El trumpismo de Ayuso cala en el votante del PP frente a un Feijóo que no sabe cómo hacer frente a Vox

La presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso aplica al pie de la letra el manual de instrucciones que el presidente norteamericano, Donald Trump, utiliza cada día —desde la campaña de 2016—para cargar contra adversarios políticos y, de paso, negar cualquier tipo de acusación que le perjudique políticamente. Para ello, Ayuso no duda en erosionar y cuestionar el propio sistema democrático creando dudas sobre su legitimidad e intenciones en el poder, como hace cada vez que compara al Gobierno de Pedro Sánchez con una dictadura. El suyo es un trumpismo a la madrileña que, a tenor de los resultados electorales, tiene muchos adeptos.

El manual es básico: en primer lugar, negar las imputaciones y desacreditar a quienes le acusan, ya sean medios o instituciones, tachándolos de parciales, corruptos o motivados políticamente. En segundo lugar, construir narrativas alternativas: desviar la atención creando controversias o lanzando acusaciones contra otros para tratar de cambiar el enfoque de los medios y del público. En tercer lugar, victimización: presentarse a sí misma como la agraviada por una persecución política que solamente intenta silenciarla o deslegitimar su liderazgo. Un ejemplo claro es el de la investigación a su pareja, Alberto González Amador, por dos presuntos delitos, uno de fraude fiscal y otro de falsedad documental, que ha derivado en la condena al fiscal general del Estado.

La presidenta de la Comunidad de Madrid se presenta como la antítesis de los "tibios", es decir, aquellos "moderados" de derechas que no parecen dispuestos a adoptar sus mismas posiciones radicales. "El tibio incomodado, que tanto abunda en las tertulias, puede seguir mirando para otro lado mientras confunde moderación con cobardía, que es lo que está pasando. Así que aquí les digo otra cosa, los esguinces de cuello para los tibios, los que caminamos de frente, no tenemos esos dolor", dijo en la manifestación de hace escasos días en el Templo de Debod (Madrid). El suyo es un estilo confrontativo, sin medias tintas.

Una estrategia que los propios votantes del Partido Popular premian. Según el reciente barómetro de 40dB. para El País, Ayuso es el "activo más eficaz del PP no solo frente al PSOE, sino especialmente frente a Vox", en palabras de Belén Barrreiro, directora del instituto. La madrileña obtiene las mejores puntuaciones en todos los atributos —8,9 en "determinación"; 7,9 en "visión estratégica", "preparación" y "capacidad de gestión de crisis"— de entre todos los dirigentes de su partido, incluido su líder, Alberto Núñez Feijóo.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, además, le aventaja en más de medio punto de valoración entre los propios votantes del PP: un 7,9 frente al 7,2. El actual líder de la oposición empata con el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, y se sitúa solo una décima por encima del presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla. Para Barreiro, "en un contexto de polarización y auge de la derecha radical" la baronesa del PP es, por el momento, "la dirigente con mayor capacidad para retener y atraer votantes hacia el PP y, en última instancia, para facilitar la unificación del espacio de la derecha".

Feijóo sigue sin encontrar su sitio con los votantes del PP

Lo cierto es que más de tres años después de su elección, Feijóo ha visto cómo se evaporaba su amplio respaldo inicial dentro del PP. Las cifras de apoyo, con algunas oscilaciones, se mantuvieron siempre en el entorno del 60% en su primer año de mandato, entre abril de 2022 y abril de 2024, con un pico en octubre de 2023 que alcanzó el 73,1%, justo después de su investidura fallida y coincidiendo con las movilizaciones en la calle —junto a Vox— en contra de la anunciada amnistía a los líderes del procés. Aquel apoyo, sin embargo, se fue desinflando. En mayo de 2024, coincidiendo con las elecciones catalanas que ganó Salvador Illa (PSC) y en las que Feijóo disputaba directamente el voto a Vox, el respaldo de sus propios votantes cayó por primera vez por debajo del 50%.

Las cuentas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) llegaron a reconocerle a Feijóo que un 38,7% de los españoles tenían mucha o bastante confianza en él, frente a un 55,4% que manifestaban poca o ninguna. Un porcentaje muy elevado, tratándose de políticos en España, aunque a su favor también jugaba un cierto desconocimiento —casi un 6% de los encuestados decía no conocerle o no contestaba—. La confianza cayó a los pocos meses por debajo del 30%, en septiembre de 2022, y nunca se recuperó.

Según la citada encuesta, un 33% de las 2.500 personas consultadas le pone directamente un 0. Feijóo, así, es ampliamente superado en valoración por otros líderes de su partido, entre ellos Ayuso pero también el presidente aragonés, Jorge Azcón, que es el que recibe mejor puntación entre la población general. Con todo, el barómetro sitúa al bloque de la derecha a trece puntos de distancia respecto al de la izquierda, pero esa diferencia se debe, especialmente, al ascenso del partido de Santiago Abascal, ya que el PP pierde dos puntos porcentuales de estimación de voto desde las elecciones generales.

Del pacto con Pérez Llorca a investigar la cuentas de su fundación

Y es, precisamente, ese auge de la extrema derecha en las encuestas lo que lleva al PP a no tener una estrategia definida, lo que genera discursos y decisiones contradictorias, como se ha visto recientemente en el caso del presidente valenciano, Juanfran Pérez Llorca, recientemente investido gracias a Vox, y el de la presidenta extremeña, que ha forzado un adelanto electoral al no poder aprobar los presupuestos de la comunidad que preside. Los reproches entre la extremeña y el líder de Vox se han multiplicado en los últimos días, con acusaciones de "machismo" por parte de la baronesa del PP y de "victimismo" por los ultraderechistas.

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Así se explica también que el PP uniera sus votos a los del PSOE, Sumar y el PNV este martes en la Comisión Mixta para las Relaciones con el Tribunal de Cuentas para que realice, a petición de las Cortes Generales, un informe especial para fiscalizar las cuentas de Disenso, la fundación de Vox. "Estamos a favor de que se investigue a las fundaciones de todos los partidos políticos", fue la explicación de la portavoz parlamentaria del PP en el Congreso, Ester Muñoz, pese a que ya hay otra propuesta, precisamente de Vox, para fiscalizar a todos los partidos y la de este martes era específicamente sobre las fianzas de la organización ultra.

Se trata de un doble juego que el PP y la extrema derecha mantienen desde hace casi un año y medio, cuando Abascal decidió irse de todos los gobiernos autonómicos después de que el PP aceptara la reubicación —ya acordada previamente— de 347 menores migrantes desde Canarias a la península. Esa fue la excusa que encontró el líder de Vox para abandonar los Ejecutivos del PP tras acusar un desgaste por la acción de gobierno. Así, los ultras han cambiado el paso: lo que más les interesa en este momento no son los sillones, sino que el partido de Alberto Núñez Feijóo haga suyas sus propuestas, como así sucedió en el caso del jefe del Consell.

En palabras de la portavoz de Vox en el Congreso, Pepa Millán, "no se trata de una cuestión personal" sino política. "En Valencia, se llame Juanfran Pérez o como sea, el PP ha entendido que hay que rechazar las políticas del PSOE como el Pacto Verde Europeo. En Extremadura siguen con las políticas de la extrema izquierda", afirmó en rueda de prensa desde la Cámara Baja. Millán también se pronunció sobre la votación del PP para investigar sus cuentas y lo calificó como "una cacería" contra VoxUna "pinza" que busca deslegitimar a su partido. El PP "se manifiesta los domingos" contra el Gobierno, pero "se sientan con el PSOE" después, criticó.

La presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso aplica al pie de la letra el manual de instrucciones que el presidente norteamericano, Donald Trump, utiliza cada día —desde la campaña de 2016—para cargar contra adversarios políticos y, de paso, negar cualquier tipo de acusación que le perjudique políticamente. Para ello, Ayuso no duda en erosionar y cuestionar el propio sistema democrático creando dudas sobre su legitimidad e intenciones en el poder, como hace cada vez que compara al Gobierno de Pedro Sánchez con una dictadura. El suyo es un trumpismo a la madrileña que, a tenor de los resultados electorales, tiene muchos adeptos.

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