La legislatura, bloqueada

Las incertidumbres que marcarán el resultado de unas elecciones repetidas el 10 de noviembre

Las incertidumbres que marcarán el resultado de unas elecciones repetidas el 10 de noviembre

Fernando Varela

La incapacidad de los líderes del PSOE y de Unidas Podemos para fraguar un acuerdo que haga posible la investidura de Pedro Sánchez y ponga en marcha la legislatura ha devuelto la política española al bloqueo institucional que ya vivió en el año 2016 y deja como única salida en este momento la convocatoria automática de elecciones generales.

Ocurrirá este próximo martes 24, si nadie lo remedia, casi cinco meses después de que los españoles acudiesen masivamente a las urnas y diesen la victoria al bloque de izquierdas, encabezado por el PSOE de Pedro Sánchez. Las del 10 de noviembre serán las cuartas elecciones generales desde 2014. Las encuestas anticipan un resultado muy parecido al del 28 de abril pero, al mismo tiempo, los analistas advierten de la acumulación de incertidumbres capaces de afectar al resultado. La mayoría de las cuales escapan al control de los partidos. infoLibre repasa las principales.

  1. La inestabilidad económica

Son varias las señales que indican la presencia de nubarrones: la guerra comercial entre Estados Unidos y China, el estancamiento de Alemania, los problemas en Argentina, la evolución del empleo o las dificultades del sector del automóvil. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ha revisado a la baja su previsión de demanda de crudo hasta finales de 2020, a la vista de la evidente desaceleración de la economía. Y, por si alguien tenía todavía dudas, este jueves el Banco Central Europeo (BCE) ha revisado a la baja las previsiones de crecimiento de la inflación y del producto interior bruto para 2019 y 2020 a la vista de que los riesgos para la economía de la eurozona siguen alineados a la baja.

Las nuevas previsiones del BCE apuntan a un crecimiento del PIB de la zona euro del 1,1% para 2019, una décima menos que antes, mientras que el pronóstico para 2020 se ha revisado en dos décimas a la baja, hasta el 1,2%. Para 2021, el instituto emisor ha decidido mantener la cifra en el 1,4%.

“Los riesgos al pronóstico siguen alineados a la baja por factores geopolíticos, el aumento del proteccionismo a nivel mundial y las debilidades de los países emergentes”, según el diagnóstico del presidente del BCE, Mario Draghi.

En la misma línea, BBVA Research estimó esta semana que el PIB español crecerá un 0,5% en el tercer trimestre del año respecto al trimestre anterior, en la banda baja del intervalo de previsiones presentado por la entidad a principios del trimestre. Existe un “sesgo negativo” respecto al crecimiento estimado del 2,3% para el conjunto del año, según el servicio de estudios del banco, según el cual cada vez es más evidente la desaceleración de la economía española.

La ministra de Economía en funciones, Nadia Calviño, lleva todo el verano advirtiendo de las consecuencias de la incertidumbre política para la economía. Este miércoles recordó que el crecimiento económico de la zona euro se ha moderado de forma “notable” y avisó también de que la persistencia de las tensiones comerciales está provocando un impacto en el comercio y, sobre todo, en el sector manufacturero español.

  2. El ‘Brexit’

Forma parte de las incertidumbres económicas, pero tiene tal potencial desestabilizador que merece un capítulo aparte. Si es desordenado, como amenaza el primer ministro británico, Boris Johnson, tendrá un impacto negativo adicional en la economía pero es complicado, según Calviño, calcular su alcance. “La situación cambia de hora en hora y es muy difícil aventurar cuál va a ser la situación en unas semanas”, reconoció hace unos días.

La preocupación no es para menos. Según la agencia de calificación crediticia S&P Global España es el país más expuesto a la salida de Reino Unido de la Unión Europea dentro del grupo de economías cuyo PIB excede el billón de euros. Esta entidad se basa en los bancos españoles propietarios de filiales comerciales en Reino Unido, entre los que se encuentran Santander UK, propiedad de Banco Santander, o TSB, propiedad de Banco Sabadell. Entidades como BBVA o CaixaBank también tienen presencia en el archipiélago británico, aunque su actividad es más reducida y el grueso de su negocio se centra en el segmento corporativo. S&P calcula que la exposición financiera a Reino Unido representa el 30% del PIB de España.

Las filiales bancarias españolas en Reino Unido, así como las inversiones en telecomunicaciones, seguros y concesiones de infraestructuras hacen que la inversión extranjera directa sea equivalente al 4,7% del PIB de España. Además, las exportaciones al archipiélago desde España equivalen al 3,1% del PIB español, el mayor porcentaje entre las mayores economías de la UE, incluyendo a Alemania.

  3. La sentencia del ‘procés’

No existe una fecha oficial, pero fuentes próximas a la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo que debate la sentencia sobre el procés sitúan la difusión de la sentencia antes del próximo 16 octubre, fecha en la que se cumplen dos años de ingreso en prisión preventiva de los dos primeros encarcelados, Jordi Sànchez, hoy diputado suspendido en el Congreso, y el presidente de Ómnium Cultural, Jordi Cuixart.

Los acusados se enfrentan a solicitudes de penas que oscilan entre los 7 y los 25 años de prisión por delitos de rebelión y malversación de caudales públicos. El independentismo catalán debate desde hace semanas la respuesta que va a dar al fallo judicial en caso de condena. Algunos, como el president Quim Torra, el expresident Carles Puigdemont y el espacio político neoconvergente —con el respaldo de la poderosa Assemblea Nacional Catalana— apuestan por aprovechar la ocasión y desafiar abiertamente al Estado mediante la desobediencia civil organizada. El propio Torra ha puesto como ejemplo en los últimos días la protesta contra China de los ciudadanos de Hong Kong.

El presidente en funciones, Pedro Sánchez, no descarta un nuevo intento de ruptura institucional y ya ha advertido de que, en ese supuesto, no dudará en recurrir a una nueva intervención de la autonomía catalana. En todo caso, lleguen o no las cosas a ese extremo, tanto la sentencia como la reacción de los partidos y las organizaciones civiles independentistas devolverá el conflicto catalán al primer plano de la actualidad política por primera vez en mucho tiempo. Y lo hará justo a tiempo de meter en la campaña electoral del 10 de noviembre uno de los temas favoritos de la derecha (PP, Ciudadanos y Vox) para movilizar a su electorado, centrando discursos y mensajes en los supuestos "riesgos" para la unidad de España y excitando la fibra emocional del nacionalismo español.

  4. La crisis de la izquierda

PSOE y Unidas Podemos basaron su campaña de abril en dos ideas: la necesidad de construir una mayoría de izquierdas capaz de poner en marcha políticas sociales y la urgencia de frenar a las tres derechas. En busca de ese objetivo, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, conscientes de que después de las elecciones estaban condenados a entenderse, evitaron el enfrentamiento.

Ahora las cosas serán bien diferentes. En primer lugar, el fracaso de la investidura ha frustrado a los electores de la izquierda y tanto Sánchez como Iglesias saben que habrá castigo en la urnas para quienes sean considerados los culpables de no haber llegado a un acuerdo y tener que volver a votar.

En segundo lugar, todo indica que el fair play de abril no se repetirá y gran parte de la campaña del PSOE y de Unidas Podemos se convertirá en un cruce de reproches sobre las negociaciones fallidas. Ambos saben, además, que en el mejor de los casos después de las elecciones del 10N tendrán que volver a negociar y ninguno de los dos ve razón alguna para cambiar de criterio: la formación morada seguirá exigiendo un Gobierno de coalición y los socialistas un acuerdo programático.

Para colmo, nadie cree que la apelación al peligro de un acuerdo entre las tres derechas, la de Pablo Casado, la de Albert Rivera y también los ultras de Santiago Abascal, vaya a ser tan eficaz para movilizar a los votantes como lo fue el pasado abril.

  5. El examen a Ciudadanos

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, fracasó en las últimas elecciones en el intento de superar al Partido Popular y convertirse el líder de la oposición. No obstante, se quedó lo suficientemente cerca del PP —gracias al hundimiento de las candidaturas de Pablo Casado— como para acariciar el sueño de disputarle ese puesto.

Sus planes, sin embargo, no pasaban por una repetición electoral. Al menos no tan pronto. El cordón sanitario que decretó contra el PSOE antes de las elecciones desató una grave crisis en su dirección: crisisel sector más moderado de Ciudadanos no entendió nunca la negativa tajante a pactar con los socialistas ni la decisión de empujar a Pedro Sánchez a llegar a acuerdos con Unidas Podemos y dejarle en manos del independentismo, como tampoco el deseo de sustituir al PP al frente de la derecha o la falta de escrúpulos a la hora de pactar con la ultraderecha de Vox en ayuntamientos y comunidades autónomas.

Rivera, sin embargo, se ha mantenido firme en el rumbo trazado para la organización que dirige de forma personalista desde su fundación. En su defensa siempre le gusta recordar que, pese a los malos pronósticos, siempre que se abren las urnas Cs mejora sus resultados. Ahora, con todas las encuestas en contra —la que el CIS publicó esta semana detecta un fortísimo retroceso en su intención de voto— , el líder de Ciudadanos tendrá una nueva ocasión de demostrar si eso es cierto y los electores del espacio del centro derecha una gran oportunidad de premiar o castigar su estrategia de los últimos meses.

De momento, con la posibilidad de nuevas elecciones cada vez más claramente en el horizonte y en busca del electorado más radical de la derecha, Rivera ha redoblado sus mensajes más extremos y, en el momento de mayor debilidad del independentismo de los últimos años, no deja de exigir una nueva aplicación del artículo 155 a Cataluña.

  6. La desmovilización

Los expertos en opinión pública y ciencias políticas sostienen que no existen suficientes precedentes como para saber a ciencia cierta cómo va a comportarse el electorado el próximo 10 de noviembre si, finalmente, tiene que acudir otra vez a las urnas.

Lo que sí se conoce es lo que hicieron los españoles cuando la incapacidad de los dirigentes políticos de llegar a acuerdos para una investidura obligó a repetir los comicios en 2016: se produjo una bajada de la participación de más de tres puntos que dejó en su casa a 1,3 millones de personas que habían votado seis meses antes. De esa situación sacó partido el PP, que pasó de 123 a 137 diputados. Pero no está escrito en ninguna parte que el beneficiado esta vez tenga que ser el principal partido del Congreso.

La participación en las elecciones del 28 de abril llegó al 75,76%, 9,3 puntos más que en 2016, impulsada por la polarización en torno a dos bloques —derecha e izquierda— y por la posibilidad de que la suma entre el PP, Ciudadanos y la emergente ultraderecha de Vox sumase lo suficiente como para recuperar el poder.

Muchos analistas creen ahora que el miedo a Vox ya no va a funcionar como reclamo de la movilización de la izquierda y que, en cambio, los desencuentros entre el PSOE y Unidas Podemos van a ahuyentar a muchos de sus votantes, dispuestos a quedarse en casa para castigar a quienes no fueron capaces de llegar a un acuerdo que pusiese en marcha la investidura.

No obstante, pocos se atreven a descartar que la desmovilización afecte también a otras fuerzas políticas que el 28 de abril se vieron impulsadas por una expectativa de resultados que después no se correspondió con la realidad. Quienes creyeron que Cs o Vox se convertirían en piezas decisivas del tablero político tienen también ahora razones sobradas para revisar su apoyo.

  7. La estrategia de la derecha

Una parte importante de la victoria del PSOE —y del bloque de la izquierda—, especialmente en el Senado, se explica gracias a la división del espacio político de la derecha. Por primera vez los votantes situados entre el liberalismo y la ultraderecha tenían tres opciones diferentes a las que votar, en principio todas con posibilidades de obtener un resultado notable. Y el sistema electoral les castigó.

Es verdad, en eso también coinciden los expertos, que sumar siglas no se traduce necesariamente en un resultado mejor que el que se logra por separado. Pero en el espacio del centro derecha son muy conscientes de que la unidad es decisiva para recuperar el Senado, una pieza esencial del tablero que el PP perdió el 28 de abril.

La repetición de las elecciones dará a las tres derechas una nueva oportunidad de retocar sus respectivas estrategias, sabiendo además en qué provincias pueden rentabilizar la unidad y dónde no. El PP, como fuerza mayoritaria de este espacio, es la más interesada en poner en marcha listas compartidas, un objetivo para el que ha llegado a proponer incluso la denominación de España Suma. Ciudadanos y Vox saben, en cambio, que necesitan diferenciarse de la formación de Pablo Casado.

Controlar el Senado, como se hizo evidente en la legislatura anterior, no puede condicionar la formación de gobierno pero sí sus presupuestos, porque aspectos esenciales de su tramitación, como el techo de gasto y los objetivos de déficit y deuda, necesitan de su visto bueno. Por no hablar de la definición y alcance de una hipotética nueva aplicación del artículo 155, sobre la que los bloques de la derecha y la izquierda mantienen posiciones radicalmente enfrentadas.

  8. ¿Qué va a hacer Errejón?

El líder de Más Madrid y hasta hace pocos meses una de las referencias fundamentales de Podemos, Íñigo Errejón, asegura que, de momento, no entra en sus planes presentar candidaturas a las elecciones generales. Pero la respuesta definitiva no la conoceremos hasta que, efectivamente, las elecciones sean una certeza.

El partido de Errejón —y de la ya retirada Manuela Carmena— consiguió el pasado 26 de mayo un gran resultado en la Comunidad de Madrid con más del 14% de los votos, casi el triple de lo que logró Unidas Podemos. Así que muchos estrategas políticos, especialmente en las filas del PSOE y de UP, han hecho una sencilla regla de tres: si Más Madrid se presenta a las generales estaría en situación de hacerse con una parte muy significativa de la tarta de la izquierda.

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La complejidad de montar candidaturas en toda España sin infraestructura ni recursos económicos hace muy improbable que Errejón y sus partidarios puedan montar una oferta a escala estatal en tan poco tiempo como el que falta para la celebración de las elecciones del 10 de noviembre, si efectivamente se convocan.

Sin embargo, nada impide que puedan hacerlo en Madrid, donde se juegan 37 escaños para el Congreso. Un resultado como el del 26 de mayo situaría a Más Madrid con posibilidades de obtener entre cinco y seis escaños, lo que además le garantizaría grupo parlamentario propio y le facilitaría un altavoz político fundamental.

En Unidas Podemos son muy conscientes de que esa candidatura sólo puede restarles votos y, por tanto, reducir su capacidad de influencia en una nueva negociación con el PSOE para formar gobierno tras el 10N. Pero no falta también quien recuerda que el espacio político de Errejón tiene una frontera muy difusa con el ala izquierda del PSOE, de manera que también los socialistas correrían el riesgo de verse perjudicados si finalmente Más Madrid decide presentar una candidatura.

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