EL ESTRENO DE FEIJÓO

Crónicas marianas: la primera tarde de Feijóo en el Senado

Nadie recordaba tanta expectación en el Senado desde el día en que se aprobó el 155 a Cataluña. “Date cuenta que ese día es que vinieron hasta chinos e ingleses”, rememora el personal de la casa. Esta vez la cosa se quedó en un evento de dimensión algo más local pero al filo de las cuatro de la tarde los coches oficiales formaban un auténtico atasco en la Plaza de la Marina Española y una hilera de periodistas hacía cola junto al arco detector de metales. “Habrán venido entre 150 y 200 personas acreditadas de medios de comunicación”, estimaba el departamento de comunicación de la Cámara Alta. 

A pie de hemiciclo una nube de fotógrafos ensayaba la coreografía de codazos y empujones propios del salto de la reja del Rocío para alcanzar, no a la Blanca Paloma, sino el mejor ángulo de la instantánea: Pedro Sánchez dirigiéndose al escaño de Alberto Núñez Feijóo para estrecharle la mano, compartir un par de palmaditas en el brazo y volverse a su asiento a escuchar todo lo que el político gallego le tenía que decir. 

Pero el primer mensaje del flamante líder de la oposición no fue dirigido exactamente al presidente. “Permítame aprovechar las primeras palabras que pronuncio en las Cortes Generales para reivindicar la política útil”, comenzó. Lo que vino a continuación fue algo complicado de descifrar a tiempo real para los que están en primero de Feijóo y seguían su discurso al pie de la letra: “Desde la distancia con la que he venido observando estos debates en los últimos años", planteó, "a menudo me sentía muy lejos de la mayoría de ciudadanos: mucha crispación, muchas descalificaciones, muchos insultos, pocas propuestas y pocas reflexiones. No me reconozco en esa política”. 

Hubo que darle al pause y rebobinar para acabar traduciendo que, en realidad, lo que estaba haciendo el político gallego era enmendar, enterrar y desmarcarse de cualquier atisbo de legado de Pablo Casado (mucha crispación, muchas descalificaciones, muchos insultos) aunque un poco poseído por las formas marianas. Porque, como tantas veces le pasó a Rajoy, se supone que Feijóo no quiso decir lo que literalmente dijo y no se siente “muy lejos de la mayoría de los ciudadanos” igual que tampoco es “el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”. Quién sabe.

El caso es que allí todos los suyos le aplaudieron mucho, aunque fuera por intentar animar los primeros y complicados compases. También su compañero de escaño, Javier Maroto, aplaudió mucho esa enmienda a la totalidad del casadismo de la crispación, la descalificación y el insulto. Él, portavoz de Casado en el Senado, que llegó a hablar de Sánchez como alguien que “ocupa” el poder o que resulta “un peligro público” para la ciudadanía. Las nuevas etapas (y el escaño), ya se sabe, es lo que tienen. 

Aún tardó un poco más Feijóo en sacudirse al Rajoy que inoportunamente le había poseído. “No he venido aquí a insultarle”, le dijo a Sánchez. Bien. ¿A qué había venido, pues? “He venido aquí a que los españoles merezcan un Gobierno mejor”, apostilló. Otra vez pause y rebobinado. Seguro que no quería decir que los españoles no se merecen el mejor de los gobiernos igual que tampoco opina que “cuanto peor, mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político”. Mariano sal de mí, debió pensar.

De vez en cuando la señal institucional del Senado enfocaba a Pedro Sánchez, que escuchaba absorto y exhibía un semblante parecido al que debió poner tras leer los mensajes de Luis Rubiales en los que el presidente de la Federación Española de Fútbol venía a compartir con él que era muy injusto la vida tan dura que llevaba. Entonces, Sánchez le respondió por Whatsapp: "????". Su cara escuchando a Feijóo venía a expresar algo parecido.

Tan absorto estaba que se le escapó vivo Feijóo en el mayor error que el gallego cometió en toda la tarde y que estaba a punto de pronunciar. Él, líder de la oposición que ya pregona que está listo para gobernar, que lleva días preparando su primer cara a cara a conciencia, que presume de gestión y que ha hecho de la economía su gran terreno de combate con el Gobierno, confundió la prima de riesgo con los tipos de interés. 

“Ya estamos pagando la prima de riesgo más alta desde 2014, a 250”, le reprochó al presidente. Mientras pronunciaba esas palabras la prima de riesgo marcaba 112 puntos, menos de la mitad. En su equipo explican que en realidad lo que quiso denunciar es que el bono a diez años ya tiene un interés del 2.5% y que “tampoco tiene importancia”, pidiendo a gritos aquella ancestral tradición de los cien días. 

A Sánchez le faltaron reflejos y también un susurro a tiempo de la vicepresidenta económica, sentada a su lado, para haber propinado el primer mazazo a su contrincante rebatiéndole un error económico tan obvio justo en su debut, en plena campaña de las andaluzas y con el viento de cola de las encuestas. Al final le contestó poco después en su turno de palabra la propia Nadia Calviño y el Gobierno salió del hemiciclo en tromba a celebrarlo: “Pues listo, aquí murió el efecto Feijóo”, resumía, optimista antropológica, una persona del Ejecutivo. “Olvídense del efecto Feijóo y céntrense en los efectos de la inflación”, había pedido antes el líder del PP.  Un senador de otro grupo parlamentario comentaba tras el cara a cara, decepcionado: “¿Y tanto revuelo para esto?”. Eso que se ahorraron los chinos. 

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