La OMS, amenazada por el virus trumpista pero más necesaria que nunca ante otra posible pandemia

Aplausos desde los balcones para homenajear a los profesionales sanitarios durante el confinamiento.

"Informen a sus pueblos [...], encuentren, aíslen, sometan a pruebas y pongan en tratamiento todos los casos, y rastreen sus contactos. Preparen sus hospitales. Protejan y formen a sus trabajadores sanitarios. Y cuidemos los unos de los otros, porque nos necesitamos". Era 11 de marzo de 2020 y el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, hablaba ante los micrófonos para anunciar al mundo entero que el covid-19, esa enfermedad que cada día ocupaba más titulares, se había convertido ya en una pandemia. "Estamos juntos en esto [...]. Se puede lograr", dijo.

La lucha, en cualquier caso, comenzó antes. Él mismo lo explicó. "El hecho de describir la situación como una pandemia no cambia la evaluación de la OMS de la amenaza que representa este virus. No cambia lo que la OMS está haciendo, ni tampoco lo que los países deben hacer", señaló. "Hemos hecho sonar la alarma de forma alta y clara", aseguró. Para recordarlo basta con retroceder un mes y medio más en el calendario. El 31 de diciembre de 2019 se detectó el primer caso de infección por el SARS-CoV-2 en Wuhan (China), y tan sólo un mes después ya se declaró "alto" el nivel de peligro a nivel mundial. La emergencia ya estaba ahí. Fue entonces cuando realmente empezó todo.

"Lo que hizo la OMS en marzo no fue más que reconocer que estaba pasando algo sobre lo que ya estaban trabajando", explica desde el otro lado del teléfono el epidemiólogo y exdirector de Acción Sanitaria en situaciones de crisis de la OMS Daniel López Acuña. A partir de ahí llegaron las recomendaciones. Las medidas concretas. La guía de cómo proceder. E, inevitablemente, las primeras críticas. 

El cuestionamiento ultra y la retirada de financiación

El entonces —y ahora reelegido— presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue el primero. Tardó apenas un mes en asegurar que la OMS había "fracasado" y todavía menos en lanzar su amenaza de retirar la financiación, una medida que, no obstante, no llegó a materializar hasta el pasado mes de enero, apenas unas horas después de regresar a la Casa Blanca. Según los propios datos de la OMS, Estados Unidos —uno de los países que fundó la organización en 1948, terminada la Segunda Guerra Mundial— destinó entre 2022 y 2023 1.284 millones de dólares, una cifra que le situaba como líder en la financiación de una institución que pierde ahora por tanto, cifra López Acuña, entre el 20% y el 30% de sus fondos.

El Gobierno argentino de Javier Milei no tardó en seguir sus pasos. La razón, prácticamente la misma que la del estadounidense: las "profundas diferencias respecto a la gestión sanitaria, especialmente durante la pandemia".

No ha habido decisiones similares, aunque las críticas —en 2020 y ahora— no se han quedado sólo ahí. Jair Bolsonaro, que en plena pandemia lideraba el Gobierno de Brasil, también advirtió a la OMS con retirar la financiación si no dejaban a un lado lo que el ultra consideraba "prejuicios ideológicos". En este caso nunca llegó a cumplir con sus amenazas.

En España ha sido Vox el defensor de estos discursos. La formación de extrema derecha registró, ya en abril de 2020 —y guiada por sus mentores internacionales—, una proposición no de ley para reprobar al director general de la OMS y cortar la financiación al organismo por, señalaron también, "falta de transparencia en la gestión y seguimiento de la pandemia". Ahora, además, consideran que la institución no es más que un "foro de participación de debate". 

Tardanza y desigualdad

López Acuña resta importancia a estas críticas, aunque no tanto por su contenido como por su origen. "No hay que olvidar una cosa, y es que todas las críticas de Vox, Trump o Milei se enmarcan dentro de sus discursos contrarios al multilateralismo, a todo el sistema de Naciones Unidas", explica el epidemiólogo, que opina que lo que esconden estos discursos son, además, meras artimañas para esconder una "inoperancia" propia.  Rafael Bengoa, exdirector de Sistemas de Salud de la OMS, coincide. "Todos estos gobiernos son anti ciencia, no anti OMS, por eso atacan a este organismo", critica.

Pero eso no quiere decir que se hiciera todo bien. Helena Legido-Quigley lo sabe bien porque fue la única científica española que formó parte del panel independiente impulsado por la organización para evaluar la respuesta nacional e internacional a la crisis sanitaria. Y una de sus conclusiones principales, según recuerda desde el otro lado del teléfono, apuntó a que la emergencia sanitaria internacional se podría haber declarado con más antelación. Aunque tampoco demasiada. "Nuestro cálculo indicó que se podía haber hecho quince días antes, porque a mediados de enero ya había señales claras de que el virus se estaba propagando rápidamente", explica a infoLibre. No hacerlo implicó, lamenta, que muchos países tardaran alrededor de un mes en tomar medidas. Sobre todo en Europa.

En cualquier caso, en eso también tuvieron mucho que ver las propias limitaciones de la institución. Como recuerdan ambos expertos, la OMS tan sólo se movía entonces por indicaciones de China. Se enfrentaba además, recuerda Bengoa, a un virus completamente nuevo. Del que no se tenía prácticamente ninguna información. "Al principio incluso se esperaba que fuese parecido a la gripe, pero no tuvo nada que ver", recuerda.

Tampoco podía la OMS obligar a los países a tomar medidas concretas, sino dar algunas indicaciones a modo de recomendaciones. Nada más. "Estados Unidos y Brasil, por ejemplo, fueron a su aire. Al no seguir las indicaciones del uso de mascarilla dejaron que el virus se transmitiera mucho más rápido, teniendo un mayor número de fallecidos", lamenta López Acuña.

Por otro lado, más de un año después de la declaración de la pandemia llegaron las vacunas. Y en eso la evaluación independiente de Legido-Quigley también advirtió errores. Como por ejemplo una desigualdad manifiesta en la distribución de las dosis. Según los datos de la propia OMS, en 2021 las regiones de África y del Mediterráneo Oriental dependían, para el 90% de las inyecciones que adquirieron, de fabricantes cuyas sedes se encontraban en otros lugares del planeta. 

Más necesaria

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El objetivo era aprender de lo sucedido. Que no volviera a pasar. O, al menos, no con la misma virulencia. En este sentido, explica Bengoa, ya se sabe que el confinamiento, las mascarillas y las vacunas funcionan. Y por eso se ha puesto en marcha el proyecto internacional llamado Enfermedad X. Como explica el experto, consiste básicamente en estudiar, a nivel mundial, las 25 familias de virus. El objetivo, ser capaces de fabricar una vacuna para cualquiera de ellas en tan sólo 100 días. "Hay que interiorizar que no vamos a evitar una futura pandemia. Lo único que podemos hacer es prepararnos mejor", indica.

Y para eso la OMS es importante, sobre todo por su poder para coordinar la respuesta. "Yo siempre digo que si la OMS no existiese habría que inventarla, porque sigue siendo indispensable. Necesitamos una organización internacional que coordine las respuestas", sentencia Legido-Quigley. El panel independiente en el que participó, no obstante, le pidió a la institución que sea más rápida y clara, que reforme el reglamento internacional, que termine el tratado pandémico que ya debía de estar listo, que sea más igualitaria en el reparto de vacunas y, también, que disfrute de más independencia política.

"La Organización Mundial de la Salud es clave. Para la cooperación científica, la vigilancia epidemilógica y el establecimiento de normas globales en salud pública", sentencia la científica.

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