La batalla por la derecha

La bofetada del PP a Vox por la moción de censura hace visibles sus escasas diferencias pero no rompe la estrategia común

Santiago Abascal y Pablo Casado, líderes de Vox y del PP, respectivamente.

Fernando Varela

Después de dos años de no agresión, durante los cuales el único que tiraba de la cuerda era Vox, especialmente en las comunidades donde sus votos fueron decisivos para que el PP se hiciese con la presidencia de territorios donde el PSOE había sido la fuerza más votada —ese es el caso de Andalucía, de la Región de Murcia y de la Comunidad de Madrid—, la decisión de Pablo Casado de hacer frente a Santiago Abascal y reivindicar el liderazgo de su partido al frente de la oposición obliga a las dos formaciones a poner el acento en las diferencias. Por pocas que sean. Para que no destaquen las coincidencias.

A esas diferencias se refirió Casado para marcar perfil propio en el discurso en el que esta semana declaró la guerra a los ultras, revindicó el PP como la casa común de la derecha española y llamó a regresar a los votantes de Vox que no se reconozcan en las ideas de Abascal.

En su retrato de lo que le distingue de Vox, el líder del PP se refirió a asuntos muy diversos. Algunos ciertos, otros menos. Acusó a los ultras de oponerse a bajar impuestos en Madrid, de desear una subida del salario mínimo interprofesional (SMI) y de promover la creación de un sindicato para defender a los trabajadores, tres decisiones que Casado sitúa en la antítesis de su liberalismo.

En su búsqueda de fronteras sobre las que trazar límites entre ambos partidos Casado sacó petróleo del rechazo de Abascal al sueño de una Europa unida, sobre todo ahora que el líder del PP ha puesto todas sus esperanzas en Bruselas para frenar lo que considera una deriva autoritaria del Gobierno de Sánchez y limitar la autonomía del Ejecutivo de coalición a la hora de gobernar los fondos europeos. Una idea de Europa que contrapuso a la de Vox, que en su caricatura de Abascal redujo a la idea de sacar España de la Unión Europea: “No es responsable que ustedes pidan el Spexit para salir de la Unión Europea y tirar por la borda los fondos de reconstrucción y la PAC”. Algo que el líder ultra negó reafirmando que Vox no se opone a la UE, sino a que Europa avance en un camino federal que reduzca aún más la soberanía de España.

Lo cierto es que PP y Vox coinciden, y mucho, en los asuntos de fondo. Por supuesto, en juzgar muy negativamente a Sánchez, aunque Vox lo pone incluso por debajo de los gobiernos de la dictadura franquista y Casado limita ese juicio al periodo democrático. Ambos condenan sin paliativos, y apenas sin matices, su gestión de la pandemia o las medidas económicas y sociales puestas en práctica para limitar sus efectos negativos. Y denuncian los ataques que, aseguran, están llevando a cabo PSOE y Unidas Podemos contra la separación de poderes, la independencia judicial y la monarquía.

Les une también, sin apenas matices, la oposición frontal a los independentistas catalanes y a EH Bildu. Si acaso con la única diferencia de que el PP les llama herederos del terrorismo y Vox directamente etarras. Y el rechazo sin paliativos a Unidas Podemos y a su líder, el hoy vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, a quien consideran ideólogo de un proyecto para destruir la democracia en España.

Casado no quiere dejar terreno libre a Vox, por más que ahora trata de establecer diferencias. Por eso reivindica como propia la batalla “contra el colectivismo y el intervencionaismo”, la “defensa de la vida” contra el aborto —“yo siempre he defendido la vida, también en las situaciones límite y en mi propia casa”, dijo el miércoles en el Congreso— o la “reconciliación y la concordia” frente a la memoria democrática del Gobierno. “Frente al revisionismo histórico, defendamos la Transición y la Monarquía constitucional”, enfatizó desde la tribuna, con parecido ahínco que Abascal.

Suya es también, remarcó, la pelea de la derecha contra un feminismo que considera “dogmático” —el PP defiende “la igualdad real entre hombres y mujeres”, defendió—, y la defensa de iconos de la derecha como la “libertad educativa”, la prisión permanente y la lucha contra “la inmigración ilegal” y la ocupación de viviendas. Como también la reivindicación de menos impuestos y una reforma laboral más profunda.

“No somos equiparables”

Casado tacha ahora a Vox de “rupturista”, “populista” y “radical” para definir al PP, por oposición, como “reformista”, “demócrata” y “centrista”. “No somos equiparables, son muchas nuestras diferencias. Tantas como la distancia que media entre el liberalismo reformista y el populismo antiliberal. Entre el patriotismo integrador y el antipluralismo. Entre la economía abierta y el proteccionismo autárquico. Entre la vocación europea y atlantista y el aislacionismo. Entre el interés general y el oportunismo demagógico” resumió.

Frente a las ideas defendidas por Abascal en su discurso ante el Congreso, Casado reivindicó la globalización y el libre mercado, la Unión Europea y toda la Constitución, incluido el Estado de las Autonomías que Vox quiere reducir a cenizas. Y una defensa del medio ambiente que no pone en duda el cambio climático.

En su afán por distinguirse de la derecha extrema, por primera vez Casado se ha pronunciado en contra del españolismo de Vox —“nosotros no apelamos a la identidad como vacuna contra la falsa superioridad moral de la izquierda porque es parte del mismo virus”—. E incluso defendió la “libertad y tolerancia con cada persona, tenga el color de piel que tenga, rece al dios que rece, ame a la persona que ame, sueñe en la lengua que sueñe”. Además de una “España diversa”, no sólo unida, algo sobre lo que nunca llama la atención en sus discursos.

La tensión entre Casado y Abascal eleva las exigencias de Vox allí donde el PP necesita a los ultras para gobernar

La tensión entre Casado y Abascal eleva las exigencias de Vox allí donde el PP necesita a los ultras para gobernar

No obstante, y aunque de las ideas que defienden se deducen proyectos muy semejantes, como organizaciones políticas PP y Vox tienen estrategias claramente divergentes. Ninguno de los dos puede crecer si no es a costa del otro. Los de Abascal han movilizado a votantes excluidos del sistema, personas que llevaban años sin votar que se consideran marginados por la política. Pero gran parte de sus votos proceden del ala derecha del PP, los más decepcionados por las batallas que Mariano Rajoy no quiso dar. Como sucedió en el pulso entre PP y Ciudadanos, que uno de los dos se imponga en el espacio de la derecha depende de que el otro se hunda.

Por eso Vox quiere crecer en solitario y se niega a agrupar candidaturas en las provincias en las que eso supone una ventaja para las listas de la izquierda, tal y como pretendía el PP. Así se lo reprochó Casado el miércoles: “¿Por qué me pide hoy a mí un España Suma parlamentario imposible, después de haber rechazado hace apenas unos meses un España Suma electoral generoso, necesario y ganador? Usted eligió dar a Sánchez diputados para que pudiera ser presidente, y ahora viene a pedirme a mí los que no quiso que yo tuviera”. “En democracia”, remarcó Casado, “reunir fuerzas es reunir votos. Lo demás es perder”.

Les separa la ambición por liderar la derecha, pero por encima de las diferencias de programa y de las discrepancias estratégicas, PP y Vox comparten una prioridad: impedir gobiernos de izquierdas, sea en ayuntamientos, en comunidades autónomas o en la Moncloa. Sobre eso ni Casado ni Abascal tienen dudas. Por eso la estabilidad de los gobiernos de Andalucía, Madrid y Murcia está asegurada.

Más sobre este tema
stats