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Un narco armado hasta los dientes se hace fuerte en un Estrecho bañado por la cocaína y el 'chocolate'

La Guardia Civil traslada a los juzgados de Barbate a uno de los ocho detenidos por la muerte de dos agentes a los que arrollaron con una narcolancha el pasado viernes.

Que en el sur existe un problema serio con el narcotráfico no es algo nuevo. Muchos llevan décadas denunciándolo. Y pidiendo una mayor implicación del Estado para erradicar una mala hierba que germina sobre terrenos marcados por la pobreza y el paro. Pero estas señalas de auxilio, en muchos casos, sólo trascienden cuando todo se descontrola. Ocurrió en 2017, cuando más de un centenar de personas impidió a la fuerza que agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional interceptasen un alijo en la playa del Tonelero. O en en febrero de 2018, cuando un grupo de encapuchados liberó en el Hospital de La Línea de la Concepción a un narco que acababa de ser detenido. Y volvió a suceder el viernes, cuando una narcolancha mató de una embestida a dos guardias civiles en Barbate.

El Estrecho, con una arraigada cultura de contrabando, siempre ha sido una zona caliente. "Aún recuerdo la primera lancha que cogí, debo tener por ahí los recortes de prensa. Fue junto al cabo de Trafalgar y traía una tonelada de hachís", explica al otro lado del teléfono un agente de Vigilancia Aduanera que lleva más de tres décadas luchando, junto a las Fuerzas de Seguridad del Estado, contra el narcotráfico en la zona. Cuando él entró en el cuerpo allá por los ochenta, el chocolate era lo que inundaba toda la costa gaditana. Pero de un tiempo a esta parte, la ruta marrón, una autopista marítima que las narcolanchas son capaces de atravesar en tan solo unos minutos, se ha convertido también en vía de entrada de cocaína en la península.

"En los últimos años hemos detectado mucha en las planeadoras. Al final, con las mismas cargas se saca mucho más dinero", desliza el agente del Servicio de Vigilancia Aduanera. Sólo hay que echar un vistazo al último informe del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones. A cierre de 2022, el precio medio del gramo de hachís se situaba en los 6,36 euros, diez veces menos que el de la cocaína –61,27 euros–. De ahí que cada vez sean más habituales las gomas cargadas de polvo blanco. En mayo del año pasado, la Guardia Civil interceptó en Barbate una narcolancha con 772 kilogramos de fariña. Seis meses más tarde, otros 400 kilos de esta misma sustancia fueron incautados en una embarcación similar en la zona del río Palmones, en la localidad gaditana de Los Barrios.

El último informe de la Fiscalía Antidroga da buena cuenta del peso que estas dos drogas tienen en la zona. Sólo en el Campo de Gibraltar, el Grupo Especial para el Crimen Organizado (Greco) de la Policía Nacional incautó en 2022 más de 13,5 toneladas de hachís y 4,3 de cocaína, mientras que la Guardia Civil de la comandancia de Algeciras reseñó 30,1 y 10,49 toneladas de ambas sustancias, respectivamente. Desde que se puso en marcha el Plan Especial de Seguridad para esa comarca gaditana a mediados de 2018, hace ya más de un lustro, las fuerzas policiales, que llevan años quejándose de la falta de medios con la que tienen que hacer frente al narco, han conseguido incautar en la zona 1.452 toneladas de hachís y 106,7 de cocaína.

Camino a Europa

La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc, por sus siglas en inglés) ya advirtió en su último informe centrado en el mercado mundial del polvo blanco que la autopista marítima que antaño se utilizaba solo para el tráfico de costo se está empleando actualmente para introducir coca en el Viejo Continente. "Parece que estas rutas de tráfico están gestionadas por redes establecidas en el Campo de Gibraltar", continuaba el documento. Pero la droga no solo sigue este camino. Los puertos son otra gran puerta de entrada a territorio europeo. Como el de Valencia o Algeciras, donde la pasada semana el Servicio de Vigilancia Aduanera detectó en un contenedor ocho toneladas procedentes de Surinam.

Una vez que la fariña llega a España, buena parte de ella es distribuida por tierra hacia otros países del Viejo Continente. "Entre los compradores mayoristas de cocaína en Europa figuran algunos que actúan en nombre de grupos de habla albanesa, británica, holandesa e italiana", apuntaba la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. "La lucha contra las organizaciones criminales dedicadas al tráfico de drogas cada vez requiere de mayor colaboración entre los estados. Se hace especialmente relevante en el caso de España que es el país de entrada y producción de la mayoría de las drogas (hachís, marihuana y cocaína) hacia sus destinos en países europeos", señalaba también la Fiscalía Antidroga en su último informe.

Aquel documento, además, ponía el foco en la Costa del Sol, donde "se asientan jefes de organizaciones criminales" que desde allí "mueven los hilos" de las adquisiciones de estas sustancias estupefacientes y su traslado hacia otros países europeos. Y en la "gran permeabilidad" existente con organizaciones del Campo de Gibraltar. En la costa malagueña, tal y como puso de relieve la investigación NarcoFiles: el nuevo orden criminal –en la que participó infoLibre junto a más de cuatro decenas de medios–, se reúnen segundos espadas de los principales cárteles de todas las nacionalidades. Desde los Kinahan a la Mocro Mafia, pasando por el cártel de los Balcanes, las distintas mafias rusas e italianas –con la 'Ndrangheta al frente– o los colombianos y mexicanos.

Cooperativas de la droga bien armadas

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El papel clave de España en el mercado de la droga contrasta con la escasa potencia de los grupos criminales nacionales. Los narcotraficantes, según resalta el Ministerio Público, siguen formándose en "cooperativas delictuales o cooperativas de la droga". En el Campo de Gibraltar, estos grupos cuentan con una estructura que se distribuye en la parte que hace "el agua" –los pilotos y la tripulación de las embarcaciones–, la que hace la "tierra" –los que desembarcan el alijo, lo cargan en vehículos, lo trasladan, hacen las vigilancias o custodian las guarderías donde se oculta la droga– o la "logística" –quienes buscan escondites, vehículos o embarcaciones–. "No es raro que manden un mecánico a una narcolancha si se estropea", señala el agente de Vigilancia Aduanera.

Pero que no exista un gran cártel no quiere decir que estos pequeños grupos no sean violentos. "Los ajustes de cuentas y robos entre bandas han conllevado un aumento en la tenencia y uso de armas de fuego, cada vez con más potencial para causar daño a la vida o integridad física. De hecho, ya han sido varias las ocasiones en las que en lugares de guarda de droga o vehículos en los que se transportaba ésta, han aparecido armas de guerra", recogía la última memoria de la Fiscalía Antidroga en el capítulo dedicado a Cádiz. El pasado mes de diciembre, sin ir más lejos, los ocupantes de una furgoneta cargada de fardos de droga no dudaron en disparar con un fusil y un arma corta contra un vehículo policial que les perseguía en Sanlúcar de Barrameda.

Unos meses antes, en el verano de 2022, la detención de otro narco que había intentado atropellar a tres agentes acabó sacando a la luz otro arsenal en Chipiona. Bajo la vivienda prefabricada donde se llevó a cabo el arresto, los perros desvelaron un fusil Zastava, un subfusil Skorpion o un AK-47.

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