Talento a la fuga

“Ojalá que cuando regresemos no sea para mendigar un trabajo”

“Ojalá que cuando regresemos no sea para mendigar un trabajo”

“Colarse” en una feria de empleo a la que no estaba invitada, dedicar catorce horas diarias al estudio de la lengua neerlandesa, apuntarse a un equipo de balonmano holandés para encontrar trabajo o crear de la nada un convenio entre una universidad de la República Checa y otra española para poder estudiar en el extranjero son algunas de las estrategias que le han servido a Helena Jurado, una ingeniera de caminos, canales y puertos de 25 años, para abrirse paso profesionalmente lejos de las fronteras españolas. Esta joven andaluza ha logrado sortear así las barreras administrativas e idiomáticas en una incesante búsqueda de un trabajo que la llevará ahora hasta México de la mano de una empresa holandesa. Con las maletas ya preparadas para dar el salto al otro lado Atlántico, escapa de un mercado laboral que, como denuncia a infoLibre, la condenaba a encadenar contratos de pocos meses, siempre bajo la amenaza de la precariedad.

Cargada de perseverancia y con un enorme esfuerzo, a Helena parece haberle llegado el reconocimiento a su formación de la mano de una empresa holandesa que ha decidido apostar por ella para abrirse paso en el mercado mexicano. Como todo en la historia de Helena, consiguió su oportunidad con una mezcla de descaro, constancia y valentía: “Holanda no es como España, aquí se consigue trabajo de verdad en las ferias de empleo. Me colé en una que era solo para universitarios holandeses, y cuando el entrevistador de la empresa con la que hablé supo lo que había hecho, en vez de descartarme, me dijo que le gustaba que me hubiera arriesgado para conseguir hablar con ellos”. No obstante, su arrojo no ha impedido que, como ella afirma, haya pasado noches en blanco pensando en lo que le esperara en su nueva aventura mexicana: “Te despiertas con los ojos como platos a las cinco de la mañana pensando 'en dónde te habrás metido', pero al final todos los miedos son tonterías. Cuando llegas a un país nuevo tienes demasiadas cosas que hacer como para sentir miedo”.

Esta gaditana nunca ha dejado que los temores habituales de quien se expone a escenarios desconocidos y a un primer empleo en un mercado laboral cargado de incertidumbre frenaran su crecimiento profesional y personal. Primero como titulada en Obras Públicas por la Universidad de Cádiz y posteriormente como  ingeniera de Caminos por la de Alicante, esta joven fue testigo, como tantos otros compañeros de promoción, del auge y la caída de un sector que prometía una prosperidad que se acabaría derrumbando con la crisis económica. “Cuando entré en Obras Públicas mis compañeros del último año incluso dejaban de estudiar porque tenían asegurado un trabajo fijo con un buen sueldo. Era increíble, ni siquiera terminaban la carrera. Pero el plazo en que yo terminé, en menos de cuatro años, el panorama cambió por completo. Cuando empecé Ingeniería de Caminos me encontré con padres de familia de 40 años que volvían a la universidad para poder aspirar a algún tipo de trabajo”.

Sin embargo, Helena no permitió que la crisis económica que estaba haciendo de su sector una escombrera de empresas quebradas y obra pública abandonada paralizara su desarrollo profesional. Sin posibilidad de optar a una beca Erasmus, y con la crisis ya empujando a la emigración a cientos de españoles, no dudó en hacerse ella misma el hueco en el extranjero que en España le resultaría más difícil encontrar: “Sentía mucha inquietud. Tenía el típico miedo que yo creo que compartimos la mayoría de españoles: ese sentimiento de inferioridad en lo relacionado con el idioma. Pero eso no eran más que excusas y al final me dije que ahora o nunca. Hice equipo con un compañero mío de la universidad y logramos crear un convenio nuevo para irnos un año como estudiantes a República Checa. Vi claro que eso sería el principio de todo”. Un principio que le dejó una actitud que hasta ahora no le ha abandonado en ninguno de los tramos de su camino: “No era solo ver cómo crecía profesionalmente, sino el vivir la satisfacción personal de ver cómo avanzas personalmente. Cualquier tontería suponía un reto y eso me hacía sentir viva”.

Desafiar retos nunca ha supuesto un obstáculo para esta gaditana. Con su proyecto de fin de carrera bajo el brazo, marchó a Holanda con la clara idea, tanto de integrarse en su mercado laboral, como en su cultura: “Allí hasta los cajeros del supermercado hablan perfectamente el inglés, pero me pareció necesario aprender neerlandés para integrarme. Es una forma de mostrarle respeto al país. Me apunté a unas clases intensivas y también a un equipo de balonmano universitario para conseguir contactos”, explica. Y es que, como ella afirma, en su decisión de abrirse camino en el extranjero no solo ha pesado la crisis, sino la necesidad de aprender y formarse. “Quiero vivir en el extranjero. Soy más feliz acudiendo al supermercado y escuchando una palabra que no conozco o metiendo la pata al hablar, que en España, donde no aprendería nada”.

“Estar en España es tirarte la vida siendo becario”

“Estar en España es tirarte la vida siendo becario”

Y son precisamente sus deseos de continuar aprendiendo los que la han alejado de una España que, denuncia, impone un modelo laboral que imposibilita la formación y promoción del trabajador: “Con contratos de seis meses con los que no puedo independizarme de mis padres, ¿qué tipo de desarrollo voy a tener? Quería entrar en una empresa que me garantizara que voy a crecer con ellos. Cuando sabes que a los seis meses no te renuevan vas a estar dedicando tus horas libres a buscar otro trabajo. Ni yo voy a crecer en esa empresa, ni le voy a poder devolver lo invertido en mí. Eso afecta a la productividad por completo”.

Helena se refiere así a una falta de preocupación por la formación del trabajador que contrasta con la alta cualificación de una educación universitaria que insiste en reivindicar, a pesar de que no figura en los rankings mundiales: “Antes no se conocía el talento de los ingenieros en España, solo el nombre de las grandes empresas. Ha sido ahora, justo mientras estaba en Holanda, cuando por fin se ha reconocido nuestro título y la calidad de la ingeniería española”.

Mientras cuenta los escasos días que le faltan para llegar a México, Helena no puede evitar pensar en su país natal, el mismo que ahora deja escapar a chorros a toda una generación de jóvenes formados que busca la solvencia laboral lejos de sus fronteras. “Ojalá que cuando regresemos no sea para mendigar un trabajo, sino para devolver ese 75% que los contribuyentes han aportado a nuestra formación”. Una costosa formación que considera de alto nivel a pesar de no constar en los primeros puestos de los rankings universitarios internacionales. “Con esto de irnos fuera, ya se nos está reconociendo lo bien que se forma a los estudiantes en España, lo preparados que estamos”, señala orgullosa.

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