Refugiados políticos

El fracaso de los Estados-nación

El fracaso de los Estados-nación

Ekaitz Cancela

La Unión Europea no logra un acuerdo sobre la crisis de los refugiados. Ya no es noticia, sino una sentencia que toman nuestros representantes cada día. “Fracaso político”, dijeron unos. Más personas seguirán muriendo, evidencian las fronteras. La Europa del premio Nobel no está a la altura de la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Un simple “hemos dado un paso importante en una situación muy complicada” fue la excusa esgrimida para justificar que siete horas de reunión y un fin de semana de llamadas no hayan sido suficientes para convencer a Hungría, República Checa y Eslovaquia de acoger a 160.000 personas en un mundo con 59,6 millones de refugiados.

Los 28 Estados miembros no fueron capaces de cerrar un texto de conclusiones que no fuera una declaración de la presidencia luxemburguesa sin carácter vinculante. El fracaso europeo no logró un acuerdo que delimite cuotas fijas para el reparto de refugiados, o con la palabra “obligatorio” brillando por su ausencia. La derrota es tal que no han sido capaces de establecer, de una vez por todas, un mecanismo permanente para el reparto de los demandantes de asilo y ni siquiera un documento final que asuma la palabra "todos" en la referencia a los "estados miembros”.

La sede de la Comisión Europea en Bruselas fue poco más que un desfile diplomático y automovilístico, donde apenas se percibía que las vidas de miles de refugiados estuvieran en juego. La cifra de que 3.200 personas murieron en el Mediterráneo durante los primeros seis meses de 2015 evidencia la crisis de refugiados. Son 16 funerales al día. Una organización integrada por 28 países –de los que 12 figuran entre los 25 más ricos del mundo– no ha sabido organizar la llegada ordenada de esos refugiados.

La palabra más repetida durante la jornada europea fue “solidaridad”, apelar a “uno de los pilares de Europa” para cerrar la disputa de la reubicación. El riesgo de este planteamiento es que distrae de dos cuestiones mucho más graves: las tragedias humanitarias que se producen en las costas así como la violencia y la pobreza que fuerza a tantas personas a arriesgar sus vidas por una futuro mejor en el extranjero. Los refugiados que huyen a Europa necesitan algo más que la "solidaridad" de los Estados y “una responsabilidad corporativa”. Pero ni en eso se pusieron de acuerdo.

Europa no puede esperar al 8 de octubre hasta que se produzca la que será la nueva cumbre. El 26 de agosto, 50 personas murieron asfixiadas en el interior de un barco. Al día siguiente, 71 en un camión. Y al de dos, cerca de 700 refugiados desaparecieron tras naufragar su barco en el Mediterráneo. No obstante, la cumbre de urgencia de los ministros de Interior y Justicia de la Unión Europea no tuvo lugar hasta el 14 de septiembre, un día después de que 34 personas –casi la mitad niños– murieran sin dejar foto en otro naufragio en las islas griegas.

Desde el comienzo del estallido de la guerra civil en Siria en 2011, han huido de sus hogares más de nueve millones de sirios –refugiados en los países vecinos o desplazados dentro del territorio sirio–, más de la mitad de los cuales son menores. En lo que va de año, un total de 464.876 inmigrantes y refugiados han cruzado el Mar Mediterráneo. En todo 2014 fueron 280.000, según la Organización Internacional para las Migraciones. “El mundo nos está mirando. Es la hora de que cada uno asuma su responsabilidad”, sentencia el documento final hecho público por la Comisión Europea después de la cumbre de los 28. A la deriva entre la humillación y la nada, esta institución parecía más preocupada por la opinión pública que por el coste humano de la Europa de la fortaleza.

Tras los naufragios de Lampedusa de octubre de 2013, en los que perdieron la vida más de 400 personas, los líderes de la UE expresaron su pesar y solidaridad e instaron a tomar medidas para impedir que se produjeran tragedias así en el futuro. Igual que en la cumbre europea del 14 de septiembre. Esta vez, Europa podía presentar una prueba irrefutable de que sigue siendo fiel a su esencia con la elaboración de un acuerdo firme construido desde hace dos semanas, cuando se anunció la cumbre. Ha habido durante semanas margen suficiente para hacer algo ejemplar, pero ni la más letal de las fotos publicada en todos los diarios internacionales ha logrado que la Unión vuelve a ser algo parecido a las tres banderas que ondean orgullosas ante la puerta del Consejo de Ministros que acogía la cumbre.

En un día demoledor para los derechos de las personas refugiadas, cabe por último eximir de cierta culpa a Europa, centro de dianas de los Estados cuando no son capaces de asumir sus responsabilidades. Alemania y Austria con el cierre de sus fronteras son un claro ejemplo de la generosidad con la que algunos países fueron a la reunión en Bruselas. Pero es en el caso español donde el cinismo gubernamental no conoce fronteras. El país que aún dirige Mariano Rajoy dedicó 348 millones de euros en siete años a detener y repatriar refugiados, nueve veces más que a políticas de derecho de asilo.

"Algunos países todavía rechazan el reparto de refugiados”, dijo el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, al término de la cumbre, como si no fuera con él. Como si España no hubiera renegado de 3.000 refugiados en la primera propuesta de la Comisión en julio. “Necesitamos un plan de Cooperación en África”, afirmaba por la mañana el ministro de un país que recortó casi 221 millones en Ayuda al Desarrollo en el continente más pobre entre 2011 y 2013. Sin ruborizarse, este ingeniero, que ha legalizado la política migratoria de las devoluciones en caliente, presumió de haber recibido 3.500 solicitantes de asilo en Melilla el mismo día que se conoció el cierre de la frontera marroquí para evitar que más refugiados lleguen a la oficina de asilo de la ciudad. En 2014, España se quedó a la cola de los 28 países de la UE con 0,9% solicitudes de protección internacional.

La solidaridad que España mostró en la cumbre de Bruselas con la acogida de 15.000 refugiados supondría un coste equivalente al 0,05% de los Presupuestos Generales del Estado para 2016.

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El 14 de septiembre no fue más que un espectáculo protagonizado por varias docenas de ministros europeos y un centenar de periodistas que contaron al mundo que Europa es incapaz de garantizar un lugar seguro a 160.000 personas. La crónica de una muerte anunciada, como titulaba a su obra García Márquez en 1981, revive ahora cada vez que Europa celebra una cumbre para dejar clara su solidaridad y buenas intenciones.

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