un partido gallego que obedezca únicamente a los intereses de Galicia y que además considera muy positivo que esta formación gobierne. Quien mejor puede abordar este contingente social es el nacionalismo gallego.
Pero el BNG atravesó una dura travesía por el desierto tras la ruptura en Amio y la posterior aparición de AGE, Podemos y las mareas en su espacio político. ¿Cuál fue la clave para superar esas tormentas? ¿Salió reforzado el Bloque?
En política, como en la vida, primero hay que ser y existir para después vencer. Si el nacionalismo se negara a sí mismo durante todo ese proceso, hoy el resultado sería que no existiría y no tendría opción de ganar. Primero se ganan las batallas de las ideas y luego la batalla electoral. El nacionalismo, en momentos difíciles, fue capaz de ganar la batalla de las ideas y explicar que la política no es un show de marketing momentáneo, sino que el nacionalismo gallego siempre ha interpretado la política como un proceso dinámico de intervención social, de aumento de presencia política en la sociedad, de debate serio y pausado sobre ideas, y que esto es lo que puede, y sin duda conducirá, a triunfos electorales. Aquellos que empiezan con triunfos electorales para después hacer política, creo que acaban fracasando.
Galicia dejó de tener gobierno en 2009 para tener una especie de gran Diputación Provincial multiprovincial
¿Crees que el BNG debería aspirar a ser un partido nacional, al estilo del SNP en Escocia, e incluso acoger referentes galleguistas y nacionalistas de aquella izquierda llamada alternativa o municipalista que se quedó sin referentes?
Bueno, el BNG siempre ha sido eso. Siempre ha sido una organización política con unos principios ideológicos muy claros y muy rotundos, anclados en el nacionalismo popular, progresista, que entiende que los proyectos políticos no se remiten solo a la defensa de la identidad, sino, y sobre todo y ante todo, a lograr el bienestar de los ciudadanos. Por lo tanto, se dirige a un sector muy amplio de la población. El nacionalismo gallego es un proyecto transversal, que desde el convencimiento de que no puede haber bienestar ciudadano en Galicia si previamente Galicia no es capaz de gobernarse a si misma. Esa es la idea central del nacionalismo y en esa idea cabe mucha, mucha, mucha gente.
¿Cree que no se reivindica lo suficiente el trabajo del gobierno bipartito y de la parte nacionalista de ese ejecutivo y que, por el contrario, siempre se habla de lo malo?
Más que de lo malo, se habla de lo inexistente (risas). Si habláramos de lo malo, nos ayudaría a aprender y a corregirlo en el futuro, pero de lo que se habla es de lo inexistente, de lo que ni ocurrió ni se produjo. No se ha hablado lo suficiente, sobre todo en el ámbito del nacionalismo, de la importancia de una labor gubernamental que, en mi opinión, podría calificarse de excepcional.
Fue muy poco tiempo también...
Fue muy poco tiempo, tres años y medio, pero en ese tiempo el nacionalismo, en los ámbitos en los que tuvo responsabilidad y gobernó, demostró que no solo sabe predicar, sino también dar trigo y que es capaz de hacer en el gobierno lo que siempre propuso que se hiciera cuando estaba en la oposición. Y además, lo hizo con honestidad e integridad, un elemento que debería darse por sentado, pero que, tal como están y han estado sucediendo las cosas en el mundo, también es relevante tenerlo en cuenta. Hay muchas cosas de las que se pueden sacar conclusiones muy positivas, y de las que, sin duda, se sacarán.
¿De qué se siente más orgulloso del trabajo de Gobierno de aquellos años?
Hay múltiples iniciativas y proyectos de gobierno que serían dignos de mencionar, pero pienso que hay una cuestión política por encima de todo que considero especialmente relevante. Antes, solía decir que para ganar, primero hay que existir. El nacionalismo en el gobierno y con su acción en aquellos años consiguió algo muy importante, no para sí mismo, sino para el país: que Galicia se colocase en la política estatal al mismo nivel político que Euskadi y Cataluña. Fue una de las pocas ocasiones en que, cuando se hablaba en la política estatal sobre posibles problemas nacionales o cómo reconducirlos y orientarlos, no solo se hablaba de Cataluña y del País Vasco, sino también de Cataluña, Euskadi y Galicia. Con eso conseguimos que Galicia existiese, fuese y estuviese... Y cuando se consigue estar es cuando empiezas a tener las oportunidades para ganar. Aquella fue una tarea política importante.
Galicia fue el conejillo de indias en la campaña de 2009: ahí empezó la política basada en la basura, el chismorreo y los ataques personales. Feijóo lo hizo, salió airoso y nadie se lo reprochó
Tras ese gobierno de coalición, el PP logró cinco mayorías absolutas consecutivas. ¿Qué opina de que aún hoy el bipartito siga llevando la culpa, por parte del PPdeG y la Xunta, de algunas cosas ocurridas hace casi dos décadas?
Hombre, me parece sobre todo un insulto a la inteligencia de los gallegos y las gallegas. Que un gobierno que duró tres años y medio justifique a otro que ya dura quince es, como mínimo, un tanto chocante y debería ser motivo de broma. En fin, yo planteo una breve reflexión a la ciudadanía: ¿se puede decir que en los últimos quince años los gobiernos del PP han elaborado y ejecutado un proyecto de país? Pido uno, solo uno. Nada de tonterías, no la construcción de una carretera o algo así... No, me refiero a un proyecto de país hecho desde la perspectiva de país y para cambiar la realidad del país. Ni siquiera existe el primero. Galicia dejó de tener gobierno en 2009 para tener una especie de gran Diputación multiprovincial que tiene como único objetivo el beneficio político que el PP puede obtener a nivel estatal de la presidencia de la Xunta. Y nada más.
En 2009, se enfrentó a Feijóo en una campaña que aún hoy se recuerda por la dureza empleada por el PP y el actual presidente del PP estatal, con graves y falsas acusaciones personales y maniobras de todo tipo. ¿Aún siente rabia por ello?
No soy una persona rencorosa. Ha pasado tanto tiempo que ni siquiera lo recuerdo, o pretendo no recordarlo... Pero decía usted que me enfrenté a Feijóo... ¡Ya me hubiera gustado! No hubo manera porque se negó a debatir en público en aquella campaña, lo que demuestra cual era el espíritu de la campaña que hizo el PP.
¿Cómo la definiría?
Galicia fue un conejillo de indias en aquella campaña. Ahí empezó todo: una forma de hacer política basada en la basura, en los bulos y en los ataques personales como arma político-electoral. Hasta entonces, no se había hecho, y aquí lo hicieron el PP y Feijóo. Les salió bien y les salió gratis. Después, nadie, ni en el ámbito político ni en los medios, se lo recriminó. Todo pareció algo normal y era de esperar que, si se hacía así y, además, no les costaba nada, lo repitieran, lo multiplicaran y lo aumentaran. Y eso es lo que han estado haciendo todo este tiempo. De aquellos vientos vienen estas tempestades.
Visto lo visto, no hay ninguna señal de que este tipo de campañas vayan a tener consecuencias...
Espero que en algún momento nos paremos y reconsideremos a dónde nos conduce todo esto. Al final, ¿quién se beneficia? Pues a una reorientación de la política del Estado hacia parámetros más reaccionarios, más limitadores de la libertad, con menos posibilidades de progreso económico y social para Galicia. Ese es el resultado de todo esto. Así que cuanto antes le pongamos fin, mucho mejor.
Desde una perspectiva pausada y basada en su experiencia, ¿cuál cree que sería el camino que debería seguir la izquierda para no perder el importante pulso que tiene por delante frente a la deriva de las derechas extremistas y autoritarias?
La verdad es que hace tiempo que dejé de dar consejos a la izquierda española...
Frente a las fuerzas reaccionarias, debemos valorar lo que nos une a todos: la defensa democrática de una sociedad con igualdad y bienestar como clave del futuro
También me refiero a la izquierda en general. Las fuerzas reaccionarias están ganando apoyo en todo el mundo.
Es muy importante que comprendamos que el proceso que determinadas fuerzas reaccionarias en el ámbito político, mediático y judicial están haciendo y quieren hacer solo conduce a la reducción y aniquilación de la democracia en sí misma. No es una cuestión partidista, sino de comprender la democracia y del resultado social que esto puede tener. Por lo tanto, muchas veces hay que dejar otras cosas de lado, olvidar ciertos matices y valorar lo que debería unirnos a todos, que es la defensa democrática de una sociedad donde la igualdad y el bienestar sean la clave del futuro.
Ver másVeinte años de la victoria que permitió a la izquierda gobernar Galicia
¿Y cuál cree usted que debe ser el camino que debe seguir el nacionalismo para llegar a la Xunta y ampliar su base electoral?
Sin duda, el camino que hay que seguir es el camino que ha fijado Ana Pontón desde hace ya algunos años y que, por cierto, está dando tan buenos resultados. A veces, esto consiste en ser tan sencillo como pragmático: funciona, así que perseveremos. Además de funcionar, creo que acertamos, así que pienso que este es el camino y no debería ser otro.
[Praza.gal también solicitó una entrevista con el expresidente Emilio Pérez Touriño con motivo del vigésimo aniversario de las elecciones de 2005 y el posterior Gobierno. Tras aceptarla, finalmente declinó concederla. Si compartió algunos recuerdos al respecto, recogidos en esta información].
Anxo Quintana habla con Praza.gal poco antes del vigésimo aniversario de la victoria electoral de la izquierda en Galicia, la que permitió al PSOE gallego y al BNG gobernar y poner fin al fraguismo. Dos décadas ya de un triunfo que dio lugar a un ejecutivo de coalición progresista —que en el imaginario social quedó resumido al término bipartito— y que reivindica ahora el que fue su vicepresidente desde su Allariz natal. igual que reivindica el actual rumbo de los nacionalistas, a los que no ve techo electoral y que sitúa más pronto que tarde al frente de la Xunta.