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BARCELONA

El dilema de Collboni: sobrevivir en soledad o meter al enemigo en casa

El líder de Junts en el Ayuntamiento de Barcelona, Xavier Trias, saluda al alcalde de Barcelona, Jaume Collboni.

Más de 200 días lleva Jaume Collboni al frente del Ayuntamiento de Barcelona y aún no ha logrado tejer los apoyos necesarios para sobrevivir toda el mandato. Con tan solo 10 concejales, a años luz de los 21 de la mayoría absoluta, ya ha comprobado lo que supone gobernar en clara minoría: la semana pasada tuvo que firmar el decreto que prorroga los presupuestos de Ada Colau ante la falta de apoyo de los comunes, de ERC y de Junts. Pero eso podría cambiar.

En los últimos días ha cogido fuerza la posibilidad de que la lista de Xavier Trias se sume al ejecutivo municipal, una opción que socialistas y Junts llevan meses explorando. El tiempo apremia y es que, sin las cuentas al día, hay poco margen de maniobra. La prórroga presupuestaria deja en el aire casi 120 millones de euros en inversiones y condena a Collboni a depender de la oposición.

El propio alcalde se ha marcado una meta, la de tener los presupuestos aprobados como máximo en primavera, lo que implica activar el sudoku de pactos. "Los deberes del primer trimestre serán estos", ha prometido. También Trias parece tener prisa. En vísperas de Nochebuena, el exalcalde apuró a Collboni a dejar de "perder el tiempo" y a decidir cuanto antes un socio estable para los próximos años. 

Con el viento a favor, fuentes de la negociación aseguraban entonces que ambos partidos habían dado pasos de gigante y estaban sobre la mesa cuestiones como el programa o el organigrama municipal. Sin embargo, este miércoles Xavier Trias ha dado un giro de guion. En una entrevista, ha desmentido que las formaciones estén ya en la recta final de la negociación, tal como publicó el diario TOT Barcelona, enfriando así el pacto con el PSC.

También los socialistas han salido al paso y aseguran que no hay nada cerrado, ni siquiera un socio preferente. Es más, según fuentes del partido, la prioridad sigue siendo un “tripartito de izquierdas”, es decir, el pacto con Barcelona en Comú y ERC, pero los movimientos políticos van en otra dirección. De cualquier forma, el escenario progresista parece lejano, cuando no poco probable. 

Fuentes de los comunes denuncian que Colau y el alcalde no hablan desde noviembre y lamentan que éste se niegue a convocar un “grupo de negociación”. “Sólo ha habido contactos informales”, aseveran a este diario. Las mismas fuentes condicionan la aprobación del presupuesto a un acuerdo a largo plazo y piden a Collboni que siga el ejemplo del presidente del Gobierno: “Pedro Sánchez ha sabido ceder”. Por su parte, en ERC garantizan que no han tenido conversaciones formales con el PSC y dicen no ver “real” la posibilidad de un acuerdo progresista cuando Collboni, critican, “ha tendido hacia la derecha” en sus primeros meses al frente del consistorio. 

La sombra de Puigdemont

Escenificación —y coreografía— al margen, a nadie se le escapa que una alianza entre socialistas y Junts no es un acuerdo fácil de alcanzar, ya que las implicaciones de resucitar la conocida sociovergencia en una plaza tan codiciada como Barcelona traspasan fronteras municipales. Sin ir más lejos, desde Junts llevan días aireando los recelos que a su juicio tiene el PSC. Dicen que los socialistas temen llevarse el enemigo a casa. “Tienen miedo de que digan que acabaré siendo yo el alcalde, porque tengo once concejales y él tiene diez”, apuntaba recientemente Trias, que fue el vencedor de las elecciones. Descartado el escenario en que las dos formaciones se turnen la alcaldía, el riesgo es otro. 

En el partido de Collboni no tienen claro cuál será el peso de Carles Puigdemont si los de Trias acaban entrando en el gobierno de la ciudad ni tampoco hasta qué punto podría el expresidente catalán condicionar la toma de decisiones, especialmente a la luz de lo que suceda en Madrid. Quieren evitar que, si se enturbia la relación entre Junts y Sánchez, los socialistas catalanes salgan perjudicados, especialmente cuando parten como favoritos en las encuestas para las elecciones al Parlament. 

No obstante, el peso de Puigemont también dependerá del equipo que acabe entrando en el gobierno en caso de que prospere el pacto. Y, especialmente, de la persona que releve a Trias. El exalcalde no esconde su predilección por Jordi Martí Galbis, que forma parte del núcleo duro del partido y a quien él mismo aupó en 2011. Pero, dentro de la formación, hay disparidad de opiniones. Algunas voces apuestan por Victòria Alsina o Neus Munté, mientras que otras se inclinan por Damià Calvet e incluso Josep Rius, actual portavoz y uno de los perfiles más cercanos a Waterloo —fue exjefe de gabinete de Puigdemont—.

La decisión aún no está tomada y Trias va dilatando así su paso por la oposición, a pesar de que, durante la campaña de las municipales, repitió por activa y por pasiva que se marcharía si no lograba la vara de alcalde. Dada la coyuntura política y los vaivenes de la investidura de Sánchez, el partido le pidió que aguantara y ahora es él quien insiste en que se quedará hasta que se aclare el panorama. 

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La fecha es un interrogante aún sin respuesta. Las negociaciones, supuestamente congeladas por las fiestas de Navidad, se retomarán después de Reyes. Así lo aseguran ambas partes, las cuales han dejado claro que, cualquier tipo de contacto, tendrá que esperar a después de las vacaciones.

La disyuntiva es compleja y el equilibrio de poder, delicado. Cuando accedió al mando, Collboni apostó por articular una mayoría progresista con los comunes y ERC, pero la negativa por parte de Oriol Junqueras y la necesidad de marcar distancia con sus predecesores y exsocios de gobierno ha llevado al PSC a explorar un nuevo camino. Más allá de la afinidad en planteamientos como la ampliación del aeropuerto o la materia fiscal, Collboni y Trias ya han sellado un gran pacto esta legislatura. Se trata de la reducción de la tasa de las terrazas, un acuerdo al que llegaron en noviembre y que, para muchos, fue un ensayo de lo que vendrá después. 

Que llegue o no dependerá de muchos factores, incluida la cintura política del alcalde de Barcelona, que deberá decidir si le compensa más mantener un gobierno débil en minoría o ganar en estabilidad a costa de pactar, como ya lo ha hecho Sánchez, con uno de sus principales rivales políticos. 

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