Un CIS obsoleto al minuto de publicarse advierte de la fragilidad de la izquierda

El análisis independiente de Logoslab de las tablas del barómetro del CIS publicado este jueves mantiene la ventaja de PP y Vox, que hoy alcanzarían 182 escaños, seis por encima de la mayoría absoluta, cifrada en 176. La izquierda encadena tres meses consecutivos con dificultades en los que ha desandado parte del camino recorrido para estabilizar las fronteras de voto entre bloques. 

Lo primero que hay que decir es que este CIS nace obsoleto al no recoger el impacto de las conversaciones intervenidas por la UCO que sitúan al ya dimitido secretario de organización del PSOE Santos Cerdán en el disparadero, ni la posible onda expansiva que tendrá su dimisión y su más que probable imputación. Por lo pronto da sustento a la teoría del estrangulamiento institucional que está permitiendo a las derechas su despegue en intención de voto y golpea el flanco anímico de una izquierda con problemas cada vez más serios para mantener la ilusión movilizadora de su gente.   

Un millón de votantes de izquierdas se quedarían hoy en la abstención 

Hay silencios que hablan más que mil palabras y el del presidente del Gobierno estos pasados días ha sido uno de ellos. Este CIS, con fecha de campo entre el 2 y el 7 de junio, ya reflejaba en números la inercia de un PSOE encogido, a la defensiva tras el caso Leire, con casi 800.000 de sus votantes en 2023 escapando a la abstención. Ese movimiento reflejo de refugiarse en los cuarteles de invierno se antoja hoy insuficiente para sobrevivir a la que se viene.

En el momento en que se escriben estas líneas acaba de comparecer el presidente del Gobierno en rueda de prensa para pedir perdón a la ciudadanía y anunciar una auditoría externa a las cuentas del partido que aleje el fantasma de la financiación irregular. Veremos si el electorado socialista ve suficientes estas explicaciones, cuando la apariencia de culpabilidad se mide también por la contundencia en la respuesta. Va a ser difícil hacer creer a los españoles que él no tenía ningún conocimiento de todo lo que está sucediendo. Algún socio de Gobierno ha apuntado que la dimisión del hasta este jueves número tres del PSOE podría ser insuficiente y Rufián ha deslizado que ojalá no llegue el momento en el que tengan que escoger entre decencia e ideología.

El PSOE, antes del último seísmo provocado por el informe de la UCO, sobrevivía a la arremetida de la derecha con 122 escaños, uno más que en 2023 pese a caer del 31,7% al 29,5%. Esto es así por el derrumbe de Sumar, de 31 a 10 diputados, que beneficia indirectamente al PSOE, pero que en términos de conjunto es una mala noticia para el bloque progresista. Ese voto perdido por la formación de Yolanda Díaz se distribuye entre Podemos (29%), PSOE (11%), otros partidos más voto en blanco (9%) y abstención (8%). Y este 8% supone otros 240.000 votos que engrosan el grupo cada vez más numeroso de desmovilizados. 

En todo caso, la distancia entre bloques continúa –o continuaba, veremos en el próximo CIS– siendo estrecha y mantenía la batalla abierta, por mucho que algunos medios convencionales hablaran de una distancia insalvable. Pero ese funambulismo para mantener el equilibrio sobre una cuerda cada vez más fina es hoy insuficiente para repetir en La Moncloa. 

La mejor noticia para Sánchez es que es él quien tiene el botón nuclear de la convocatoria electoral y por mucho que la derecha se desgañite pidiendo elecciones, los tiempos –salvo moción de censura– los maneja él. En la rueda de prensa de este jueves ha vuelto a reafirmar su intención de presentarse a la siguiente convocatoria electoral y de fijarla en 2027, “cuando toca”. No olvidemos que un 40% de españoles decide su voto en la recta final, durante la misma campaña electoral, como nos recordaba hace pocos días Antonio Ruiz Valdivia en las páginas de infoLibre.

Un escalón más en el relato del colapso

Lo que hoy es negro mañana puede no serlo, y viceversa. Pero los números de este jueves –antes del tsunami Cerdán– ya eran clarificadores. Que la desafección escale a cifras de récord y siga desbocada forma ya parte del paisaje. El Gobierno, los partidos o el mal comportamiento de los políticos son citados en conjunto por un 18% de los españoles como primer problema del país, nada hay por encima. Por debajo, vivienda e inmigración, dos problemáticas que concitan mucha atención y pocas soluciones. 

Por mucho que las cifras macro acompañen, la idea de desgobierno y de legislatura perdida está cada vez más instalada en la opinión pública. Lo que no ha logrado la derecha con el eje territorial, Puigdemont, los indultos y la amnistía, podría lograrlo de la mano del relato de colapso, que sube ahora un nuevo escalón, el de la corrupción. No olvidemos que Pedro Sánchez llegó a la presidencia tras una moción de censura propiciada por la condena al PP como participe a título lucrativo de la trama Gürtel y en aquellas fechas Podemos, IU y colectivos sociales protestaban frente a las sedes del PP con carteles de #QueSeVayan. Siete años después son las sedes del PSOE las que se ven asediadas. 

Con este panorama, suena extemporáneo hablar de desbloqueo de los Presupuestos este otoño, que era una baza para revertir una inercia que a cámara lenta iba ensanchando cada vez más la distancia entre bloques. Pero si nos abstraemos del caso Koldo, el parón legislativo estaba siendo una de las causas principales del deterioro de las expectativas de los grupos que conforman el Gobierno.

En la sala de espera siguen aguardando medidas de shock como la prestación universal por crianza o el aumento de los permisos de paternidad y maternidad; en especial la primera de ellas que podría tener un impacto significativo en un segmento de edad clave. Por debajo de 70 años, los que tienen entre 35 y 44 son el grupo con mayor proporción de indecisos. El hecho de que se plantee como “derecho universal”, en palabras del ministro Pablo Bustinduy, redobla la apuesta y su incidencia. Otras medidas, como la revalorización de las pensiones o la prolongación de la gratuidad del transporte público, podrían actuar también como dinamizadores. 

A la izquierda del PSOE

Las miradas por tanto están puestas en el recorrido que tenga el frente judicial contra el PSOE y en la ley de amnistía. Para esta última habrá que esperar a final de mes para conocer la sentencia del Constitucional. Pero mientras esto no llegue, lo que hay es bloqueo y una mancha que se extiende, un horizonte de pesimismo por la dependencia de Junts –que ya ha pedido una reunión para conocer la “viabilidad” de la legislatura– y un tsunami de informaciones que atacan la confianza en las instituciones y alimentan el pasaje del terror que asoma a las cabeceras de los medios.

Por otra parte, la contestación interna al Gobierno está ahí. No es solo Junts, las desavenencias entre socios aumentan el ruido: la situación de Sumar y Compromís, la subida de tono de Podemos (Irene Montero tuiteó: “El bipartidismo es corrupción”, en una clara mirada a 2015) y un Page cuyo desgaste electoral ya está descontado pero que hace de Pepito Grillo advirtiendo de la situación en la que quedan los líderes autonómicos, y poniendo el foco en el elefante que hay en el salón de muchos territorios que recuerda lo que pasó en 2023. 

Tampoco hay noticias a la izquierda del PSOE que hagan pensar a corto plazo en una solución de unidad que llame a filas a ese millón de votantes que estaban este jueves en casa defraudados (hoy serán necesariamente más). O, cuanto menos, que amarre los tres o cuatro escaños que pueden perderse en caso de que ese espacio concurra a urnas fragmentado. Si acaso, el único que puede pescar en río revuelto es Podemos, que ha marcado perfil propio y viene escalando posiciones en su particular remontada desde hace meses, aunque en junio pierde dos décimas. 

El drama de Palestina, el giro del PSOE a posiciones más contundentes y el avance de la ultraderecha siguen actuando como acicates para mantener la tensión electoral, lo que explica la estimación obsoleta mostrada al inicio de este análisis. El último episodio lo acabamos de vivir en Polonia y no para de extenderse. En España son ya tres meses con Vox por encima del 14% de los votos. O, lo que es lo mismo, con Abascal en una posición de fuerza suficiente para reclamar la vicepresidencia del Gobierno en caso de que sean sus escaños necesarios, como ahora sucede.

El laberinto de Feijóo 

El Partido Popular se frota ya las manos porque ve a Feijóo más cerca que nunca de La Moncloa. La comparecencia de hoy para responder a la rueda de prensa de Sánchez ha servido para mostrar ese otro lado duro (como no podía ser de otra forma en estos momentos) que está cultivando, pedir elecciones anticipadas y situar al Gobierno como “el más corrupto de la democracia”, pero sin dar el paso de anunciar la moción de censura que ya le pide Abascal. Las dudas de Feijóo –o prudencia– pondrán en liza una transferencia que hoy es de 670.000 votantes populares hacia Vox, y de 480.000 de Vox hacia el PP. 

Lo que está haciendo el PP genovés en términos estratégicos puede salirle bien (de haber elecciones el próximo domingo tendría todo a favor para convertirse en presidente de Gobierno), si bien supone la materialización de una táctica de patas cortas que pasa por llevar a urnas a todo aquel que esté harto o enrabietado con el Gobierno actual. Todo se fía al servicio de la movilización y el derribo del adversario, sin gastar tiempo en vender más esperanza que el desahogo de la rabia contenida, que hoy es mucha. Aquí es donde las patas son cortas, porque para ese papel es mucho mejor Ayuso que Feijóo

Fue ella y no él la que se reunió hace pocos días con Milei tras jalear éste en el Economic Forum de Vistalegre “muerte al socialismo”. Puestos a liderar la rebelión antiestablishment de eso que llaman “liberalismo de combate”, ¿alguien duda quién se llevará todos los focos? Feijóo ha dejado crecer el irrefrenable afán expansionista de la madrileña por miedo a repetir los pasos de Casado, y está siendo devorado en carisma por la presidenta, que hace dos años gozaba del beneplácito del electorado de la Comunidad de Madrid, pero todavía era observada con recelo desde la periferia, mientras hoy es el referente de la derecha en toda España.

A la pregunta de “¿quién preferiría que fuese presidente de Gobierno?”, un 44% señala a Pedro Sánchez y un 17% a Feijóo. Estos datos están sobreponderados a favor del primero por el desfase en recuerdo de voto, pero si miramos por partidos, Sánchez tiene un 87% de menciones entre los votantes del PSOE, mientras Feijóo solo recibe un 58% entre los del PP. ¿Por qué? Porque uno de cada cuatro votantes populares señala a Ayuso. Eso a las puertas de la convención del Partido Popular.

El otro camino, el que decía apadrinar Feijóo cuando aterrizó en la arena madrileña, pasaba por afianzar la hegemonía del PP en el espacio refugio, crisol de mil sensibilidades, que es el centro, aprovechando el agujero electoral que está dejando el PSOE (22% de voto en 2020 en el 5 de la escala ideológica, hoy el 13%). Hacer esto le hubiera distanciado de la guerra cultural de Vox, dejando al partido verde suficiente espacio para, entre ambos, garantizar la aritmética.

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Esta vía clásica (“las elecciones se ganan en el centro”) suena hoy a anticlimática por la ausencia de consensos, de palabra, de diálogo, y parece ahora mismo sepultada. Prueba de ello es que de los más de 9 millones de españoles que se ubican ahí, 4,3 millones están en la indefinición, la abstención, el voto en blanco o nulo. El próximo barómetro nos dirá hasta qué punto lo conocido este jueves cambia las cosas, pero hasta el momento la transferencia hacia el PP origen PSOE se mantenía en un escaso 4% (por un 2% de votantes del PP que hacían el camino inverso).

El mayor problema que tiene Feijóo para seducir a estos electores es que está ejerciendo un papel en el que no se le reconoce. La vía Feijóo tiene inconvenientes tácticos evidentes como que otros eleven su apuesta en contundencia y que por el camino acabe de perder sus señas de identidad primigenias. Feijóo espera llegar a La Moncloa sin tener que significarse con Vox, con Mazón o con el drama de los menores migrantes en las islas Canarias. Y puede que lo logre. “Nadie me va a mover de la centralidad”, se afanaba a gritar en la manifestación de Madrid. Ergo, ya te han movido.

Este jueves, el líder del PP anunciaba que no volvería a acudir a ningún acto institucional en el que esté Sánchez. Todos los puentes están rotos y no va a haber tregua. La demanda de convocar elecciones gana transversalidad e irá en aumento. La contienda se desplaza ahora más que nunca al terreno de lo emocional.

El análisis independiente de Logoslab de las tablas del barómetro del CIS publicado este jueves mantiene la ventaja de PP y Vox, que hoy alcanzarían 182 escaños, seis por encima de la mayoría absoluta, cifrada en 176. La izquierda encadena tres meses consecutivos con dificultades en los que ha desandado parte del camino recorrido para estabilizar las fronteras de voto entre bloques. 

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