28A | Elecciones generales

Máxima volatilidad y crispación: los partidos se la juegan en dos debates con los indecisos en el punto de mira

Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Soraya Sáenz de Santamaría, antes del debate electoral de 2015.

Una regla no escrita, para fácilmente entendible, otorga al candidato que encabeza las encuestas la decisión final en la definición del formato en el que tienen lugar los debates de campaña, sobre todo si únicamente hay uno. Los aspirantes a la victoria quieren debatir con él, para desgastarlo. Y él se resiste, para no arriesgar y conservar su ventaja. Finalmente Pedro Sánchez, candidato del PSOE por tercera vez, por primera vez con expectativas de ser el más votado, ha aceptado dos debates con Pablo Casado (PP), Albert Rivera (Cs) y Pablo Iglesias (Unidas Podemos). Serán el lunes en RTVE y el martes en Atresmedia. Acepta a regañadientes, tras verse frustrada su intención de debatir una sola vez en Atresmedia con la presencia de Vox y así presentarse como un dique frente a las "tres derechas". Tampoco fructificó su segunda intención: debatir una sola vez a cuatro en RTVE, después de que la Junta Electoral dictaminase que la ley no permite incluir a Vox en esos debates ya que nunca ha obtenido representación en unas elecciones de ámbito estatal. 

infoLibre analiza las posibilidades que ofrecen los debates con la ayuda de expertos en encuestas, comunicación política y comportamiento social. Son citas que se prevén fundamentales para resolver las dudas de los indecisos y con ello definir las mayorías que podrían levantar el futuro gobierno.

  1. debates cruciales

El coche del candidato ya no recorre ni un solo metro en piloto automático. Cada segundo de la campaña cuenta. Cada decisión cuenta. En todo el mundo democrático crece el porcentaje del electorado que decide su voto durante la campaña, en la última semana, el último día, frente a la misma urna, según los expertos consultados.

José Pablo Ferrándiz, sociólogo e investigador principal de Metroscopia, ha identificado dos factores que en el marco de una campaña incrementan la importancia de los debates: la volatilidad –el porcentaje de electores que no han decidido su voto– y la competitividad. Ambos se dan en grado máximo en esta campaña. Por primera vez hay cinco candidaturas de ámbito estatal –PP, PSOE, Unidas Podemos, Cs y Vox– con posibilidades de obtener grupo. A estas se suman las fuerzas autonómicas, nacionalistas y/o independentistas en algunos casos.

El estudio de Pablo Lledó sobre el caso de 1993 también indica que los de esta semana podrían ser debates cruciales. Su artículo reseña la influencia de los debates cuando las elecciones se presentan reñidas. Y estas lo son. No está claro qué mayoría se conformará. Además el clima está recalentado por la polarización.

"No es un debate de trámite", apunta el asesor de comunicación Antonio Gutiérrez Rubí, que también señala a la gran bolsa de indecisos. E insiste: "Es una tendencia en todo el mundo. Las campañas son cada vez más importantes. El tramo final todavía más. Los indecisos toman su decisión en el último minuto, tras un proceso de decantación que irán madurando en los próximos días".

Coincide el catedrático de Comunicación Audiovisual José Miguel Contreras, para quien esta campaña tiene características que la hacen trascendente, entre ellas un mayor indice de personas que no han decidido su voto. Pero no sólo eso. "La evolución de las campañas hace que cada vez pierda más valor la concepción ideológica, que era la base del bipartidismo. Entonces eras de derechas o de izquierdas. Y de ahí era difícil moverse. Ahora hay más valores y por lo tanto se crean más espacios de indefinición. Además la creciente importancia de las redes sociales, junto con la pérdida de influencia de la prensa, que es un medio mucho más reflexivo y racional, redunda en que este tipo de debates tengan especial trascendencia".

  2. A por los indecisos

Los debates importarán especialmente "tanto por el número de indecisos que señalan las encuestas como por el movimiento continuo que se va viendo en los trackings diarios entre partidos del mismo espectro ideológico", señala Cristina Monge en un reciente artículo en infoLibre. En efecto, España es hoy un país por decidirse. Si todos los indecisos fueran votantes de un partido, digamos el Partido Dudoso, arrasaría. El CIS los cuantificaba en el 41,6% de los que tenían decidido votar, cuando se hizo el trabajo de campo de la encuesta en marzo. 10 puntos más que antes de las elecciones de 2016. Esa cifra lógicamente se ha reducido en el último mes, pero en un sondeo publicado este domingo por El País aún seguía en el 26%. Son cerca de siete millones de electores, si tomamos este último porcentaje.

Pero no dudan en abstracto. Su forma de dudar da claves que serán determinantes en los debates. El mayor frente de duda está entre PP y Ciudadanos, según los datos del CIS. Un 11,9% de los que dudan lo hacen entre estos dos partidos. Los siguientes frisos son PSOE-Unidas Podemos (9,1%), PSOE-Ciudadanos (8,9%) y PP-PSOE (6,6%). En su artículo Elecciones en la niebla, el politólogo Oriol Bartomeus señala que "tal cantidad de electores sin el voto decidido en todas las fronteras entre todos los partidos, y considerando la posibilidad de que no se decanten hasta el último minuto (y no es una frase hecha), da a la campaña una gran transcendencia, hasta el punto de que lo que pase desde ahora hasta el 28 de abril marcará hacia dónde acaba yendo un grupo de electores que, por su magnitud, tendrá en sus manos decidir el color del próximo Gobierno de España".

Ojo a los indecisos, pues. Pero, ¿quiénes son? Las tripas del CIS muestran que la indecisión no se distribuye homogéneamente. Los menores de 24 años ganan por más de 20 puntos en indecisión a los mayores de 64. En general, los jóvenes están más indecisos que los mayores. Y las mujeres, más indecisas que los hombres. El principal foco de indecisión está en los que su ubican ideológicamente en el centro. Cuanto más a la izquierda o la derecha, más decidido está el voto. En cambio, en mitad del eje casi la mitad no lo tiene claro. En su reciente artículo El efecto informativo de las campañas electorales, Gema García-Albacete, Marta Fraile y Mónica Ferrín ya apuntan a que a son las mujeres las que más "aprenden" en la campaña, un fenómeno que también afecta a los que carecen de estudios superiores o tienen escaso interés por la política.

Todo esto lo saben los candidatos. ¿Se notará en los debates? Es posible que haya mensajes teledirigidos. "Casi siempre la gente que más duda es la del centro. Lo normal es que se intente pescar ahí. A mi juicio, el gran error de la campaña hasta ahora ha sido de Ciudadanos al descartar un pacto con el PSOE, porque le ha dado a Sánchez el espacio del centro", señala el consultor Luis Arroyo. Además, Ciudadanos tiene una fidelidad baja: sólo el 41% de los que lo votaron aseguran que repetirán. El porcentaje es mucho mayor en el PSOE (61,3%) y levemente superior en PP (41,3%) y Unidas Podemos (42,3%). Unidas Podemos acusa la llamada al voto útil del PSOE. Y el PP comprueba el coste de estar emparedado entre Vox y Ciudadanos. Pero es el partido naranja el paga el precio más alto, con competidores a izquierda y derecha.

  3. Acertar (y no meter la pata)

Queda la duda de si PP y PSOE centrarán su mensaje para disputarle voto a Cs o lo escorarán para afianzarse en su bloque. Los partidos llegan a a los debates con los ademanes estudiados y el trabajo de calculadora ya hecho puertas adentro. "El estudio demoscópico sobre qué electores dudan entre qué partidos y en qué porcentaje va a s ser determinante", señala Gutiérrez Rubí. Pero, a estas cábalas, ¿les darán aplicación? Es decir, ¿mueven los debates a los indecisos? La respuesta recabada de los expertos es que ahí está precisamente su principal potencial. "A los que ya tienes", añade Gutiérrez Rubí, "a no ser que cometas un grave error, no los pierdes". Aunque matiza: "Eso sí, tienes que darles argumentos de voto y autoestima electoral, para que no se vean derrotados. Pero lo más importante, lo que determina a qué estrategia vas, son los indecisos".

Luis Arroyo también señala que los candidatos, de no mediar una metedura de pata, suelen contar con mantener a los suyos. "Si el debate te sale mal, eso sí, alejas a los dubitativos", añade. Su diagnóstico es que, con márgenes tan estrechos, la campaña es crucial. Contreras también apunta a la necesidad de afinar la estrategia: "Es fundamental acertar en cómo dirigirte a los indecisos. Y no en general, sino en núcleos concretos de indecisos. No se puede ver el debate en global, ni responder en abstracto a la pregunta de quién ha ganado. Es una pregunta absurda. Esto no es un partido de fútbol. Hubo un debate muy áspero entre Trump y Hillary, en el que Trump atacó con mucha agresividad a Hillary. En los análisis se dio por vencedora a ella, pero más tarde se observó que Trump había llegado al tipo de elector que le dio la victoria: el blanco desilusionado, cabreado, molesto...".

Antes –añade Contreras– era más fácil saber quién había ganado. En los famosos debates González-Aznar fue casi unánime la interpretación de que José María Aznar ganó el primero y Felipe González remontó en el segundo. Ahora, con cuatro partidos –y uno que podría ganar el debate desde casa–, todo es más difícil. Eso sí, Contreras señala: dentro de los indecisos, el punto de clave está en los indecisos entre Cs y PSOE, porque ahí está la puerta entre bloques.

  4. Ventaja de partida de Sánchez

Sánchez parte con ventaja en el debate... porque parte con ventaja en las encuestas. Es un círculo virtuoso. Aunque la exclusión de Vox ha desestabilizado la base de su estrategia –la alerta sobre las tres derechas de Colón– y ha tenido que rectificar después su intento de debatir sólo en RTVE, Sánchez sigue contando con una ventaja: es el candidato con mejor posición demoscópica. ¿Y eso por qué le da ventaja en el debate? Porque el ganador o perdedor de un debate, si no se produce un error mayúsculo, suele coincidir con el que cada espectador quiere que gane o pierda. Y ahora, con las encuestas en la mano, hay más electores que quieren que gane Sánchez.

Luis Arroyo recuerda cómo, durante la preparación de un debate, advirtió al candidato de que no debía ilusionarse sobre la posibilidad de ganarlo. El problema no era la preparación, ni el talento de uno y otro, sino que el candidato adversario iba por el 60% en las encuestas. Casi deba igual lo que hiciera. Se le iba a dar por ganador. En una versión extrema de esta anécdota, Donald Trump llegó a decir que "podría disparar a la gente en la Quinta Avenida y no perdería votos". Lo señala también Pablo Lledó, en La influencia de los debates sobre la decisión de voto (2001): la mayoría da por ganador a su candidato. "Las preferencias previas actúan como una guía de actuación, con cuyas instrucciones se evalúa el debate. [..]", señala Javier Sierra Rodríguez en su artículo Atrapados por nuestras predisposiciones (2015).

Óscar Luengo, en su artículo Debates electorales en televisión: una aproximación preliminar a sus efectos inmediatos (2011), indica que "si un candidato se encuentra muy por delante en las encuestas preelectorales en relación con su competidor más cercano, quizá el fracaso en un debate no sea factor suficiente como para cambiar la intención de voto general". Y añade: "Al menos en las campañas presidenciales en Estados Unidos, los debates tienden a reforzar la intención de voto en aquellos ya comprometidos, más que modificarlas". Es decir, las posibilidades de entrar casadista a un debate y salir sanchista tienden a cero.

Otra cosa son los indecisos. Todo este diagnóstico parece reforzar la importancia de la lucha por los dudosos. Y podría interpretarse como una invitación al candidato en cabeza en las encuestas, Pedro Sánchez, a adoptar una posición conservadora, tentado por el miedo a un error y por la búsqueda de voto de centro. No obstante, ahí está el caso andaluz. Campaña tibia, victoria de Susana Díaz, pero con alta abstención de la izquierda, masiva movilización de la derecha... y el PSOE a la oposición.

  5. ¿Quién gana? Quien diga la tele

La era de la cacareada "democratización de la información" nos ha traído más peso de las redes sociales y Whatsapp, más impacto inmediato de la imagen y menos reflexión, menos programa político, menos periodismo. Más volumen de la conversación, más fake news. En este universo cada vez más líquido, se da a la vez una ampliación de la oferta política. Como explica Oriol Bartomeus en su artículo Elecciones en la niebla, todo ello provoca "desorientación creciente del votante, sobre todo del no decidido".

Greenpeace cuelga una pancarta en RTVE dirigida a los candidatos para que hablen de la crisis climática en el debate

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Ante este escenario de incertidumbre, el elector que busca algo sólido cree encontrarlo en las encuestas, cada vez más influyentes, señala Bartomeus. En la misma lógica, el votante también acaba influido por la decisión sobre quién ha ganado el debate que toman los medios. Y ahí la televisión sigue siendo el medio rey para formarse una opinión. Por eso es en buena medida en la televisión, a su vez influida por las redes sociales y los medios escritos, donde se decidirá quién ha ganado. Es decir, la impresión dominante de victoria en televisión determinará, en el imaginario colectivo, quién ha sido el ganador. Y sí que está demostrado que ser considerado ganador suma en campaña.

Está estudiado por ejemplo por Óscar Luengo con el caso de un Zapatero vs. Rajoy: "La exposición a los medios favoreció a Zapatero durante los días siguientes al debate, en la medida en que mayoritariamente el discurso de la información ofrecida por estos apuntaba al socialista como el ganador. Esto contribuye también a considerar que la comunicación interpersonal, altamente influenciada por los medios, se alineó asimismo a favor del candidato del PSOE, jugando de esta forma un papel potenciador del discurso mediático".

En al artículo Atrapados por nuestras predisposiciones ante los debates electorales por televisión (2015), Javier Sierra también apunta en esta línea al señalar que "la información mediada en el postdebate favorece el cambio de opinión hacia el candidato que señalan mayoritariamente las encuestas". Ocurre como con los sondeos: no sólo narran la situación, la determinan. Por eso es probable que los partidos den por ganador a su candidato incluso antes de que acaben los debates, lanzándose a los micros y a las redes a proclamar su extraordinaria actuación antes de dar tiempo a los periodistas a terminar sus crónicas y poner de relieve con sus verificaciones las falsedades vertidas o los errores cometidos. 

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